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Las clases habían acabado y las vacaciones comenzaron, mis padres me recibieron con una enorme sonrisa y un pastel de cumpleaños. Al fin cumplía mis catorce años después de un largo año escuchando la palabra "niña" salir de la boca de Sirius a cada rato.

Me dio pena saber que ya no volveríamos a hablar o que incluso ambos nos terminaríamos olvidando del otro. O eso pensé.

Cuando terminé de abrazar y saludar a mis padres, una avecilla de papel voló hacia mí y extendí mi mano para que aterrizara en ella, la desenvolví y leí:

"Feliz cumpleaños, Callie"

Volteé hacia ambos lados para buscarlo pero no lo encontré.

—¿Está todo bien, cariño? —me preguntó mamá, poniendo su mano sobre mi hombro para llamar mi atención.

Dejé de buscar por la estación de trenes, giré para regalarle una sonrisa leve y calmarla.

—Está todo bien, mamá —agarré su mano para darle un suave apretón—. ¿Vamos a casa? Tengo muchas ganas de comer el pastel.

—Que bueno que pienses lo mismo que yo, porque quería comerlo desde hace bastante minutos atrás —dice papá, haciendo que suelte una risa y que mamá le diera un golpe.

—Es el cumpleaños de tu hija, no tuyo —lo regaña mamá, mientras comenzamos nuestro camino fuera de la estación.

—En mi último cumpleaños recibí un cupcake, no un pastel, Martha —se quejó él.

—No había demasiado dinero, y ya deja de quejarte. Cuando lleguemos a casa Callie soplará las velas y podrás comer una porción.

Volteo mi cabeza para buscarlo entre las personas por última vez, logro ver una silueta de un perro caminando entre las personas pero rápidamente se desvanece en el aire.

—¿Solo una porción?

—¡Michael!

—Bueno, pero que sea una porción grande.

—Tu doctor dijo que debías cuidarte del azúcar, papá —digo, volteando de regreso y metiéndome en la conversación.

—Mi doctor está más loco que yo, cariño. Y eso es decir mucho.

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Ay...

ENCHANTED, sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora