Los duendecillos de Cornualles, también conocidos simplemente como duendecillos, son unas pequeñas Criatura Mágica revoltosas y muy traviesas, de color azul brillante, a las que les encanta hacer trucos y bromas.
DESCRIPCIÓN
Son pequeñas bestias capaces de volar, y disfrutan tirando de las orejas a la gente y arrastrarlos hasta dejarlos en la cima de los árboles y edificios, mostrando una fuerza increíble para su tamaño. Los duendecillos de Cornualles solo pueden comunicarse con otros duendecillos, sus voces son descritas como "tan agudas como un montón periquitos discutiendo". Hay que tener mucho cuidado con ellos pues son capaces de causar muchos destrozos, especialmente cuando hay muchos de ellos encerrados en una misma habitación.
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HISTORIA
En Cornualles en el siglo XVII, Dymphna Furmage, una bruja que vacacionaba, fue secuestrada por los duendecillos. Esto llevó a un temor de toda la vida de ellos, que la llevó a solicitar que el Ministerio británico de Magia erradicara a esta especie. Su solicitud fue rechazada, y murió en 1692.
En 1992, Gilderoy Lockhart llevo un grupo de duendecillos de Cornualles, recientemente atrapados, al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería durante su función como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Afirmo que son criaturas diabólicamente complicadas, pensó que sería perfecto para una clase práctica para la Defensa. Perdió el control de ellos, y trató de reunirlos al utilizar el encantamiento Peskipiksi Pesternomi. Sin embargo, esto no funcionó, ya que lo más probable es que Lockhart lo hubiese inventado o mal pronunciado. Los duendecillos tomaron a Neville Longbottom por las orejas y atacaron a otros compañeros que estaban tratando de golpearlos con sus libros y Neville quedó colgado en el techo. Lockhart se apresuró a salir de la habitación, y ordeno a Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger que pusieran los duendecillos de vuelta a sus jaulas. Granger puso fin a la revuelta con un encantamiento de congelación. Debido a esto, Ron Weasley proclamó que la única cosa que aprendió de Lockhart fue "no dejar duendecillos sueltos".
