Capítulo 4

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   Al día siguiente me dolía mucho la cabeza. La noche anterior no comí nada y lloré casi todo el tiempo. Aún no me podía creer que Mark me había hecho eso, después de todo lo que lo quise, pero supongo que para cada persona el entregarte es diferente.

     Soy una persona muy perfeccionista, todos lo saben. Siempre trato de alcanzar las mejores notas y es por ello que me preocupaba tanto la situación de las fotos.

    Sentí a mi mamá cantando algo en la cocina y miré la hora, 6:23am. Es un milagro que me haya despertado antes de que suene la alarma.

   Bajé con cuidado y sentí que la cabeza se me quería explotar.

    Mamá aún cantaba, y papá estaba en la mesa del comedor leyendo algo en su teléfono. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, ¿y si?...No, mi papá no era de revisar las redes. ¿Pero que pasa si se lo enviaban?

   –Cariño, buenos días. ¿Cómo amaneciste?– mamá dejó de cantar y se acomodó.

  –Hola mami. Me duele mucho la cabeza, creo que no iré a la escuela– puse una mueca.

  –Debes sentirte muy mal para no querer ir a la escuela– se acercó y me besó la frente– Tranquila amor, quédate y descansa.

   Miré a papá por el rabillo del ojo. Él me miraba sin un rastro de expresión. Capté un movimiento, se había puesto de pie y pasó por mi lado.

   –Buen día, Heiry– y sin más subió al cuarto.

   Oh no, esto no es bueno. ¿Que pasa si...?

  –¿Sabes que le pasa a papá?– pregunté.

–Está raro desde anoche, no me ha querido hablar del tema. Supongo que estrés del trabajo, no te preocupes por eso– comentó.

  Asentí.

  –Samuel vino a verte anoche, a eso de las ocho treinta, me sorprendió que estuvieras dormida a esa hora.

   –Estaba cansada.

   Ella sonrió: – Entiendo.

     En realidad si escuché cuando Samuel vino, y cuando mamá intentó abrir la puerta. Pero me hice la dormida porque no tenía ganas de hablar con nadie.

    –Cariño– dijo mi madre sacándome de mis pensamientos– si no vas a la escuela recuéstate un poco más, aún es temprano.

    Asentí sin refutar y subí a mi habitación, pero lo que menos tenía era sueño.

    Revisé mi celular y las notificaciones no paraban. ¡Joder, esto es.... asfixiante! Y no sé por qué de la nada algo me dijo que llamara a Beth, si, mi ex mejor amiga o...ni siquiera se que somos.

    –¿Heiry...estás bien?– su voz sonaba adormilada por los altavoces de mi celular.

  –No quería despertarte– hice una pausa y suspiré – quiero...desaparecer.

    Sentí que un nudo se formaba en mi garganta y tragué en seco.

   –¿Estás en tu casa?– preguntó, ahora un poco más despierta.

  –.

  – Espérame, voy para allá.

   Y sin más colgó. Unos pocos minutos después sentí el timbre de la puerta y a mi mamá abrirla.

    Luego sentí los pasos en la escalera.

   –Heiry, aquí está Beth– sonrió – no sabía que ya habían arreglado sus diferencias. Me alegra mucho.

  –¡Mamá!– la miré con mala cara– pasa Beth.

   Beth sonrió y entró sentándose a un lado mío, en la cama.

   –Bueno, me voy. Seguro tienen muchas cosas que contarse– dijo para luego desaparecer.

   – Todo está...igual a como lo recordaba – dice la pelinegra después de unos minutos de silencio.

  –Ya sabes que no me gustan mucho las remodelaciones – me encogí de hombros.

 

   –Oh, ¡pero si es Pulpy !– Beth tomó a un oso que le faltaba media oreja y lo abrazó.

– Aún lo conservo– dije.

    En mi cumpleaños número diez,  Beth me regaló al oso que luego bautizamos como Pulpy. Ahora que lo pienso ¿quién llama Pulpy a un oso de peluche?

    Ella pareció leer mis pensamientos: – ¡Mira que ese nombre para un oso....!

    Reímos a la vez.

    –¿Recuerdas cuando perdió la oreja?– ella me miró.

  –Si, ese día no quise comer.

  –Te molestaste conmigo porque mi perro lo cogió como juguete.

  –En mi defensa, Pulpy no parecía para nada un juguete para perros– me crucé de brazos.


  –Pero que culpa tenía yo de que Tobby fuera tan juguetón – reclamó.


  –Bueno si, me pasé un poco en dejarte de hablar una semana.

   Ella me miró con los ojos  entrecerrados.


  –Bueno, en realidad fue muy exagerado de mi parte.


  –Lo fue– ella sonrió.


    No recordaba lo que era hablar con ella. Y estar así ahora, como si nada hubiera pasado, me quita un peso de encima. La extrañaba y mucho.

     –¿Quieres...ya sabes...hablar del tema?– preguntó de forma sutil.

    –No hay mucho que hablar al respecto. Simplemente que soy una jodida idiota.

  –No lo eres. Confiabas en él, como cualquier pareja lo haría. No es tu culpa que él sea un hijo de puta con falta de atención– dejó al oso a un lado.

   –Si, pero...

  –Pero nada– hizo una pausa– ¿Se lo haz contado a tus padres?

   Negué y la sensación de miedo volvió.

  – Hazlo. Conozco a tus padres muy bien. Te apoyarán y te entenderán.

  – No lo sé – me quedé pensativa.

  –Una de las cosas que más admiro de ti es que eres valiente y fuerte. ¿Recuerdas cuántas veces me defendiste de aquella pesada que se metía conmigo en la primaria? Joder, esa niña si que era intimidante. Pero aún así, tu...con tu tamaño de minion la enfrentaste, solo por ayudarme.

  – Era una tonta – negué sonriendo– ¿A quien se le ocurre decir idiópida para ofender a alguien? Esa palabra ni siquiera existe.

  – Si que lo era. Pero volviendo al tema, debes hablar con ellos.


  –Lo haré – la miré, decidida– esta tarde.


  –Bien– me miró y luego miró su reloj– ahora...tengo que irme. Ya debe ser casi la hora de entrar a la estúpida escuela. Nos vemos, Heiry.

    Me abrazó muy fuerte.

   –Nos vemos, Beth.
 

  

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2023 ⏰

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