Capítulo 5: Venganza y algo más...

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"One day death is going to conquer me

I'll be down where the waters flow

I hope sweet heaven has a place for me

Let me know boys let me know"

-Death Will Never Conquer - COLDPLAY


Adoraba a Arabella más que a nadie. Sé que la amo más de lo que debería hacerlo, pero simplemente lo hago, es algo que no puedo controlar. Ahora que no estaba juré venganza contra aquellos que la habían secuestrado, ella era mi prometida y debía protegerla, aunque eso significara pelear contra el dragón más grande del infierno.

-¡Carlos! ¡Yo conozco al muchacho de esa señora y se han llevado a mi amada! – Grité lleno de ira – ¡Juro que los perseguiré hasta lo último de la Tierra!

-Tenemos unos caballos, con 12 hombres podemos alcanzarlos y hacerles pagar por lo que han hecho

-¡Perfecto! ¡Vámonos!

- ¡De ninguna manera! – Grita Anacleto, el jefe de infantería. Tenía el cabello negro, corto y una barba que le hacía parecer mayor, aunque en ese entonces tendría un poco menos de 40. Nunca pude tomarlo en serio por su nombre, me parecía muy chistoso – Nuestro deber es defender el reino, no ir a rescatar a los prisioneros – El tipo era un idiota. A veces me daban ganas de matarlo, pero obviamente si lo hacía, tendría que despedirme de mi vida – ¡Nadie se va de aquí!

-¡Si quieres quedarte aquí, me parece perfecto! ¡Esos desgraciados tienen a mi prometida y al joven que me salvó la vida! ¡Se lo debo!

- ¡Hay algo que se llama "Lealtad"! – Gritó Carlos mientras llamaba a los caballeros

- ¡Rodrigo es nuestro compañero y si van a matarlo van a tener que pisar mi cadáver! – Gritaba Esteban mientras llegaba. No sería el más musculoso, pero su astucia lo había llevado lejos. Era de ojos verdes y de cabello marrón.

¡Sí! – Gritaban los otros soldados en sus caballos,

-Si quieren ir ¡Adelante! No me importará hacer un servicio fúnebre en pocas horas – Dijo Anacleto con un tono de resignación y de desprecio, pero me importó un bledo. Si me enfrenté a mi madre para poder estar con Arabella, ¿Un imbécil que ni siquiera es de mi familia me iba a decir lo que tenía que hacer? ¡De ninguna manera!

Fuimos cabalgando siguiendo algunas huellas que había en la grama, donde habían acabado las huellas de botas comenzaban las marcas de un carruaje. Fuimos hasta el bosque que separaba al país del norte y nos tardamos poco tiempo en encontrarlos.

El encuentro fue menos violento de lo que me hubiera gustado. De los 12 hombres que Carlos y Yo teníamos a nuestro cargo, 5 poseían ballestas. Así que bastó con herir a los caballos y al conductor para que el carruaje de detuviera. En poco tiempo tres hombres salieron del carruaje a ver qué había ocurrido y las flechas sellaron su destino. Asustado otro de los hombres salió y su destino fue igual, no vio la flecha que se clavó en él y lo hirió de muerte.

El último hombre gritó: ¡Has matado a mi hermano! ¡Te vi cuando tú, Rodrigo y este joven diabólico lo asesinaron! ¡No permitiré que mi sangre se derrame, sin que antes yo derrame la tuya!

-¡Sal de ahí! Y quizás te vaya un poco mejor que a tus compañeros ¡Todos están muertos!

-¡Si llegaras a matarme! Otro de mis hermanos vengará mi muerte. Éramos 5 hermanos y ahora somos 4.

-¿Qué rayos hacían en la catedral?

-Eso lo averiguarás al amanecer...

-¡Suelta a la chica y al muchacho y tendrás la oportunidad de vivir! – Me bajé de mi caballo con suma cautela y me escondí debajo de la carroza

-¡Cállate cobarde!

Una de mis características es que a veces soy muy impulsivo, por eso le grité a mi jefe, por eso corrí detrás de estos perros a buscar a mi amada. Con esa misma impulsividad, corté las ruedas del carruaje con mi espada. Y cuando el hombre cayó, le corté la garganta.

Cuando mi prepotencia bajó, mis compañeros se acercaron hacia mí en silencio. Cuando volví a caer en la realidad llamé a mi prometida: -¡Arabella! ¿Estás bien?

Al ver el interior del carruaje la vi amarrada en las muñecas y con la boca tapada. El muchacho que estaba junto a ella estaba peor que hace una hora, ya no tenía solamente golpes en el ojo, ahora estaban en toda su cara y tenía la camisa rasgada. Era un poco más musculoso de lo que aparentaba pero tenía muchas heridas de espada en su cuerpo, él también tenía la boca tapada.

Al liberar a Arabella me dijo que pensaban torturar al muchacho antes de matarlo, y ella estaba aterrada.

La noche ya casi acababa cuando estábamos devuelta. Anacleto estaba dormido al igual que los soldados que se habían quedado en la Catedral.

-No entiendo que ha pasado – me decía Esteban cuando estaba de vuelta – Fueron muchas personas para saquear la Catedral, pero no creo que ellos sólo buscaran saquear la Catedral.

-No lo sé - Dije para finalizar la conversación mientras Esteban continuaba con su aire pensativo.

Realmente a mi no importaba lo que pasara, lo que me importaba era que mi prometida estuviera a salvo y yo debería estar durmiendo.

Volví a quitarme mis ropas y caí dormido como si le hubiera dado la vuelta al mundo


A la mañana siguiente tocaron mi puerta:

¡Rodrigo! ¡Rodrigo! – Gritaba una voz detrás de la puerta. Era la voz de Evaristo, otro de mis compañeros del ejército. Lo sé, en el siglo XIV las personas ponían nombres que hoy en día se pueden considerar "Extraños". Había dormido como una hora, así que no me importó salir despeinado y sin camisa y gritar.

-¡Hoy es mi día libre Evaristo! ¿Qué demonios es tan importante?

-Van a dar un decreto, deberías vestirte y perdón por haberte despertado

-Espero que alguien haya descubierto la cura para la peste, porque no sé que es tan importante.

Salgo a la calle dando pasos lentos, el sol me obliga a abrir los ojos y veo a todo el pueblo reunido escuchando el decreto:

-Anoche el Rey Dámaso ha fallecido bajo un ataque la nación del norte – Mis pensamientos me invaden: El ataque a la catedral fue una distracción. El rey Dámaso ha fallecido.

Viva la Vida: Historias de un FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora