La Espíritu Vengativo se abrió paso entre los campos de escombros y restos retorcidos de las destruidas naves del Mechanicus, que chocaban contra sus escudos de energía como si fuera una lluvia de granizo. Horus Lupercal, Señor de la Guerra y líder de las Legiones Traidoras al Imperio, observó aquel miserable sistema a través del Oculus del puente de mando de forma impasible. Era un semidiós enfundado en una gigantesca armadura negra como la noche, las runas deformes de los juramentos y tratos con los poderes de la Disformidad se retorcían de forma agónica, su pálido y esculpido rostro miraba hacia la bola pedregosa que era Engram con la férrea determinación de saquear sus secretos. Sus espías dentro del Mechanicus y la propia adivinación de Erebus le habían revelado lo que ocultaba aquel planeta olvidado, un tesoro que lo haría ascender a la misma divinidad. La esquirla del C'tan, un artefacto de una raza extinguida llamada Necrontyr hacía sesenta y cinco millones de años, en un cataclismo que había sacudido la galaxia de forma brutal. Una descarga eléctrica recorrió la garra relámpago de Horus, al cerrarla y abrirla de forma inconsciente, mientras se giraba para mirar a su consejo de guerra con furia apenas contenida.
-¿Es este el sistema donde está la reliquia, Erebus? -la voz de Horus sonó cruel e inflexible, al pronunciar la pregunta. -Por qué sí es así, más vale que merezca la pena por tu propio bien.
-Sí, mi Señor de la Guerra -asintió ladinamente Erebus, sonriendo con su pelada cabeza cubierta de danzantes tatuajes sombríos. -La reliquia está en ese mundo, los idiotas del Mechanicus piensan que es una fuente de almacenamiento de datos infinita y la han conectado a su red de datos. Quieren crear un nuevo Marte, lejos de los ojos del Imperio y de los dos bandos en disputa.
-Son unos necios -Ezekyle Abaddon lo dijo de forma brutal, sabiendo que era lo que pensaba su padre genético, a la vez que avanzaba enfundado en su negra armadura de Exterminador, como si fuera una réplica del propio Horus. -En esta guerra no hay bandos neutrales, estás con nosotros o en nuestra contra y lo último significa la muerte, por desafiar al Señor de la Guerra.
-Muy cierto, Ezekyle -Horus asintió levemente mirando con orgullo a su primer capitán, qué se arrodillaba ante él a la espera de saber su voluntad. -Prepara a la Legión, vamos a hacer un ataque de punta de lanza contra la capital de este miserable mundo. Reclamaré en persona mi premio, hijo mío.
-No tiene por qué mancharse las manos en este pequeño mundo -Erebus replicó, sintiendo sobre él la mirada iracunda de Abaddon y la del propio Horus. -Yo mismo le traeré la reliquia, mi señor.
-¡Silencio, víbora! -rugió Abaddon alzándose como un titán y encarándose a Erebus, al cual sacaba más de una cabeza gracias a su poderosa armadura y desenfundó su espada de energía. -Estoy harto de tu petulancia y tus medias verdades, creyéndote que puedes manipular al Señor de la Guerra y a su Legión -la hoja del arma se iluminó al ser activada y Erebus retrocedió un paso, sintiendo como cada Astarte del puente estaba listo para saltar sobre él. -Se hará la voluntad del Señor de la Guerra y tú, obedecerás sus deseos o perderás tu cabeza.
-Tranquilo Ezekyle, parece que nuestro querido Erebus ha entendido su situación de invitado -Horus se regodeó levemente, mientras hacía su papel de magnánimo líder ante todos. -Él no hará nada, es más, se quedará en la Espíritu Vengativo como muestra de obediencia. ¿Verdad, Erebus?
-Sí... Señor de la Guerra -las palabras salieron de entre los finos labios apretados de Erebus, mientras retrocedía hasta las sombras junto con el resto del consejo de guerra de Horus apretando los puños, frustrado por ser apartado de aquella invasión. -Obedezco tus órdenes y deseos.
Horus no le hizo caso, se volvió hacia el Oculus otra vez y sus ojos miraron hambrientos al mundo de Engram. Tomaría la esquirla del C'tan y haría lo que su padre no hizo, transformarse en un Dios y gobernar eternamente a la Humanidad con puño de hierro, evitando su extinción y acabar con las cadenas que le habían puesto los Cuatro para obedecer su voluntad. Su risa cruel retumbó por todo el puente, haciendo temblar a todos los presentes y se encaminó con paso rápido a su Thunderhaw personal, mientras era seguido por Abaddon y su escuadra de Exterminadores Justerin. Reclamaría su premio en persona y mataría a todo ser que se interpusiera en su camino con sus propias manos, nadie le impediría alcanzar su glorioso destino y dejar una marca eterna en la galaxia.
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La senda del Odio
Fiksi IlmiahLa Gran Cruzada de Emperador de la Humanidad está en su punto álgido. Horus Lupercal, Señor de la Guerra mueve los efectivos de cuatro legiones de Astartes hacia Istvaan para la pacificación del sistema rebelde, pero tiene otros planes diferentes re...