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Amelie se aferró al cuerpo de Payton.

- No quiero... - le susurró mirándolo. Y solo así él pudo sentir cuanto lo necesitaba. Amelie lo abrazó por la cintura. – por favor...solo...solo sácame de aquí...y no me dejes...

Payton le levantó el rostro y sigilosamente le besó los labios en medio de la oscuridad. Con todo lo que había pasado entre los dos en esos minutos se habían olvidado de lo que los rodeaba de pronto. El tiempo había corrido y las cosas habían pasado. Pero ellos dos seguían ahí. Y había una boda, la más esperada, y miles de invitados, miles de invitados que esperaban a la protagonista de la noche, pero...¿Dónde estaba ella?

- ¡Amelie! – la llamó el coordinador de nuevo. Detrás de la puerta.

- Necesito que confíes en mí... - Payton encerró el rostro de Amelie en sus manos. – todo saldrá bien mientras tú estés conmigo. – ella volvió a asentir. Esta vez con el corazón en la boca. Solo había una sola persona que la hacía vivir este tipo de cosas... y ese era Payton. Este respiró hondo. – ve por tu ropa... - le indicó él. Ella siguió sus órdenes, corrió por una maleta vieja y la abrió de inmediato. Abrió los cajones. Sacó un par de cosas. Más y más. Las metió como pudo. Cuando volteó, Payton acababa de abrir la puerta de su habitación.

- Por fin ha sali... - el hombrecito calvo se quedó callado, observando estupefacto a Payton. Entreabrió los labios y abrió los ojos como platos. - ¿Qui...quié...quién es us...usted? – preguntó temblando.

Payton se volteó para observar que Amelie se encontrara ocupada con sus cosas. Entonces así él tendría tiempo para decirle un par de cositas sin importancia a tal hombrecillo.

- Escúchame bien imbécil. – le ordenó. El calvo asintió con rapidez. – si dices una...sola una pequeñísima palabra de todo esto... - lo cargó por los bordes de su camisa, haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo. – te prometo que te acordarás de mí por todo el resto de tu miserable vida.

Amelie cargó su maleta, saliendo rápidamente de su habitación, aún en ropa interior, descalza y con la cazadora de Payton puesta.

- ¿Me has oído? – le preguntó Payton.

El calvo asintió. Que falta de huevos...

- Bájalo... - le susurró Amelie acariciando sus brazos.

- Vale, vale. – lo soltó. El hombre cayó al suelo. Sus lentes se resquebrajaron, haciendo que perdiera la visión e incluso la noción de todo lo que pasaba a su alrededor. Y cuando pudo retomar la vista y el sentido, de lo único que pudo ser testigo fue del sonido del motor de un auto y el acelerador del mismo.

Comprendió que había sido demasiado tarde. Él se la había llevado de nuevo...

Seduceme - Payton Moormeier (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora