A diferencia de la otra vez que habían dormido juntos, la mañana después del evento de la pesadilla Gintoki ya se había despertado con el amanecer, su sueño había sido tan ligero que los mínimos movimientos de Tsukuyo a su lado lo habían despertado seguido durante la noche. Normalmente no podía siquiera conciliar el sueño después de algo así, por lo que había sido todo un logro el dormir al menos un par de horas seguidas, y el resto del tiempo desvelado se lo había pasado contemplando a oscuras el rostro de la cortesana, hasta que eventualmente se relajaba lo suficiente para volver a dormitar.
Agradeciéndole el apoyo y la compañía durante la compleja noche, el samurái se fue temprano, se sentía un tanto culpable de haberle privado el descanso que sabía bien que ella necesitaba, con todo lo que se exigía trabajando a diario. Tsukuyo no lo contradijo pese a que no tenía sueño, se quedó acostada en el futón al menos hasta que él se fuera y pasaran unos minutos. Ese día fue un tanto decaído para ella, preocupada constantemente mientras se preguntaba cómo estaría él de ánimo.
Gintoki no regresó sino hasta tres días después, sorprendiéndola con su presencia un mediodía, en lo que solía ser la hora de descanso y almuerzo de ella. Se veía como siempre, esos ojos rojos entreabiertos con expresión indiferente, aunque últimamente notaba que cuando se encontraban ambos, le brillaban una pizca más cuando la saludaba con una pequeña sonrisa.
- Gintoki, no esperaba verte hoy. ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú? ¿Cómo van las cosas por aquí?
- Más tranquilas, ya logramos atrapar a los problemáticos de la semana pasada.
- Mejor así. Oye, ¿crees que puedes hacerte un rato esta noche para vernos?
- Puedo.
Asintió con calma, intentando no demostrar que en esa ocasión hubiera sido capaz de cancelar por sí misma su trabajo, con tal de ver con sus propios ojos cuánto mejor se encontraba él realmente, sabía que ese hombre solía esconder sus verdaderas emociones, en especial las conflictuadas.
- Ven a esta dirección cuando termines de trabajar, no importa si es tarde –Explicó Gintoki, entregándole un papelito escrito.
- A eso de las diez y media creo que podría llegar.
- Está bien.
- ¿Cuál es el plan?
- Invitarte a comer afuera, quiero que conozcas un lugar que habitúo –Con una media sonrisa a modo de disculpas, se rascó la cabeza– Perdón, sigue sin ser la barbacoa, para eso tengo que ahorrar un poco más, pero sé que te gustará donde iremos.
- Me encanta la idea, gracias, Gintoki –Agradeció la rubia con una bonita sonrisa– Aunque olvídate de lo de la barbacoa, de verdad que fue una broma que quise hacerte.
- No, eso es algo que quiero hacer, Tsukuyo –Replicó él con más seriedad– Lo hago también por mí, quiero mejorar y ser el tipo de hombre confiable que puede invitarte al menos una vez por mes a algo como eso.
Tsukuyo sintió su corazón derretirse ante eso, además de sorprenderse gratamente, que Gintoki se estuviera proponiendo ese tipo de cosas era un inesperado avance, que él saliera de su posición de asumirse siempre como alguien vago y pobre.
- Está bien, me alegra oírlo.
- Además... Si no puedo siquiera afrontar un gasto como ese, no hay forma que pudiera...
La voz del samurái se fue perdiendo en un murmullo pensativo, como si hubiera hablado más para sí mismo que para que ella lo oyera. La cortesana apenas alcanzó a oír la mitad, por lo que el resto lo tuvo que deducir, interpretándolo por el lado del orgullo o la dignidad de él, aunque se sorprendió de notar un ligero sonrojo en las mejillas de Gintoki. Queriendo evitar que él se pusiera incómodo o en posición de dar explicaciones, ella cambió de tema.
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La luna se lleva y trae los sueños de la noche
RomanceBasado en canon y post-canon Gintoki visita a Tsukuyo en Yoshiwara para darle la noticia del viaje fuera de Edo que está por emprender. Ella ya no duda de sus sentimientos, pero se encontrará no sólo con esa noticia, sino también con las raíces del...