Capítulo VI

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—¡Feliz cumpleaños cariño! —Dijo destapando la bandeja. La boca se me secó al ver lo que era… el pobre cerdo terminó siendo la cena. Las lágrimas abandonaron mis ojos mojándome las mejillas. Me levantó la cara obligándome a mirarla.

—Que te quede claro que mi tiempo no es para perderlo en estupideces, Bianka. —Me soltó enderezándose, empezando a picar porciones, tirándolas en el plato que tenía en frente, llevándose mi apetito. Luego volvió a sentarse.

—Que sea la última vez —Estampó las manos en la mesa parando mis lágrimas. —Que me llaman para decirme, que mi hija está besuqueándose en los pasillos del colegio con el demonio del vecino.

Lo sabía.

Siempre temí, la directora no se guardara nada. Alcé la vista mirando el plato. Sirvió como para tres personas. Se chupó los dedos, levantándose nuevamente.

—Esta delicioso, buen provecho. —A pesar de que luché por no abrir la boca, las palabras salieron solas.

—No quiero. —Dije sollozando sin poder dejar de mirar al animalito, quien tenía los ojos totalmente abiertos. No era justo, intenté resistirme y parar de llorar.

—¿No me digas? —Se inclinó hacia mí endemoniada, tomándome de los cabellos, tirándome la cabeza para atrás. Empezó a coger piezas del plato y a las malas me las metió en la boca, poniéndome en apuros cuando la boca se me llenó. No paré de llorar sin entender ¿Por qué mi madre me hacía eso?

No obstante no paró, si no que empezó a empujar obligándome a tragar. Las empleadas miraban para otro lado ante semejante acto.

—Te lo comerás todo. ¿No dices que la comida no se tira? pues vamos, haz ese sacrificio.

No paró con el proceso, hasta que no quedo nada en el plato y yo estaba a punto de vomitarme. Las coyunturas de las manos y los pies me dolían por el forcejeo que ejercí y la cabeza y el pecho se me querían explotar. Mis sollozos eran lo único que se escuchaban en la sala.

—Espero que aprendas la lección. ¡Ah! Y otra cosa, es la última vez que te lo advierto, te quiero lejos del par de demonios que son los gemelos esos. —Se limpió las manos enderezándose.

—¡Ah! ¡Raúl! Desde mañana será una empleada más en esta casa. La quiero limpiando los baños, lavando platos, ropa, piso, todo. —Ordenó antes de irse.

—Lo siento mucho señorita. —Se disculpó Raúl, Ayudándome a desatar. Como si fue su responsabilidad.

Negué intentando sonreírle, el no tenia la culpa. Cuando terminó de desatarme, no pude ni mirar la mesa, ya que me dieron arcadas y debí correr al baño, donde terminé votando todo lo que comí acompañado de lágrimas. No sabía qué había hecho tan mal.

A los minutos de estar ahí, rogándole a Dios porque me iluminara para hacer las cosas bien y que todo eso parara. Sentí como me recogían el cabello haciéndome una cola. No pude retener el llanto al saber quién era.

—Debes asearte. —Susurró en voz baja, ayudándome a levantar. No dijo más nada, pero el oírla suspirar pesado, me hizo entender, que esta vez no sería tan fácil de convencer de que nada había pasado. Agradecí que me diera mi espacio saliéndose del baño.

Hice el trabajo, saliendo luego de unos minutos enrollada en una toalla, también cubrí mi cabeza. La encontré en el sillón con las piernas y los brazos cruzados mirándome fijamente. Aunque quise ocultar mi pena, no pude, ya que mis ojos, nariz y mejillas me delataban con el rojo vivo que tenían, pero aun así lo intenté.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2023 ⏰

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