Clases de teatro.

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   Durante el trayecto a casa de Henry, Charlotte estuvo silenciosa. Su padre y William parloteaban sobre política en los asientos delanteros, riéndose a carcajadas cada cierto tiempo. Ella no entendía nada de lo que decían, pero la risa de los hombres le resultaba graciosa. Entonces, a veces, ella reía también.

    Al bajar del coche, intentó apresurarse para correr hacia la puerta principal, pero Henry la detuvo al tomarla por el hombro. Si bien la calle estaba iluminada por las farolas, algunas partes de la casa se veían bastante oscuras. No quería que su hija se acercase sola a la puerta. Nadie iba a intentar arrebatarle a la niña a un hombre tan robusto como él, mucho menos teniendo a alguien con el rostro de Afton a su lado, pero tampoco le apetecía correr el riesgo. Caminó junto a Charlie hasta la puerta de entrada.
    Nadie estaba acechando.

    Charlotte fue la primera en entrar a la casa, chillando de alegría al momento en que Bonnie, su cachorrita Cocker, se apuró para festejar su regreso. Las pequeñas uñas del animal hacían ruido al chocar contra el suelo de piedra.
     Se arrodilla en el suelo, permitiendo que el animal lamiese su rostro mientras ella rascaba su lomo, enternecida a más no dar.
     William, por el contrario, ladea la cabeza.

     — ¿De dónde salió este perro? —pregunta, extrañado.

    Al oír la voz desconocida de Afton, la cachorra voltea a verlo, corriendo hacia él y parándose sobre sus dos patas traseras para saludar al hombre, quien se inclina hacia atrás con un evidente disgusto. Las patitas amarillas del perro manchaban sus pantalones acampanados por cada brinco que daba y la tela lila comenzaba a llenarse de pequeñas marcas de tierra.

     — ¡No, quítame las patas de encima! —William exclama, estirando una pierna para mantener a raya a Bonnie, quien ahora ladraba con desespero, intentando volver a alcanzar a su nuevo amigo—. ¡Henry, hombre, haz algo!

     Ambos integrantes de la familia Emily se ríen al presenciar la escena. La pequeña Charlie seguía arrodillada en el suelo, cubriéndose la boca con ambas manos para ahogar sus carcajadas; risueña, se pregunta si Afton le tenía miedo a los perros. Henry, por otro lado, ni siquiera disimulaba la gracia que le hacía la situación. Debido a que conocía al hombre como a su propia sombra, sabía que su verdadera preocupación era que el cachorro le estaba manchando la ropa. En seguida toma al perro amarillo por el vientre, levantándolo en el aire para dar fin al "ataque". Bonnie continúa ladrándole a William desde la prisión aérea que suponían las manos de su dueño.

     —Se la compré a Charlie por su cumpleaños. ¿No es linda? —Henry ríe, entregándole el animal a su hija. Su amigo, por el contrario, se hallaba serio. Sacudía la tierra de sus pantalones con una expresión malhumorada.

     —No, nada linda. Tienen que educarla, no puede hacer esto cada vez que ve a alguien nuevo.

     Henry no le presta atención a las palabras de su socio y continúa hablando. No le gustaba que William fuese tan recto frente a su hija, por más que tuviese toda la razón. El perro era insoportable, había deseado patearle el culo más de una vez, pero a Charlie le hacía muchísima ilusión que lo cuidase. Tenía que ser un buen padre. No soportaría ser un patán que nunca está presente, y cuando por fin aparece en su casa, hace llorar a sus hijos.
      No soportaría ser William Afton.

      —Charlotte lo llamó Bonnie... por Spring Bonnie. Creo que tengo que ofenderme de que no se llame Fredbear, pero por algún motivo no puedo, ja.

     Al oír eso, la niña se ruboriza, acariciando el lomo del perro. Ahora tanto Charlie como William arrugaban el entrecejo.

     —Es que es amarilla y orejona... Además, Spring Bonnie es una chica. ¡No puedo ponerle un nombre de chico a mi perrita! —ella se justifica, haciendo pucheros. William no tarda en dirigirle la mirada a Henry, ahora doblemente extrañado.

Hanahaki [Willry | Helliam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora