5 - La luz se cuela por las grietas

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Si bien la primera semana después de oficializar su relación de pareja se encontraron algunos días para pasar el rato, la siguiente hizo saborear a Tsukuyo nuevamente la amarga sensación de extrañarlo. Gintoki le avisó que iba a estar muy ocupado entre encargos de los Yorozuya, enseñar esgrima a Seita, y ayudar con un caso a Hijikata y los pocos oficiales del ex-Shinsengumi que todavía trabajaban juntos. La cortesana pensaba que al menos podrían hacerse un hueco algún mediodía o noche, pero ni siquiera algo así sucedió ni él se comunicó, era como si el samurái había desaparecido de la faz de la tierra, trayéndole más de una preocupación y malos recuerdos.

Lo cierto era que ninguno de los dos usaba un teléfono celular, Gintoki le había dicho que había acabado por odiarlos en el poco tiempo que utilizó uno, por lo cual la comunicación entre ellos podía ser sólo a través de algún mensajero o enviar cartas si no se veían en persona, y ella no se sentía cómoda utilizando ninguna para algo tan banal como hacerle saber que lo extrañaba y que esperaba que se vieran pronto, simplemente ella no era ese tipo de mujer. Al menos a Tsukuyo le bastaba saber que estaba bien por lo que Seita le contaba, pero el chico reconocía que ni bien terminaban la clase veía que al peliplateado apresurado por irse.

Ella también podía acercarse a Kabuki-cho para hacerle una corta visita o para compartir al menos una comida, no quería que sólo fuera él quien se movilizara para ir a verla, pero también pensaba que no quería ser molesta, prefería preguntarle antes si era algo que estaba bien para él, o en qué horarios estaba un poco más disponible. Afortunadamente, con el comienzo de la tercera semana, Gintoki apareció nuevamente por Yoshiwara a media mañana. Como ella estaba trabajando en sus rondas de vigilancia, el samurái tuvo que buscarla por todo el barrio, hasta que finalmente la encontró, sorprendiéndola en una esquina.

- ¡Gintoki!

- Tanto tiempo, Tsukki. ¿Cómo estás?

- Bien, ¿y tú? ¿Sigues a tope de trabajo?

- Ya no, ayer necesité un buen descanso, así que hoy estoy como nuevo, aunque tengo un último recado en una hora. ¿Tú estás ocupada como siempre?

- Más o menos, puedo acomodarme –Dijo, para darle a entender que tenía toda la predisposición a hacerse tiempo para estar juntos.

- Excelente. Quiero llevarte a cenar a un lugar especial, ¿cómo estás de tiempo esta noche o la de mañana? Es en un barrio cercano a Kabuki-cho.

- Hoy puedo.

- ¿Paso a buscarte?

- No hace falta, si es más cerca de tu barrio no tiene sentido que vengas hasta aquí, yo me arreglo.

- Bien. Entonces te dejo la dirección –Le entregó un papelito escrito por él– Ya verás, te va a gustar mucho, así que prepárate.

Por la expresión tan orgullosa y entusiasmada de Gintoki, la rubia intuyó de qué tipo de lugar podía tratarse, conociéndolo.

- ¿Vamos a comer yakiniku?

Tsukuyo se arrepintió de inmediato de develar su intuición, dado el cambio en el rostro del samurái como si le hubieran arruinado una fiesta sorpresa que se había esforzado en organizar. Presionó los labios en una tensa sonrisa, a la par de la de él.

- Vaya, ¿soy tan predecible? –Murmuró Gintoki, un tanto avergonzado.

- No... –Lo abrazó por la espalda, sonriéndole con dulzura– Más bien diría que eres un hombre que cumple siempre su palabra y se esfuerza por contentar los caprichos de su novia, ¿verdad? Porque sólo lo dije una vez, en parte en broma porque sabía que era costoso, y no te olvidaste de eso.

La luna se lleva y trae los sueños de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora