1 ❝¡Vamos, te vas a divertir!❞

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A simple vista Elena Rosier era la Slytherin ideal. Prefecta, con excelentes notas, excelente comportamiento, recientemente nombrada premio anual, y sangre pura.

Pero tenía un secreto que nunca se lo contó a nadie: Estaba tremendamente aburrida.

Luego de siete años de ser perfecta, se había encontrado con el hecho de que pasó todos sus años en Hogwarts haciendo lo que otros esperaban de ella, pero ¿Qué hay de lo que Elena quiere? Por supuesto que no era casarse con el idiota de Graham Montague, solo salieron por dos meses y fue horrible. Sus padres no dejaban de presionarla para que se hiciera "amiga de él otra vez", como si ella no entendiera cuáles eran sus verdades intenciones.

Suspiró mientras arrugaba la carta sin terminar de leerla, y la prendía fuego, era un tonto acto de rebeldía, pero era lo máximo que se había atrevido en toda su vida y se sintió bien. El fuego consumió el papel demasiado rápido, apagándose junto con su emoción.

─ Realmente debe gustarte el fuego. ─ Elena levantó la vista, no esperaba que hubiera alguien aquí. Se encontraban sentada en la valla de uno de los balcones abiertos del castillo, el invierno se acercaba y las temperaturas bajas alejaban a la mayoría de los estudiantes de la interperie, o eso era con lo que ella contaba.

─ ¿We-Weasley? ─ Preguntó dudosa, no entendía el porqué él le hablaba tan casualmente.

─ Soy George. ─ Se presentó como si ella no lo conociera. Junto a su hermano gemelo, eran los chicos más populares de séptimo año.

George Weasley era conocido como el gemelo bueno, y eso teniendo en cuenta que se decía que había llenado de polvos Bulbadox los vestidores de el equipo de quidditch de Slytherin. Como todo Weasley era pelirrojo, alto, fornido, ligeramente pecoso, era lindo pero su verdadero atractivo estaba en su personalidad. Él era juguetón, alegre, amable, e inteligente, y Elena se atrevería a decir que un poco más centrado y recatado que su gemelo.

─ Soy Elena Rosier.

─ Lo sé. Premio anual ¿Verdad?

─ Sí. ─ Asintió sorprendida, ella no era alguien que resaltara si no era académicamente, y ellos dos nunca habían hablado. ─ Me sorprende verte...

─ ¿...Sin mi hermano? ─ Quiso adivinar. ─ Siempre que estoy solo, me lo dicen.

─ No. Iba a decir que me sorprende verte aquí afuera, tengo entendido que no te gusta el frío.

─ ¿Cómo lo sabes?

─ No soy una acosadora. El año pasado lo gritaste un par de veces en clase de pociones.

─ Pues sí, no me gusta. Salí porque algo llamó mi atención.

─ ¿Qué cosa? ─ Preguntó Elena mirando al rededor en busca de ese algo curioso. George se rió y ella lo volvió a mirar confundida.

─ Vi a una chica linda prendiendo fuego una carta con una sonrisa. ─ De pronto el calor subió al rostro de Elena. ─Para cuando me di cuenta, mis pies me trajeron aquí ¿No será que eres una sirena?

─Y-yo... ─ No era la primera vez que alguien coqueteaba con ella usando piropos tan malos, pero era la primera vez que estos tenían un efecto en ella.

─ ¿Está bien que una prefecta esté sentada peligrosamente en este lugar?

Ella miró hacia abajo, la caída de allí sería mortal, le gustaba la vista de allí, y sería difícil caerse accidentalmente porque la baranda balaustrada donde estaba sentada era ancha y estaba más inclinada hacia el interior del balcón que hacia el precipicio. No era para tanto, pero no era un buen ejemplo para los niños.

Entre Serpientes y Sortilegios 【George W.】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora