Capitulo lI

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Me despierto de repente, dándome cuenta de que por fin llegue. Me enderezo frotando mis brazos, para entrar en calor. Me quedo sentada en mi asiento esperando bajen los demás, no es que ande tan apurada.

A San Andrés no llegan vuelos, a menos que tengas tu propio hangar, y ese no es mí caso. Quizás, el de mis progenitores sí. Según lo que sé, tienen algo de dinero, el cual por cierto, no sé de dónde provino, porque cuando me fui éramos unos ciudadanos de clase baja con inicios a clase media.

La cuestión es, que ya sea por suerte o no sé qué, ahora el dinero no es problema. Eso decía mi padre cada que le preguntaba por las operaciones de mi madre, la cual por cierto, a de estar muy feliz. Con solo verla puedo deducir, que ya podría morir en paz, por alcanzar su mayor anhelo, entrar en el circuló.
Volviendo al tema. No es mi caso el tener dinero. Yo solo soy una simple recién graduada abriéndome camino, a ver si en par de años tengo un departamento propio, por lo menos. No es que esté discriminando mi profesión, no, pero, hay que ser sinceros. Con tan corta edad, no serán muchos los pacientes que pondrán su vida en tus manos. Tristemente la mayoría piensa, que la edad te da experiencia. Ok, puede ser que en algunas cosas puede ser así, pero, definitivamente hay otras en las cuales esto no es así.

Tengo claro qué... se podría decir yo me boicoteé el futuro. En mi trabajo anterior ganaba bien sí, pero, nada se compara si hubiese estudiado administración de empresas, y me hubiese hecho cargo de las empresas que me ofreció contabilizar mi padre.

Sacudo la cabeza al ver que ya no puedo retrasar más mi llegada. Entonces, me levanto caminando hacia la salida del autobús y bajo, sin responder el saludo que no sé quién me da.

Al salir del terminal alzo la vista encontrándome el auto de mi padre estacionado en frente. Una emoción cruza mi pecho poniéndome a correr hacia él, las lágrimas se me acumulan en los ojos cuando veo como la puerta se abre. No sabía cuánto me hacía falta hasta que vi ese auto, sonrió apurando el paso pero...

No tengo una explicación exacta, pero, al levantar la vista de nuevo...

La alegría se me derrumba al ver que quien baja del auto, no es mi padre si no Karla. Me detengo en seco, sin embargo rápidamente intento controlar el hermetismo de mi cuerpo en avanzar, obligándome a andar.

Ciertos recuerdos me aturden cuando me llegan de repente, recordándome porqué es qué me niego a caminar.

Una de las personas por quien debí poner distancia fue ella, no teníamos la mejor relación. Sacudo la cabeza y me obligo andar, repitiéndome que, debo estar feliz; pero, mientras camino puedo sentir los pasos más lentos y el cuerpo pesado. No voy a negar que me da un poco de decepción conmigo, ese comportamiento, en serio pensaba que con el tiempo todo había quedado atrás, obvio duele ver que no es del todo así, que de mi parte, algo sigue rechazándola.

Ajusto el bolso de espalda que traigo, soltando un suspiro largo, repitiéndome en voz alta que está superado. Levanto la cabeza de nuevo y el ánimo se me revoluciona al ver, que detrás de ella, baja, Yello, con su alboroto particular.

Yello, es un perrito de raza pekinés, quien fue mi fiel compañero después de un evento que viví en mi adolescencia. Viví tanto junto a él, que no puedo evitar írmele encima, cuando llego a su altura, lo cargo, llenándolo de muchos besos y arrumacos, mientras, giro con él, entre mis manos. No me sorprende lo emocionada que estoy, lo amo. Entonces, pasa...

Me es inevitable recordar en honor a quien le coloqué el nombre, por ende, quien me lo regaló. La nostalgia me cruza de repente deteniendo mis giros. Pasando saliva, vuelvo a repetir la oración principal de mi rosario.

Esta superado.

Esta superado, que no te afecte y todo estará bien. Son las palabras que convertí en mi rosario, desde que me enteré volvería.

En Busca De Mi NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora