FRÖHLICHE STUNDEN
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Barbara Quinn.
¿Por qué estoy corriendo?
Tengo la respiración acelerada, siento mis latidos en mis oídos y me duele todo el cuerpo, pero sé que no debo dejar de correr. Algo me dice que estoy protegiendo a alguien, pero no sé quién es, solo que me está doliendo.
Solo sé que tengo el pecho demasiado pesado y que mi vista es borrosa por las lágrimas. Aparto las hojas. No sé de dónde salieron las hojas. Escucho pasos detrás de mí. Muchos de ellos.
Llego a un acantilado y vuelvo la mirada hacia atrás. Solo veo sombras. Un sollozo doloroso se me escapa al mismo tiempo que escucho un grito y algo me atraviesa por la espalda. Intento tomar la mano que repentinamente aparece, pero...
Los ojos se me abren de repente, con la respiración acelerada y con los latidos en mis oídos. Toco mis mejillas, que están empapadas, e intento limpiarme, pero aun siento ese impacto contra mi espalda. Aun siento esa angustia, ese miedo y ese dolor.
Se siente tan real, que me saca un sollozo. Aprieto mi puño contra mi pecho e intento controlarme, pero no puedo. Acerco mis piernas contra mi pecho, consolándome, tratando de alejar este dolor. Siento que perdí algo.
<<Siempre pierdes todo.>>
Aprieto mi mano contra mi boca, tratando de acallar mis sollozos. Se que nadie me escucha. En esta habitación que se siente tan vacía y oscura, sé que nadie me escucha, pero siempre trato de que mi dolor nadie lo vea.
No paro de llorar, tampoco puedo consolarme y solo se escuchan mis lamentos. <<Odio esto.>> Odio llorar en la madrugada, odio que cada vez que sueño, despierte llorando.
Esta no es la primera vez y sé que no será la última vez que despertaré de esta forma. Tomo pastillas para dormir, porque Baltasar me obliga a ingerirlas, ya que de mi parte no deseo cerrar los ojos.
Cuando lo hago, solo revivo mis pesadillas.
Me levanto de la cama, con las piernas temblorosas, y me voy a la ducha. No me desnudo solo abro la llave y dejo que el agua fría me empape. No quiero esta sensación. Odio esta sensación, pero...
No dejo de llorar.
Solo me deslizo hacia el suelo y atraigo mis piernas, dejando que esto, lo que siento se termine, permitiendo, como todas las noches, ser vulnerable. Me permito sentirme como una niña, y no como la mujer que es la cabeza del Círculo Rojo.
Solo en las madrugadas me permito ser débil.
Minutos y minutos pasan cuando el dolor se desvanece. El frío me está calando, pero prefiero esto. Prefiero este frío que entumece, que detiene cualquier pensamiento o sensación.
Salgo de la ducha sintiéndome yo misma. Me despojo de la ropa mojada y me seco con una toalla. Voy a mi armario, donde escojo un buzo grande y unos pantalones sueltos. Me visto rápidamente y abandono la habitación.
Bajo a la primera planta y me voy a la cocina, donde me llevo una copa de vino. No me sorprendo cuando escucho los pasos de Baltasar, ni menos cuando está vestido como yo.
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QUINN ©
RomanceTRILOGIA INFERNO: LIBRO 2 El juego no ha terminado. Los espectadores siguen en las sillas, ansiosos de ver el final. Ella aprendió de su error y ahora viene preparada para jugar con su mayor contrincante. Nuevos jugadores resurgirán, aquellos que...