La luz de la enana blanca hacía relucir los congelados asteroides del anillo interior, la Humillación de Russ flotaba entre ellos como si fuera un resto más que hubiera sido arrojado por la mano de un Dios. El puente de mando de la nave de guerra estaba en silencio total, los sacerdotes encapuchados de Malal que estaban ante las consolas de los escáneres, augures y terminales de comunicación, apenas se atrevían a respirar. Los pocos Astartes que había en el puente permanecían inmóviles como estatuas, mirando a través del oculus de observación a Engram, Chapael estaba sentando en el trono de mando con Har'kan de pie a su derecha, ambos miraban con el ceño fruncido como las naves de los Hijos de Horus bombardeaban Engram, hasta volverlo una bola ardiente casi tan luminosa como un sol.
-Tiene que haber sobrevivido -las palabras de Har'kan fueron un susurro metálico y jadeante, sus manos apretaron su hacha de energía de forma inconsciente. -No puede morir así la elegida de Malal.
-Ten fe, hermano -Chapael le respondió con una extraña tranquilidad, mientras observaba fascinado como Engram ardía desde la distancia. -Los Malditos de Antoninus no fallarán en su cometido, por difícil o imposible que sea.
Como si las palabras de Chapael fueran proféticas, las sombras del puente de mando se expandieron e hincharon, empezando a vibrar como si fueran las pulsaciones de un corazón. Todas las miradas se clavaron en aquella pulsante negrura, los Legionarios Astartes apuntaron por inercia sus bólters y las alarmas sobraron por todo el puente de mando. El rostro tatuado de Chapael se tensó y se puso en pie descolgando de su cadera el Crucius, avanzando hasta el borde de aquella oscuridad con Har'kan a su lado, listo para atacar con su hacha de energía y su bólter a lo que saliera de aquel cúmulo oscuro. Como si fueran nadadores que emergieran de las profundidades marinas, cuerpos acorazados de color bronce con rebordes negros salieron de aquellas pulsantes sombras oscuras. Su aspecto era lamentable, sus servo-armaduras estaban profundamente dañadas y las heridas eran visibles en las brechas de sus superficies, dejando salir hilos de sangre oscura, sus agotadas miradas estaban cargadas de odio y de sed de venganza apenas contenidas por el dolor. Uno a uno se fueron derrumbando de agotamiento, como castillos de cartas sobre la cubierta de acero y plástico. Antoninus emergió de las sombras, sus Malditos escoltaban a cinco guerreros, cuatro de ellos ayudaban avanzar al quinto, que era el más vapuleado de todos los Astartes surgidos de las sombras. Chapael y Har'kan palidecieron al reconocer al quinteto, Dorak, Vartus, Lenial y Kortal sujetaban con sumo cuidado a Trajana, que apretaba los dientes de dolor con cada respiración que daba. Los cinco tenían las armaduras destrozadas, marcadas de melladuras, agujeros de disparos, quemaduras y abolladuras, el color de sus armaduras era de un marrón rojizo procedente de la sangre y el polvo de la batalla desesperada librada en Engram.
-¡Rápido! -gritó Har'kan al asombrado personal del puente de mando, guardando sus armas y mirando pálido a Trajana. -Llevad a todos los heridos a las salas médicas y preparad una unidad de cuidados intensivos para nuestra Señora.
-¡No! -gruñó Trajana esculpiendo sangre, mientras era ayudada a avanzar hacia el trono de mando por sus cuatro guerreros más antiguos. Sentía sus fuertes manos sujetándola con una extraña delicadeza y veía en sus ojos un respeto por ella que antes no había vislumbrado. -Llevadme ante mi trono, debemos salir de este sistema u Horus nos encontrará y todo habrá sido en vano.
Todos los presentes en el puente asintieron en silencio, mientras ayudaban a llevar a los heridos a las salas médicas para estabilizar su estado. Trajana se sentó en el trono de mando y acarició de forma inconsciente los reposabrazos, sus ojos enrojecidos por el dolor se clavaron en el mapa holográfico naval del sector, que flotaba en el centro de mando de la nave. Sentía como Chapael conectaba bombas de transfusión de sangre y sueros regenerativos a su destrozada armadura, a su alrededor vislumbró a Dorak, Lenial, Vartus y Kortal permanecían impasibles como estatuas alrededor del trono, como perros guardianes pese a sus terribles heridas. Antoninus y sus guerreros se apostaron a la entrada del puente de mando, observando como depredadores hambrientos listos para actuar. Trajana acarició la cabeza del su Hacha del Pánico, se agitaba enfadada en su cadera por la derrota en combate contra Horus y una sonrisa cruel apareció entre sus manchados labios, por qué ella se sentía igual que el arma demoníaca. Apartó aquel pensamiento para otro momento y trazó una ruta hacia el punto de salto contrario al que se encontraba la flota del Señor de la Guerra. Los motores de la Humillación de Russ se encendieron y rugieron como una bestia furibunda, mientras era seguida por las dos naves del Mechanicus que se habían refugiado con ella en el anillo interior asteroides.

ESTÁS LEYENDO
La senda del Odio
Science FictionLa Gran Cruzada de Emperador de la Humanidad está en su punto álgido. Horus Lupercal, Señor de la Guerra mueve los efectivos de cuatro legiones de Astartes hacia Istvaan para la pacificación del sistema rebelde, pero tiene otros planes diferentes re...