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—Feliz cumpleaños a tí, feliz cumpleaños querida Azul, te deseamos a ti.

Cantaban alegremente dos personas con un pastel pequeño a su linda hija, que cumplía quince años, era una linda escena de dos padres y su hija que tanto orgullo les daba.

—Gracias mamá, gracias papá. —Mencionó la joven con una hermosa sonrisa adornando su rostro.

—Pide un deseo, mi vida. —Alentó la mujer mirando como su niña le hacia caso y soplaba las velas para después sonreír nuevamente. —Un día como hoy, hace un año, llegaste a nuestras vidas y ha sido lo mejor que nos ha pasado.

La chica de ojos color Aqua no pudo evitar sonreír, recordando como hace un año exactamente se encontraba asustada, sin saber nada de ella misma ni de donde venía, no podía recordar absolutamente nada y entonces apareció su padre, un oficial de policía que la rescató y lejos de llevarla a un lugar horrible, la acogió en su hogar adoptandola como su hija.

—Ese día, estaba asustada... No sabía quien era ni de donde venía, quienes eran mis padres... Nada. —Mencionó con melancolía en su voz, sin embargo, pronto volvió a mostrar una preciosa sonrisa. —Pero aparecieron ustedes, son el mejor regalo del mundo.

Mencionó mientras los abrazaba y depositaba un beso en la mejilla de cada uno,  provocando cosquillas por su larga y hermosa cabellera.

—¡Ay! Azul, mi amor, te he dicho miles de veces que recogas tu cabello. —Rió la mujer mirando a su hija adoptiva, sabiendo lo que diría.

—Me gusta llevarlo suelto, creo que se ve único. —Dijo contradiciendo a su madre mientras comía de su pastel, siendo su sabor favorito el de fresa.

—Tu eres única, mi linda azulita—Dijo esta vez su padre con una sonrisa tierna mirando a su hija llenarse de betún, como si de una niña se tratara.

—Bueno, debo irme ya antes de que se me haga tarde. —Mencionó tomando una pequeña mochila donde llevaba sus puntas.

—Ni si quiera en tu cumpleaños puedes dejar de ir a la Academia de ballet. —Reclamo juguetonamente su madre mientras reía.

—El ballet es mi todo, lo saben. —Dijo para dirigirse a la puerta de su casa para ir a la Academia.

—No llegues tarde, recuerda que vendrán tus primos y tu tia a festejarte. —Le recordó su padre y ella sonrió abriendo la puerta de una vez por todas.

—No me lo perderé por nada, volveré pronto. —Se despidió saliendo de casa y finalmente atando en un moño su larga cabellera azul.

Recordaba con muy pocos detalles el día que despertó en un callejón con un vestido elegante puesto y un peinado precioso, parecía una princesa, pero se sentía asustada por no saber absolutamente nada de ella misma, no sabía su nombre, su edad, con quien vivía o porque estaba vestida así, nada. Ni siquiera porque tenía un sentimiento de tristeza profundo que era tan reciente.

Fue entonces cuando, en un intento por salir de ahí, se encontró a su ahora padre quien la ayudó en todo momento, buscando a sus verdaderos padres o familiares sin éxito, por lo que iniciaron un proceso legal de adopción y finalmente lo lograron este mismo día, todo era legal y ese era motivo de festejar.

En cuanto convivió con sus padres supieron la pasión que ella sentía por la danza y no dudaron en inscribirla a la Academia más famosa de la ciudad, una Academia donde solo se formaban los más grandes bailarines y, aunque ella no tenía mucho tiempo en ese lugar, se adaptó rápido y ahora estaba al mismo nivel de sus compañeras.

—¡Azul! Feliz cumpleaños. —Felicitó su mejor amiga, Sally, mientras le daba un fuerte abrazo, esto una vez que llegó a la Academia. —Se que amas el ballet pero, no debiste venir, hoy es un día para pasar con tu familia.

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⏰ Última actualización: Mar 09 ⏰

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