Siete legiones habían sido enviadas para derrotar a los rebeldes de Horus Lupercal con facilidad y llevarlos ante el Emperador, para ser juzgados por sus crueles actos. Pero el Señor de la Guerra Horus había esperado aquel movimiento por parte de su padre, subvirtiendo a cuatro de las siete legiones enviadas en su contra y creando una trampa mortal para las tres restantes. El padre de hierro Har'kan Meltus había visto cómo las legiones de refuerzo de la segunda ola se habían vuelto contra ellos, matando a cientos de sus hermanos y los habían acorralado entre dos frentes de matanza. Aquella traición había enfurecido a su padre genético, Ferrus Manus y se había lanzado en un ataque frenético contra la Legión rebelde de Fulgrim, en un intento iracundo de acabar con su hermano más querido, solo para encontrar un trágico y sangriento final. Har'kan observó a los pocos supervivientes de su legión, que había conseguido reunir en aquel caótico campo de batalla y los había mantenido en movimiento. Notaba su estado de ánimo, la noticia de la muerte de Ferrus los había galvanizado y enfurecido, negándose a huir de aquel campo de batalla y solo deseaban una cosa, recuperar el cuerpo de su padre caído. Avanzaban entre los cadáveres de cientos de legionarios, cubriéndose utilizando los cráteres de los bombardeos de la artillería y los restos de vehículos destruidos hacia un lugar específico, la última posición conocida de su Primarca antes de morir.
Las explosiones y el sonido de combate se apagaban según se alejaban del frente de batalla, mientras acortaban la distancia hacia su objetivo. Har'kan frunció el ceño, podía ya ver el cuerpo de Ferrus en la distancia entre un mar de cuerpos enfundados en armaduras de color púrpura o negras. Los rostros contorsionados y deformados de los Hijos del Emperador parecían mirarle de manera lasciva y divertida, como si les hubieran sentido un gran placer en la muerte y eso lo asqueó profundamente. Sus guerreros se detuvieron al unísono y Har'kan tembló en el interior de su servo-armadura, al ver el estado del solitario cadáver de su Primarca. Ferrus Manus había sido decapitado y su cabeza había sido robada como trofeo por Fulgrim, el cuerpo estaba destrozado y mutilado, como si alguien se hubiera ensañado con el cadáver por diversión. Mientras observaban absortos y conmocionados la grotesca escena, cuatro decenas de Astartes enfundados en servo-armaduras púrpuras y sosteniendo sus armas se alzaron en silencio entre los muertos, rodeando a los Manos de Hierro. El chasquido del amartillado de las armas sacó a Har'kan y sus hombres de su pesarosa contemplación, para comprobar que estaban rodeados por guerreros de aspecto bizarro. Sus armaduras púrpuras estaban adornadas en oro y plata, cubiertas con joyas y sedas de textura vaporosa, sus manos sujetaban armas extrañas conectadas a por cables a sus generadores dorsales, sus rostros maquillados estaban contorsionados y deformados, cubiertos de piercings y pendientes, que se mezclaban con las cicatrices en patrones horrendos. El líder de aquellos estrafalarios Astartes avanzó con los brazos abiertos, sujetando una espada de duelo en cada mano y sonriendo cómo si les diera una afectuosa bienvenida.
-¡Sed bienvenidos al funeral de Ferrus! -la voz de Hijo del Emperador sonó aflautada y jovial, como si les invitará a una celebración. -Podéis darle una despedida afectuosa y pensar en rendiros ante nosotros. No seáis tan inconscientes cómo vuestro Primarca y uniros al bando vencedor, sobretodo tu Har'kan.
-Te reconozco, eres Licerian de la Guardia del Fénix -dijo con amargura Har'kan, observando con odio al Hijo del Emperador y viendo como estaban rodeados. -Mírate, tienes un aspecto asqueroso y deformado… habéis seguido a Fulgrim en su locura. No vamos a traicionar al Imperio y al Emperador, lucharemos hasta el final ante el cuerpo de Ferrus y vengaremos su muerte.
-Siempre tan estúpidos y estoicos de mente mecánica -espetó Licerian negando con la cabeza y señalando a Har'kan con una de sus espadas. -Os he dado una oportunidad de uniros y me rechazas, ahora os mataremos a todos y nos divertiremos con el cuerpo de tu Primarca.
-Yo creo que no va a pasar nada de eso -una voz femenina y vengativa retumbó en los oídos de todos los Astartes allí reunidos arrastrada por el suave viento. -El cuerpo de Ferrus es para mi señor y vuestro destino será decidido únicamente por mí.
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La senda del Odio
FantascienzaLa Gran Cruzada de Emperador de la Humanidad está en su punto álgido. Horus Lupercal, Señor de la Guerra mueve los efectivos de cuatro legiones de Astartes hacia Istvaan para la pacificación del sistema rebelde, pero tiene otros planes diferentes re...