37. OR

76 11 5
                                    


"La noche en que murió Adam van Thorpe."

24 de diciembre, 2032 [10:30 PM]
Ferro & Shirley.

Lo peor de su ruptura con Shirley no era la soledad que sentía, porque nunca le faltó compañía, pero era esa incertidumbre de no saber si algún volvería a enamorarse de alguien otra vez. Detestaba la idea de dormir solo, por eso salía de fiesta cada noche, de esa manera podría ocupar su mente y dejar de lado la amargura. Siempre dormía acurrucado con su novio, de no hacerlo, se sentía abrumado y tendría pesadillas. Desde que Shirley cortó con él quedó atrapado en una espiral de alcohol y autocompasión. Era lo mejor para él, cada vez que cerraba los ojos veía a un hombre sin rostro rodeando a Shirley con sus brazos, besándolo, haciéndolo retorcerse de placer; cosas a las que solo él tenía derecho. Estaba obsesionado, y no sabía cómo olvidar el asunto. Se conocía, no pasaría página hasta saber quién era ese hombre en los bosques con el que le fueron infiel.  Solo dos personas sabían la verdad, Shirley ya se había negado a decirlo, cualquiera diría que tenía miedo. Caleb también lo sabía, pero por más que intentó contactarlo no pudo.

Hoy es la noche del cierre del invierno, y antes de que toda la tragedia se viniera sobre él, había hecho planes de pasar una increíble velada con el amor de su vida. En su lugar, tenía a una chica cuyo nombre no sabía, sentada en su regazo y bailando. Ferro le rodeó la cintura con las manos y aspiró el humo del porro que otra chica le pasaba boca a boca. Sin saber por qué, le entró una risa tonta que no pudo contener. Disfrutaría de la fiesta, tampoco es que tuviera algo mejor que hacer.

Consideraba la opción de regresar con su familia a Palermo, pero no sería capaz de ver a sus padres a la cara sabiendo que por su culpa uno de sus hermanos estaba en la cárcel. Los Profaci valoraban los vínculos de sangre y la lealtad más que nada en el mundo, entre ellos se cuidaban las espaldas. Su hermano no lo dudó ni un segundo antes de intercambiar lugares con él, aunque eso significara ser encarcelado por años y no poder ver a su esposa o sus hijos. Todo era culpa de los Thorpe, ellos le habían tendido una trampa. Sabía que había hecho mal al venderle drogas a Caleb, pero se habían pasado. Especialmente Amelia, de ella no se lo esperaba; después de todo, una vez fueron amigos.

La chica que estaba bailando sobre él se dio la vuelta y se incorporó a horcajadas, acomodando su cuerpo al suyo. Tenía los labios muy bien pintados, pero este dejó de ser el caso cuando decidió comenzar a besar a Ferro y este le respondió con todo el fuego que tenía guardado. La segunda chica que estaba cerca de ellos reclamó su atención también, uniéndose al beso. No tenía ni idea en cuál de las dos bocas estaba, solo le importaba tener a alguien a su lado. No quería quedarse solo, la idea lo aterrorizaba. 

Sería capaz de sacrificar lo que fuera con tal de estar con Shirley, pero a él jamás podría tenerlo y eso lo enfadaba. Ya no había vuelta atrás para ellos, Shirley le había confesado que nunca estuvo enamorado de él, que solo lo había manipulado.

«Qué difícil es ser de los dos el idiota que siempre va con la verdad por delante, ser del que todos se ríen.»

Estaba absorto en la música, el roce de la piel con la piel, y el calor que aquellas chicas estaban dispuestas a darle. Bebió un shot de vodka del escote de una de ellas, quedándose con el frasco entre las manos mientras ellas le desabotonaban la camisa. Ninguna se dio cuenta, pero en realidad estaba llorando. Puede que no fuer el única utilizando a otras personas para llenar su propio vacío. ¿Acaso debía resignarse y aceptar que nadie lo amaría de verdad? ¿Sería el destino tan cruel como para alejar de él cualquier oportunidad para ser feliz?

«Nuestro por siempre duró muy poco tiempo.»

Los tres juntos aspiraron de la mesa una fina línea blanca que habían preparado, cortesía de los Profaci. Sintió como se le helaba el cerebro, y ese repentino escalofrío que entraba después de consumir. Eso le dio el valor necesario para apartar a la chica sobre él y salir de la habitación, dejando que la música quedara atrás. No sabía por qué, pero la cocaína le estaba surtiendo efecto más rápido de lo que debería, puede que fuera por todo lo otro que había consumido anteriormente. Estaba sensible al toque, sentía como si los oídos le fueran a estallar y estaba perdiendo el sentido de la claridad. Era incapaz de ver el rostro de las personas, tenía la cara difuminada como los hombres de sus pesadillas. Chocó contra las paredes y también los otros que estaban en medio, bailando como si no pasara nada.

Killing van Thorpe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora