Daisy

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     Los largos días en la escuela drenaban mi energía de formas que me costaba recargar. Muchas veces, todo lo que hacía en los ratos libres era usar mis audífonos para escuchar algunas canciones con la esperanza de que al hacerlo, pudiera resistir mejor a la hostilidad del espacio en el que pasaba 25 horas de mi semana.

     No todo era malo, y debo admitirlo. Habían pequeños momentos, que contaba con mis dedos en los que reía con mis amigas Samantha y Alice. Ellas solían preocuparse por mi, pero últimamente no habían notado que cada día tenía un poco menos de luz que el anterior. Quizás yo debería haberles dicho lo que sentía, pero abrirme mostrándoles algo tan oscuro como eso solo las habría preocupado. Asíque decidí atravesar mi desgano sola y seguir poniéndole buena cara a ellas.

     El teléfono en mis manos marcaba las 10:54, pronto tendríamos un pequeño receso. Lo que indicaba que era mi momento de relajarme con música. Cuando el reloj dió las 11, Alice, Sam y yo caminamos fuera del salón de clases. Nos dirigimos al comedor para buscar alguna especie de desayuno algo tardío. Podía escuchar sus voces hablando nuevamente de los chicos con los que pasaban noches conversando. No eran sus novios ni nada que se le parezca. Pero las emocionaban por demás.

– ¿Oíste eso Daisy? –preguntó Alice con una sonrisa y yo negué con un simple movimiento de cabeza.

– Sam quedó con su chico anoche para que hoy pasemos el rato juntos, son tres amigos –dijo insinuando que algo podría pasar entre ellos y nosotras.

– Ajam, y dime...¿A qué hora planean hacer tal cosa? –les pregunté restándole importancia a lo que insinuó Alice.

– Pues ellos están libres la siguiente media hora, asíque pensé que podríamos faltar a la clase y quedar con ellos en el patio para no se, conversar –mis ojos se abrieron al oír a Samantha.

– Oh no, definitivamente no. Ir con ellos suena de lo más aburrido, hacerlo en una hora de clases es algo que considero innecesario. No hago esas cosas Sam, lo sabes, no me siento cómoda faltando a dónde debo estar.

– Por favor Daisy, tenemos 16 años, es el momento para que hagamos este tipo de cosas, de otra forma, pronto seremos adultas y ya no habrá lugar para estás trampas de secundaria... anímate, será divertido –dijo Alice tomando mis manos.

– Yo um, puedo acompañarlas quizá solo un rato.

– ¡Si! Eres genial –dijo Samantha y me abrazó.

     Odiaba hacer cosas solo para que no se alejaran de mí. Pero en el fondo sabía, que si las perdía a ellas, nadie más querría ser mi amiga. Nadie entendería los momentos en que me aíslo y los otros momentos en que parezco una chica común como ellas.

– Oigan debemos ir a maquillarnos para conocerlos –dijo Alice, quien probablemente sentía que esa era una gran idea.

     Y, puede que para ellas, que buscaban amores dónde podían, si lo fuera. Pero para mí, alguien que asistía por obligación a un lugar que odiaría, arreglarse para hacerlo se sentía doblemente patético.

     Fuimos rápidamente al tocador, donde Alice y Samantha se maquillaron con brillos labiales de tonos fuertes y máscara de pestañas. Yo las miraba estupefacta, no entendía el por qué de hacer todo eso para conocer a un par de chicos de secundario.

– Faltas tu Daisy –dijeron ambas al unísono.

– Pues no, paso –contesté con suavidad y oí la campana que marcaba el fin del receso y el comienzo de la siguiente clase.

– Es hora, vámonos –dijo Sam con emoción.

     Caminamos de vuelta al comedor y lo atravesamos hasta llegar al patio, que tenía algunos bancos, una fuente y flores en canteros.

     A lo lejos pude notar tres muchachos, parecían de último año. No eran los chicos populares de su clase, de haberlo sido lo hubiera sabido. De hecho, eran chicos que jamás había visto antes, por increíble que sonara. Dos de ellos miraban hacia nosotras y el tercero estaba sentado en el suelo frente a ellos.

     Al acercarnos lo suficiente para que todos compartieran un cálido saludo, el chico del suelo volteó a mirarnos.

     Algo en su mirada hizo que deseara haberme maquillado también. No entendía por qué, pero tenía la extraña sensación en mí, de que no estaba preparada para conocerlo. Me sentía completamente desnuda frente a unos ojos que acababa de conocer.

– Bien, Alice, Daisy, ellos son Jacob, Thomas y Noah –por más que deseé concentrarme en conocer a Jacob y Thomas, mi cabeza solo pensaba en Noah.

     Él me miró con una, casi imperceptible sonrisa.

–Y chicos, ellas son Alice y Daisy.

     De pronto, me sentía más tímida que en toda mi vida. Mis manos temblaban levemente y sentía mi garganta seca. No entendía qué ocurría, solo sabía que debía irme de allí.

– Yo... Debo regresar a mis clases. Adiós –me moví tan rápidamente lejos de allí, que nadie pudo decirme nada, ni siquiera saludarme.

     Mis pies se movían sin pensar. Quería alejarme de allí por el nerviosismo que ese chico había desatado en mi, pero una parte de mi quería regresar a mirar sus ojos.

     Al llegar al salón de clases, solo entré son pensarlo. Me disculpé por llegar tarde a clases y fingí tener mi atención en la pizarra, pero la verdad era que solamente podía pensar en lo abrumada que me sentía.

    En mi cabeza se repetía una y otra vez el momento en que ese tal Noah, había volteado a mirarme con una sonrisa. Había algo tan extraño en él. No podía decir con seguridad qué era, pero tenía una mirada inusual.

     De repente me di cuenta del error que había cometido. Había dejado a Alice y Sam con ellos. Eso sólo significaba que Alice podría enamorarlo en un segundo. Sabía que Sam estaba interesada en Thomas, pero Alice...Y si ambos se enamoraban, ¿Significaba algo para mí? ¿Por qué debería preocuparme de eso? Yo no buscaba ningún tipo de amor, y tampoco tenía tiempo para hacer algo más que reconstruir mi vida para volver a sentir que la vivía.

Ese Extraño Sentimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora