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Cuando una ola se estrella en la orilla, se disuelve hasta ser nada. La arena absorbe la pureza del agua y la convierte en neblina.

Cuando una ola se estrella con otra, la atracción la hace crecer, volverse más salvaje, dejando la armonía del océano permanecer intacta. Romper esa armonía lastimaría no solo a las olas, sino al océano entero.

Dicen que cuando dos hombres se besan, deben sentir una creciente enfermedad desde el fondo de su estómago. Esa enfermedad puede crecer y consumirlos por completo a menos que alguien le ponga fin y les enseñe lo que es correcto.

Beomgyu no sentía una enfermedad de ningún tipo.

Solo una inmensa duda.

Muy temprano en la mañana después de ese día, Beomgyu despertó con unos suaves labios sobre los suyos, esa simple acción haciéndolo sobresaltarse, apretando las sábanas en sus manos antes de saber que estaba pasando. Cuando abrió los ojos, vio a Lia sonriendo, su aliento mentolado sobre su rostro.

—Tengo que irme. Aún es muy temprano así que vuelve a dormir. Te hice el desayuno, está en la cocina —dijo Lia y Beomgyu asintió débilmente, para después recibir un rápido beso en los labios.

Sus labios contra los de Lia fueron lo que le recordó lo que estaba bien y lo que estaba mal. Esto era lo que estaba bien. Era su virtud, a lo que debía obedecer si tuviera un poco de moral, así que se levantó en un movimiento casi doloroso y besó a Lia un poco más firme, asegurándose de que sintiera todo.

Lia sonrió sobre sus labios y se alejó después de unos momentos, sonrojada.

—Voy a extrañarte — le dijo.

—Voy a extrañarte también. Llámame. —Beomgyu le respondió y ella asintió.

—Por supuesto que lo hare, te amo —le dijo ella, besando su mejilla.

—Te amo también. Déjame llevarte hasta la puerta. — Beomgyu sugirió y Lia sacudió la cabeza

—Oh, no, hace mucho frio allá afuera, no quiero que te enfermes — Lia le respondió y el pelinegro se levantó de la cama.

—No te preocupes por mí, Lia — Beomgyu dijo sonriendo, apartando unos mechones de cabello de su rostro—. Espero que aproveches estos días para pensar en ti misma.

—Espero que aproveches estos días para encontrar tus propios intereses — le respondió ella, riendo.

—No creo que te guste que lo haga.

Beomgyu tomó un abrigo y se lo puso rápidamente antes de cargar la maleta de Lia y salir de su habitación. Ella caminó tras él.

—No tienes que-

—Lia, ¿no crees que te preocupas demasiado? Soy tu esposo, tengo que cuidar de ti. —dijo suavemente y Lia asintió, mirando al piso. Beomgyu besó su frente y después abrió la puerta para salir.

Hacía frio afuera, el cielo aún estaba oscuro. Un coche estaba esperando afuera de su casa con las luces encendidas. Era plateado, brillante, con el techo perfectamente cuadrado. Beomgyu vio a Yeji sentada en el asiento del conductor.

—Bueno, Yeji me dijo que va a conducir hasta allá, supongo que está bien — Lia dijo y Beomgyu gruñó.

Bajó las escaleras de su casa hasta la calle, detrás del coche del que Yeji salió, viendo a Lia y dándole un abrazo mientras Beomgyu abría el maletero del coche.

—Déjame ayudarte — dijo una voz y Beomgyu levantó la vista sorprendido de ver a Yeonjun con su cabello castaño cayendo por su frente hasta sus ojos.

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