Encender.

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¡Oh, mis queridos hermanos en Cristo! ¿Cuántas veces nos ha pasado que sin darnos cuenta nos hemos apagado y por consiguiente alejado de Dios y su propósito? Porque no podemos hacernos los perfectos ni fingir que somos unas intachables e inmaculadas blancas palomas que siempre han estado ardientes por Cristo, cuando de cierto todos nos hemos apagado alguna vez o hemos estado estancados en las brasas sin poder avivar el fuego que antes había dentro de nosotros.

Y es que para hablar de fuego o de Luz y ser fuego y a su vez Luz primeramente hay que estar encendido por él, encendidos e incendiados por Dios. Porque para ser hombres y mujeres de fuego, debemos saber cual y quien es el fuego que nos hace arder.

Cada uno de nosotros es un altar del Señor, nuestro corazón es esa ara que debe arder genuinamente por la pasión y el amor que como hijos y coherederos del Reino de Dios deberíamos desbordar hacia nuestro Señor Jesucristo, mínimo por gratitud, ya que sin su sacrificio ni entrega hacia por nosotros y amor a la voluntad de nuestro ahora Padre, no podríamos siquiera pensar en arder para Él, porque si no hubiese sido por el Cordero de Dios, ni siquiera estaríamos aquí hablando de esto, porque no se nos hubiese permitido.

Así que como punto uno, debemos comprender por quien ardemos, no podemos arder ni mantener una llama flameante sin saber para quien lo hacemos. Si somos fuego, debemos saber por quien lo somos. Y luego de saber y conocer aquello, viene el oficio de ocuparnos de no permitir que esa llama desvanezca.

Mantener ese fuego encendido requiere de trabajo, merita de esfuerzo, pero por sobre toda cosa, es necesario entender que de nada sirve querer mantener avivado el fuego si no miramos a Cristo por sobre toda mirada.

Levíticos 6:12-13 dice:

12.- Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.

13.- el fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.

La llama se aviva, no una ni dos veces, sino que todos los días; es un trabajo sin fin. Y es que cuando hablamos de fuego, hablamos de pasión, no podemos ser tibios cuando se nos dijo claramente que o somos frio o somos calor, ambos no se puede. 

No se puede jugar a ser monedas de dos caras con Cristo porque Él no lo hizo con nosotros, Jesús murió y resucitó por todos, no sólo por algunos, no solo por los buenos y no solo por los correctos, lo hizo por todos. No podemos jugar con Dios a nuestra manera y decirle: "Señor, Señor, hoy sí quiero ser tu hijo" y al otro día decirle: "Señor, hoy no quiero que seas mi Padre porque hoy siento que no te amo". Dios no juega con nosotros a ser Dios, no juega a ser Padre y si Él no lo hace, nosotros no podemos ni debemos jugar a ser hijos ni discípulos de Cristo, pues es tan sencillo como ser o no ser. 

Es aquí mis queridos hermanos cuando les digo, enciéndanse todos los días, todos los días esforcémonos por avivar el fuego, por alimentarlo con leña y apasionarlo más y más, para que luego no nos llegue el día en el que pretendamos ser usados como fuego por medio de Dios y venga Él a decirnos: No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?'. Y entonces les declararé: Jamás os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:21-23)

No jueguen, conozcan a su Dios, amen a su Dios, apasiónense por ese mismo Dios y sean fuego para ese Dios y es que un fuego que es apasionado, es un fuego que consume todo, que arrasa con todo, siendo capás de quitar todo aquello que no edifica, que no construye y que no aporta a nuestras vidas ni a las de otros. Un hombre o mujer apasionados por Cristo portan dentro de sí ese fuego que puede extinguir a todos esos enemigos y opositores que van en contra de la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos.

Luz en tinieblas: Dios lo sigue haciendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora