Saye 97.

413 57 27
                                    

"Pero no importaba la respuesta, todo parecía insuficiente al lado de ∞".







Los dos inclinaron la cabeza y gritaron durante mucho tiempo. Era bastante satisfactorio, pero Jiang Cheng pronto sintió que le faltaba un poco de oxígeno después de un rato de gritar en esta posición.

Rápidamente sacó su teléfono: —Vamos, mantén esta posición y no te muevas.

—¿Estás tomando una foto? —Gu Fei giró la cabeza y preguntó.

—Hm, no te muevas, mira a la cámara—, Jiang Cheng sostuvo su teléfono por encima de sus cabezas, y ambos miraron sus rostros en la pantalla—. Ahora grita, ah~

Gu Fei se rio y le siguió con otro «ah» mientras Jiang Cheng pulsaba el obturador: —Muy bien, me duele el cuello.

—Encendamos los fuegos artificiales. —Gu Fei dio una patada a la bolsa de plástico.

—¿Er-Miao se atreve a encenderlos? —preguntó Jiang Cheng.

—Ella no sabe cómo—, dijo Gu Fei—. Tienes que sostener sus manos y encenderlo.

—De acuerdo—, Jiang Cheng sacó su paquete de cigarrillos—. Lo haré con ella.

—Oye, oye, oye—, Gu Fei le entregó a Jiang Cheng el encendedor que tenía en la mano—. ¿Vas a dejar que lo encienda con un cigarrillo?

—... Lo olvidé. —Jiang Cheng tomó el encendedor de Gu Fei, era uno de tallo largo que consiguió en la tienda—. Vamos Er-Miao, ¿encendemos los fuegos artificiales?

Gu Miao se sentó a su lado sujetando su patineta, y Jiang Cheng le puso el encendedor en la mano: —Presiona aquí.

Sujetando el dedo de Gu Miao, encendieron juntos el encendedor, luego él le tomó la mano y se acercó para encender la mecha.

—¡Bien, bien, se encendió! —Jiang Cheng la hizo retroceder un par de pasos.

El que encendieron era un paquete de ocho palos, y aunque no era tan impresionante a la luz del día, aun así Gu Miao dejó escapar un silbido de emoción en el momento en que las chispas salieron disparadas.

La bolsa de fuegos artificiales que Gu Fei sacó no contenía mucho, pero Gu Miao no era como los demás niños cuando se trataba de encender fuegos artificiales. A los demás niños les gustaba ver cómo estallaban uno tras otro, pero Gu Miao se emocionaba tanto después de cada uno que salía en su patineta y daba un par de vueltas por la zona antes de volver. Y si alguien encendía petardos en las cercanías, no tenía más remedio que atravesar el humo.

Y por eso tardaron casi una hora en terminar de encender todos los fuegos artificiales.

—Muy bien, no más—, dijo Gu Fei—. El resto lo encenderemos esta noche cuando esté oscuro, se verá mejor.

Jiang Cheng estaba a punto de hablar, cuando al otro lado de la calle llena de humo, desde lo que parecía tan lejano como el otro lado del mundo, llegó un llamado.

Fuerte y claro.

—Feifei, Miaomiao y compañero de clase --es hora de comer--

—¿Qué carajo? —Jiang Cheng se giró para mirar fijamente a Gu Fei en estado de shock—. ¿Quién es el que nos llama?

—Quién más. —Gu Fei mostraba una expresión complicada en su rostro.

—¿Ponytail boi? —preguntó Jiang Cheng.

UN GATO Y UN CONEJO (sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora