2- La noche no es tan oscura cuando uno no está solo

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En los dos días que tardó Gintoki en volver a Yoshiwara después del reencuentro, Tsukuyo había pasado por un sinfín de emociones y pensamientos que apenas la habían dejado concentrarse en su trabajo. Le seguía carcomiendo el preguntarse en qué momento el samurái había estado infiltrado allí, y por qué el desgraciado no había intentado contactarla. Por más que rumiara sobre eso, ya era cosa del pasado, y tenía que llamarse a satisfecha con que él se lo hubiera confesado, aunque hubiera sido prácticamente una provocación al haberlo hecho de esa forma, sin darle más respuestas.

Detestó el hecho que, desde esa noche, cada vez que se miraba al espejo se preguntaba si debería volver a cortarse el cabello, apenas podía creer que lo estaba considerando sólo para contentar a un hombre. No, no era "un hombre"... era ese hombre, el único que podía afectar su corazón de esa forma, el hombre al cual había esperado por más de dos años sin dudarlo ni un solo día.

La forma en que sus ojos violetas habían vuelto a brillar desde la mañana siguiente fue tan obvia que hasta Hinowa y las mujeres del Hyakka se percataron de que algo había cambiado de la noche a la mañana, aunque fue la oiran la que no dudó en sacarle la verdad, apenas conteniendo después las lágrimas de felicidad al saber que finalmente Gintoki y Tsukuyo habían dado un paso hacia estar juntos, y que ella había sido tan fuerte y sincera con él, ya sin reticencias a aceptar su amor. La rubia no podía más que sonrojarse ante los interminables comentarios entusiasmados de la mujer más casamentera que había conocido, dándole durante esos dos días consejos de pareja y como mujer. Sin duda serían útiles algún día, así como se estaba adelantando demasiado a los hechos.

En la noche en que Gintoki volvió a Yoshiwara, fue Hinowa la que lo recibió, y le regaló una costosa botella de sake. La cortesana fue discreta en su verdadero motivo, alegando que era un regalo de bienvenida por estar de vuelta en Edo, la otra noche no había alcanzado a preparárselo dada la visita sorpresa de él. Sabiendo que Tsukuyo seguía sin tolerar bien el alcohol, le dijo que en un momento iba a alcanzarles una bandeja con té y dangos, que él fuera subiendo a encontrarse con ella. El samurái le agradeció por todo eso, encaminándose luego a la habitación de la rubia, que estaba leyendo el reporte de una investigación del Hyakka.

- Buenas, Tsukuyo –Saludó el peliplateado, anunciándose.

- Hola, Gintoki. Dame un minuto para terminar con esto.

El hombre asintió y caminó hasta donde estaba ella, sentándose en silencio a su lado. Si bien había dicho eso, Tsukuyo entendió rápidamente que la mera presencia de él allí le impediría concentrarse, ya podía sentir un poco de calor en el pecho y las mejillas, tenía tanta expectativa por verlo que sólo con tenerlo al lado ya se estaba poniendo así. Para cuando leyó tres veces el mismo párrafo y se dio cuenta que apenas recordaba un par de palabras, decidió dejarlo de una vez, disimulando el alterado estado en el que se encontraba.

- ¿Mucho trabajo? –Preguntó Gintoki, para sacar conversación.

- Siempre hay gente que quiere aprovecharse de otros, y las drogas siguen siendo el principal problema en Yoshiwara, sólo que esta vez lo metieron en las bebidas de las cortesanas, y pagarán por ello. Ya nos estamos acercando a resolverlo, no te preocupes.

- Bien, si necesitas ayuda sabes que puedes pedírmelo, no estoy con mucho trabajo últimamente.

- Gracias. ¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí hoy? –Preguntó Tsukuyo, tratando de sonar casual para no demostrar cuán contenta estaba de volver a verlo, algunas cosas costaban de cambiar.

- Tú –Contestó él con una sonrisita– Siempre tú, ¿verdad? A esa conclusión había llegado la otra vez, así que no tengo intención de decir una cosa por otra.

La luna se lleva y trae los sueños de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora