Capítulo 4: Verdadero Amor

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"Remember once upon a time

When I was yours and you were blind

The fire would sparkle in your eyes

And mine...

Call it true

Call it true love"

True Love -COLDPLAY


Aquel día de Junio, cuando la conocí mi vida dio un giro de 180 grados, todavía lo recuerdo y ahora un año y unos días después, Arabella y yo estábamos comprometidos. Ser un fantasma es algo increíble porque sientes que estás en un sueño del que nunca despertarás, ves a la humanidad avanzar pero al mismo tiempo la ves cometiendo errores terribles. Pero la mejor parte de la vida después de la muerte, es que estoy junto a ella: La compañera de mi juventud.

Luego de comprometerme con ella y despedir a sus padres, aquel otoño, bailamos. Hablamos durante horas y horas, deseando que esos momentos duraran para siempre.

-Es muy tarde, no crees que deberíamos dormir Rodrigo - Dijo Arabella después de un largo beso

- Mañana estoy libre pero, también estoy muy cansado si quieres podemos dormir - Dije bostezando - Te amo mucho princesa

-Yo también te amo - Dijo ella con una sonrisa de niña enamorada, la más tierna que cualquier hombre hubiera visto - Buenas dulces noches

-Buenas noches amor

Como nuestras casas estaban separadas por una calle, dejé a Arabella en su puerta y fui a dormir.

Me quité la camisa y me tiré en la cama y apagué mi vela, obviamente no había luz eléctrica en los 1300's, y desodorante tampoco, así que ya se podrán imaginar lo bonito que olíamos.

Antes de darme cuenta caí en un profundo sueño.

No sé cuantas horas pasaron después de que me acosté, supongo que dos. Me desperté cuando escuché el grito de ella desde afuera: Rodrigo! Rodrigo! - Gritaba ella desesperada

- ¡Arabella! - Corrí lo más rápido que pude, aunque un segundo después me di cuenta de que había gritos en todas partes. Abrí la puerta y la vi muy asustada

-Rodrigo, mis padres me despertaron. Están atacando el reino. Están destruyendo la catedral, quieren sacar el oro de ahí

-Voy por mi espada y por mi armadura. ¡Quédate aquí adentro! Si alguien entra escóndete. ¡No quiero que te pase nada!

-Amor, ten cuidado - Me besó de improvisto y corrió a esconderse en mi casa al ver que algunos invasores estaban comenzando a quemar algunas casas para saquearlas

Después de vestirme y echarme un poco de agua en la cara para despertarme mejor, salí a hacer una de mis cosas favoritas: Matar a cualquiera que lo merecía. Fui cuidadosamente hacia las casas que se estaban quemando y escuché a algunas mujeres llorando y gritando aterrorizadas. Me acerqué por detrás para clavar mi espada en el corazón de dos hombres. Salí rápidamente a la segunda casa y vi por a ventana, me di cuenta de que sólo había 3 hombres más. Supongo que pensaron que se podían escabullir para acá y robar algunas cosas. Perros desgraciados.

En la segunda casa escuché a un joven, de unos 16 años gritando: ¡Vete maldito!

Uno de los hombres gritó: ¡Cállate! ¿Donde está el maldito oro!

- Cuando entramos escuché que lo habían escondido ¿¡Donde lo escondieron!? ¿O quieres que tu adorada madre pierda otro de sus dedos? Sólo le quedan dos - Esto último lo dijo con un tono enfermo y a la vez, excesivamente cruel

- ¡Te maldigo al infierno! - Grité tumbando la puerta y corriendo hasta ellos, desafortunadamente el desgraciado se movió y sólo conseguí cortarle la oreja

- ¡Ahhgg! - Soltaba un grito de dolor

jLos dos hombres desenvainaron sus espadas y comenzaron a batirse en duele contra mi, mientras su compañero se sujetaba la oreja lleno de dolor. Por un momento conseguí a ver a la madre del muchacho: Una señora de cabello castaño un poco rizado, vestida con un vestido oscuro arrodillada en el pizo donde había rastros de sangre. El muchacho estaba viéndonos evaluando la situación, pensando en que podía hacer. Al igual que su madre, él era de piel blanca y tenía un ojo que revelaba un golpe reciente y por la forma en que movía su brazo, supongo que en las mangas de su camisa marrón se escondían otros hematomas.

Cuando el hombre que le había cortado la oreja comenzaba a levantarse, el muchacho rompió un jarrón sobre su cabeza y le repartió un golpe en la nariz. Mientras el hombre estaba intentando recuperar el conocimiento, el muchacho agarró la espada del hombre y le cortó la mano gritando: ¿¡¡Como se siente maldito!!? ¿¡Te gusta perra!?. El hombre intentaba reaccionar, pero sencillamente el dolor no se lo permitía.

Yo intentaba concentrarme en la batalla, contra los dos hombres y casi una de las espadas me atraviesa. Seguí peleando ya que me di cuenta de que el muchacho de cabello castaño podía sobrevivir sin ayuda.

Luego contemplé a uno de los hombres petrificado como si un demonio se hubiera apoderado de él. De repente el filo de una espada salía de en medio de su pecho y podía ver como la vida se iba de él lentamente.

Seguí peleando contra el último hombre, si algo aprendí en mis años de duelos, es que no te puedes distraer por nada. Si lo haces pierdes. El muchacho utilizó sus pies para hacer tropezar a mi oponente y ahí fue cuando clavé mi espada en su corazón en menos de un segundo.

-Muchas gracias joven, deberías entrar al ejército. Siempre necesitamos más gente - Dije mirándolo a los ojos, mientras el hacía una mueca - Si quieres, ve al cuartel y pregunta por Rodrigo. Si tienes suerte podrías conseguir una enfermera o un médico que ayude a tu madre. Debo irme.

Por la prisa, no podía quedarme a hablar sobre la maravillosa vida en el ejército, así que salí corriendo hacia la catedral. La catedral quedaba a unos metros, así que luego de correr por unos 7 minutos llegué. A pesar de que la catedral no estaba completamente destruida, estaba bastante deteriorada, cuando llegué quedaban unas pocas llamas de fuego ardiendo. Vi a mis compañeros, corrí un poco más.

-¡Rodrigo! - Me saludaba mi amigo Carlos. Un poco más alto que yo, de cabello castaño y de piel blanca - Ya matamos a todos los que pudimos, el oro está a salvo. Estábamos preocupados porque escuchamos que algunos hombres se dirigieron a tu calle

- Tranquilo, he matado a los 5 hombres que estaban asaltando

-¿5 Hombres? ¡Pero si yo he escuchado que son como 10!

-¿¡Diez!?

-Eso escuché de algunos de los extranjeros que estaban atacando la catedral - Dijo Carlos perplejo, luego gritó hacia la infantería: ¡Hey! ¡Caballos! ¡Rápido!

Cabalgamos rápidamente hacía mi calle. Todo estaba completamente igual. Las casas estaban tranquilas, el aire era silencioso, el único ruido era el de nuestros caballos.

Entramos casa por casa para asegurarnos de que todo estuviera en calma. Yo entré a mi casa un poco despreocupado, todo estaba como siempre: Mis ropas tiradas por ahí, las sillas de la mesa un poco desordenadas por mi prisa al salir, luego, Carlos llegó cabalgando a mi puerta y me dijo: Hemos encontrado a una mujer que le han cortado los dedos, es de cabello castaño y tiene una espada en el pecho. Además hay cosas en la casa que suponen que ella tenía un hijo, pero no hay tal hijo dentro de la casa.

Una sensación que nunca supe como explicar me invadió el pecho, es como un vacío o como si un aire frío me helara todo el pecho... Las mesas del comedor no estaban desordenadas, y ahora que me doy cuenta había una taza ropa en el piso... Con esta sensación de horror grito: ¡Arabella! ¡Se la han llevado!

Viva la Vida: Historias de un FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora