Consuelo.

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Creo y sé que más de alguno, si es que no a toda la gente nos ha tocado afrontar la triste realidad de la tribulación y el desespero. Se nos hace tan loco darnos cuenta como en el principio todo era fiesta y alegrías cuando conectamos con Dios por primera vez, hasta que llegó el día de la aflicción en el que algo nos quebró la fe y nos hizo tumbar y huir a mitad de carrera. Sin darnos cuenta desechamos esa magnificencia y preferimos sufrir, ahogándonos en el dolor, sumergiéndonos en las salidas cerradas, nublando nuestra visión y escuchando las voces incorrectas. Y es que, aunque no nos guste reconocerlo, eso pasa... en algún momento ocurre.

Muchas veces, el ser humano ha tratado de minimizar los sentimientos y emociones que nos abarcan; le llaman exageración a nuestro dolor. Dicen que la depresión es solamente de gente débil y floja que no quiere atender la realidad, que la ansiedad no es más que una excusa exagerada ante cada situación. Han hecho ver la salud mental como el efugio que utilizamos para evadir nuestras responsabilidades, sin tomar en cuenta que la realidad engloba mucho más que una simple escapatoria y es que la mente es sumamente frágil, pero a la gente no le gusta admitirlo y eso, nos ha llevado a las oquedades más oscuras y siniestras de nuestro propio ser.

En la actualidad y a nivel mundial un estudio ha previsto que más de 450 millones de personas sufren problemas de salud mental, así como especifica que más de 300 millones de personas sufren de depresión. ¿Qué es a lo que quiero llegar con todo esto? Pues, que la salud mental, las emociones, los sentimientos, las adicciones y los diversos tipos de vida que existen no son un juego o algo que deba tomarse a la ligera.

Han minimizado tanto los sentimientos que nos acaparan que he oído a gente decir muchas veces que porque somos cristianos no entendemos esto y lo cierto es que sí lo hacemos, todos hemos estado al menos una vez en ese punto. Y es aquí cuando la sociedad llegó a levantar los falsos estigmas de que nosotros como cristianos no podemos sufrir, ni llorar, ni ser abatidos, puesto que usualmente nos ven bien y piensan de forma errónea muchas veces que porque tenemos a Cristo en nuestros corazones no entendemos lo que son los problemas "reales del mundo", como si nuestras vidas fuesen perfectas, fantasiosas y sin altercado alguno. Como si tampoco fuéramos de carne y hueso o no perteneciéramos aquí, pero la verdad mi hermano, es que nosotros sí sabemos todo eso y es que la gran mayoría de los que estamos enyugados con Cristo fue porque Él nos halló en el peor día de nuestras vidas.

Lo cierto es que no, no somos perfectos, no somos personas anti-sufrimiento ni mucho menos somos seres que no estén propensos a huir y sumergirse en las garras depresivas de nuestra mente, porque la verdad es que sí estamos expuestos a sufrir todo eso y más pese a todas las maravillas que hayamos podido ver o realizar en el nombre de Dios y el motivo por el que realmente seguimos en pie, es por Cristo, ya que de lo contrario quizás ni estuviésemos aquí.

No somos seres super fantásticos a los que nada les pasa, porque la verdad mis hermanos es que seguimos siendo mortales que están inclinados a vivir de todo y que todos los días luchamos por poder ser siquiera un poquito como Cristo, cosa que a más de alguno nos ha traído a vivir humillaciones a estar en punto de señalamiento, cansancio, desespero en ocasiones y a más de alguno nos ha tocado sufrir por causa de Cristo, pero así también por causa del mundo y el Señor eso lo sabe pero ahí está Él extendiendo sus brazos hacia ti para darte del maná, para saciarte y confortarte.

Por eso también Dios es conocido como el consolador, porque Él es nuestro consuelo en medio del sufrimiento, es Él quien nos levanta. Él es Jehová Rafa quien nos sana; es Jehová Roi, quien nos mira; es Jehova-Shammah, el Dios que está presente y es nuestro compañero; el Shaddai, el todo suficiente, pero por sobre todas las cosas es el Adonai, el todopoderoso. ¿Quién? ¿Quién puede ser como Él? ¡Ninguno! Ninguno mi amado, ninguno, porque nadie es ni será jamás como Él. Tanto así que nos dio lo mejor que tenía que era su Hijo, el Rey, para que pudiésemos ser amados, perdonados, consolados y sanados. ¿Quién de aquí en su sano juicio daría a su único hijo por la vida de otros? ¿Quién más que Él sería capaz de entregar a su hijo por un pecador? Ese es nuestro Señor, es a ese Dios todopoderoso y misericordioso a quien tanto amamos, porque mucho fue lo que nos amó. Porque así de imperfectos como somos Él decidió amarnos... así, siendo pecadores, siendo nadie, siendo tal vez la poca cosa, nos amó y dio lo mejor que tenía para que nosotros pudieramos ser salvados.

Luz en tinieblas: Dios lo sigue haciendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora