Conveniente fracaso.

912 72 85
                                    

 [Nota de autor: acabo de editar este capítulo, arreglando varias incongruencias referentes al uso de tecnología. Es por esto que varios diálogos y/o acciones cambiaron, por lo que recomiendo volver a leer esta parte. Espero haber logrado corregir todo, pero si me pasé algún sinsentido por alto, no tengan miedo de avisarme. Gracias por su tiempo <3]


     Disociado de la realidad, William quita el artefacto de su bolsillo —mecanismo idea de Henry: era un pequeño óvalo color plata, que su socio podía hacer vibrar a distancia con tan solo apretar un botón. Ambos poseían uno, usualmente utilizado para dar aviso al otro de que un inconveniente había ocurrido—, observándolo titilar un par de veces; aún así, tardó un par de minutos en reaccionar ante eso. Afton ni siquiera notó que se hallaba en trance, con la mirada fija en la nada misma, contemplando la vida como si de un sueño se tratase. Había dejado de llorar, y su cabello, endurecido, ya no goteaba vómito: tan solo respiraba de forma entrecortada, sintiéndose dentro de una caja de cartón; juraba que si estiraba los brazos aunque fuese un poco, todo su alrededor se desplomaría cual fachada barata y él flotaría en el vacío. 

     El aparato vuelve a vibrar y el hombre lo mira una vez más con desgano. La sensación era extraña: hace unos minutos estaba tirado en el suelo, incapaz de respirar, sintiéndose al borde de la muerte. Sin embargo, ahora no sentía absolutamente nada, pero no de una forma aliviadora. Era perturbador, en cierto modo. Ese sinsabor que dejaba sus músculos entumecidos, incapaz de pensar en algo que no fuese estática absoluta. Le aterraba pensar en morir. No era la primera vez que sufría de ataques de pánico debido al inevitable destino que supone la muerte. Tuvo un par de entrevistas con un psiquiatra luego del accidente con los resortes, pues William se hallaba tan convencido de que fallecería en el hospital que habían tenido que sedarlo para que no destruyese sus vendajes y se desangrase. Unos días más tarde, tan solo le comunicaron que padecía tanatofobia, mas nada grave.

      Mueve sus falanges lentamente, jugando a sentir la piel sobre su carne. Su cuerpo no se sentía suyo. Tan solo el dolor en sus extremidades lo unía débilmente a la realidad. Había olvidado tomar las pastillas de codeína. Quizá la medicación podía ayudarlo a aliviar su tos. Quizá. Quizá...
     Parpadea un par de veces, aturdido. No es su teléfono lo que lo devuelve a la realidad. Es el olor ácido del vómito, que penetra dentro de sus fosas nasales y le provoca una sonora arcada. William abre los ojos bien grandes, agitado, pero evitando respirar debido al hedor de su cabello. 

      Resignado ante el asco, finalmente reacciona ante las vibraciones del aparatito, dándose cuenta de que se había disociado durante veinte minutos. El dolor se hace más agudo mientras contiene un par de sollozos. Se sentía débil, rendido a la vida. No quería morir. No, Dios. De verdad no quería morir.

     Hastiado, reconoce: "Olvidó decirme dónde íbamos a cenar. No sé quién es más distraído, ¿él por no mencionarlo o yo por aceptar de todos modos?

     Seguro que el mecanismo había sido activado por eso mismo. Pero, Afton dudaba: ¿estaba alertándolo de una posible demora, o directamente cancelaría el encuentro? Cierra sus ojos por un instante, dejando escapar un suspiro hediento a muerte. Conociendo a Emily, no tardaría en llamarlo para dar aviso de lo que sucedía.

      William se fija en la hora. El reloj en su muñeca, regalo de su padre, marcaba las siete y media. Antes de siquiera poder presionar el botón sobre el aparatejo para darle a entender a su compañero que había recibido la señal, el teléfono fijo sobre su escritorio suena, tan estridente como nunca. Esto lo aturde.
      Se levanta del suelo, lento y tembloroso. Tiene que respirar hondo un par de veces antes de contestar, debido al estrés que sufría. No podía pensar en contestarle al imbécil de su amigo en ese momento, pero tampoco había mejor remedio para su situación. Mierda, William, se reprocha a sí mismo, cada vez más irritado por la peste en su taller. ¿Quieres seguir vivo? Pues debes lograr que este tipo se vuelva maricón por ti. Si lo que quieres es seguir sollozando y vomitando sin prestarle atención, ve pidiéndole a tu esposa que contrate servicios funerarios.

Hanahaki [Willry | Helliam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora