Siete

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Uwu

Me cambié de ropa y me puse el pijama que Rubén me había prestado, me estaba un poco apretado, pero es que si comparo mi complexión con la de Rubén, había mucha diferencia. Sinceramente no se como había acabado durmiendo en casa del albino, si me lo llegan a decir hoy por la mañana, ni me lo llegaría a creer.

Me metí en la cama y apague la luz. Cogí el teléfono y le escribí un mensaje a mi madre para avisar que dormiría en casa de Frank y luego le escribí a Frank diciéndole que si mamá preguntaba, que me cubriese. No es que a mi madre le importase que durmiese fuera de casa con amigos, pero sinceramente no me apetecía el interrogatorio de después. Supuse que a estas horas ambos estaban dormidos y que me responderían por la mañana.

Apagué el teléfono y me puse a mirar el techo. -Ahh...- Suspiré. Estaba realmente confundido. Estaba empezando a odiar a Rubén y eso que apenas empezaba a conocerlo, estar con él me hacía sentir nervioso y ansioso y yo nunca actuaba así, odiaba esa sensación. Sin embargo, cuándo estaba con él una sensación de ternura invadía mis pensamientos. Sinceramente mi problema es que no quería aceptar la realidad y debía acudir a mi consejero oficial al siguiente día, a Guille. Quizás tras una charla con él me aclararía más los pensamientos. Cerré los ojos intentando conciliar el sueño, estaba realmente cansado. 

Me desperté de golpe por un sueño un tanto extraño y me puse a mirar alrededor un poco desubicado. Me incorporé y miré mi teléfono. Eran las 10:30, era tardísimo para mi, mi madre había respondido al mensaje positivamente y Frank, como no, me exigió una explicación cuanto antes. Miré el cuarto, de día era totalmente distinto, la luz de la ventana reflejaba en el espejo de la pared que tenía con fotos del que supuse que era Mangel. Se le veía muy feliz, más que ahora. 

Salí del cuarto y me choqué con Rubén el la puerta. -Ey perdón, ¿te he despertado?- Me dijo un poco adormilado. Le negué con la cabeza sonriendo a lo qué el me devolvió la sonrisa. -Voy a hacer café Sam, ¿quieres?- Le asentí y sonreí. Me encantaba que me llamase Sam, no era algo a lo que estaba acostumbrado, pero me gustaba. Me senté en el sofá de ayer y le observé como hacía café y como, mientras esperaba, le daba mimos y de comer a Wilson, era adorable ver a aquel par.

-¿Como has dormido?¿Todo bien?- Me preguntó mientras me traía una taza. -Perfecto, de verdad, muchas gracias por dejar que me quede.-

-Tómatelo como pago por ser últimamente mi chofer personal.- Me dijo, a lo que yo no pude evitar soltar una carcajada. -Es todo un placer ser tu chofer Rubén Doblas.- Dije imitando una reverencia. Se sentó a mi lado y comenzamos a charlar. Me contó el sueño que había tenido; vivía dentro de uno de sus videojuegos y Wilson era un rey malvado que secuestraba a su princesa constantemente. Él solo tenía que salvarla.

-Es como en Mario Bros.- Me dijo, a lo que me quedé indiferente. -¡¿No sabes qué juego es ese?!- Me dijo entrando en un estado de histeria. -Perdón Rubén.- Le dije riéndome un poco, su actitud me pareció muy cómica. Comenzó a explicarme de que iba el juego mientras cada vez estaba más cerca de mi. Se notaba la pasión que sentía por aquellos videojuegos por su forma de expresarse, y yo solo podía fijarme en esos ojos verdes que, con la luz del sol, solo hacía que brillasen aún más. 

-Samuel, ¿me estás escuchando?- Le miré un poco perdido.- ¿Sam?-

-Si, si, perdón, es que son muchos datos que analizar.- Él se rio un poco tímido.- Bueno, cuándo quieras puedes venir y te enseño a jugar. Se aprende mejor con la práctica.- Asentí y no podía evitar separar mi mirada de sus ojos. Él de repente se quedó callado y me imitó mirando los míos. *ding dong* Ahora si que había salido de ese trance.

Mi mejor casualidad (Rubegetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora