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Rosalie cerró los ojos mientras escuchaba el silencio del bosque.
El suave ruido de los pájaros en vuelo, así como el agua de un río que corría muy cerca, atravesó el sensible oído de la vampira.
Ya llevaba unas dos horas de cacería. Mientras tanto, había sacrificado algunos animales pequeños para saciar su sed. Había sido bueno. Pero no había sido suficiente.
Necesitaba algo más grande. Algo para compensar el tiempo que había pasado comiendo la extraña comida humana. Algo que podría volver a encarrilarla de nuevo.
Todavía no era temporada de osos. Los pumas tampoco. Pero había muchos alces en la región Moose que Rose había estado buscando durante todas esas horas y no encontró nada.
—Pero que mal. — Ella susurró. Su garganta aún ardía ligeramente. Comía hasta que su estómago estaba completamente lleno.
Un viento cálido soplaba del noreste. Y con él, un delicioso aroma. Rosalie aspiró con satisfacción el delicioso aroma de Moose que finalmente llegó a su nariz.
Era como entrar en una tienda de chocolates. Mucho mejor que eso quizás. A Rosalie se le hizo agua la boca y sin perder tiempo, sus sentidos se pusieron a trabajar.
Por el ruido que hubo, podría haber jurado que el alce era un macho grande y fuerte. Separado de su grupo por alguna razón, estampó sus patas en la tierra mientras llamaba a los suyos.
Necesitaba ser rápida. Antes de que se fuera. Entonces sus pies se ponen a trabajar, y en cuestión de segundos alcanzó un ritmo bastante rápido.
Solo podía pensar que este final de la caza finalmente rectificaría su situación. Eso la convertiría en la antigua Rosalie otra vez.
Pero cuando sus pies llegaron al destino deseado, toda su esperanza se desvaneció.
El olor del enorme alce la había llevado a uno de los muchos grandes claros en los bosques de Forks.
Esperaba encontrar un animal grande con sangre pulsante, pero lo que encontró fue completamente diferente.
Una mujer con cabello negro puntiagudo estaba de pie en el centro del claro.
Con un vestido negro con mangas largas y solapas blancas, estaba completamente fuera de lugar.
Las cejas de Rosalie se fruncieron confundidas mientras miraba la imagen.
Lo había oído, lo había olido...
¿Que estaba ocurriendo? ¿Qué estaba haciendo esa mujer, humana por el latido de su corazón, allí?
¿Dónde estaba su alce?
Al ver la confusión de la mujer a tantos metros de distancia, la misteriosa mujer sonríe mostrando sus dientes altamente blancos.
