Día 7

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 Un gran disturbio emocional la realidad vence a la fantasía la razón vence al corazón mientras este se rompe en mil pedazos.

—Trato de sentir algo buscando un rayo de luz a través del túnel poco a poco más vacío sin esperanzas— corazón solitario en busca de iluminar su sendero.

— ¿Qué intentas hacer ahora? ¿aun quieres seguir luchando? ¿no te has cansado lo suficiente? — cuestiono la razón.

— No lo sé, quiero hacer algo, pero no sé qué sea, quiero salir corriendo y gritar al mundo lo difícil que es, quisiera que el pudiera sentir un poco de lo que yo siento. Sin tan solo el pudiera escucharme sabría cómo me siento — corazón desesperado agonizando.

—Sabes que eso no va pasar verdad él no te escucha y tampoco tu a él. Tienes que hacerlo sola que debes de respirar profundamente tomar mucho aire y tratar de tranquilizarte—razón con seguridad con voz apacible y temerosa.

Fuerte dolor en el pecho con dificultad para respirar. — Ella ahora lo entiendo síndrome de corazón roto.

—Tranquila vamos a respirar que debes de decirme que es lo que pasa no puedes continuar así no es sano— hablo la razón tratando de apaciguar al corazón.

—Es que yo, yo, yo, yo........yo.........yo.... — Corazón rompe en llano.

—Vamos dilo quiero escucharte­­— razón trato de sacar al corazón.

Corazón se agita de nuevo comenzado a sentir una gran opresión sus ganas de hablar se quiebran un nudo en la garganta se apodera de él, no puede tranquilizarse.

—Vamos tienes que hacerlo, tienes que sacarlo— la razón incitando al corazón una vez más.

— No. No. No puedo, no quiero, no quiero, no quiero perderlo, no lo soporto me quema me arde me lastima— corazón desesperado sin poder sopórtalo.

—Basta ya. Tienes que sacarlo. Ya basta — razón en euforia. 

—Lo extraño mucho, extraño mi vida al lado de él, extraño su mano junto a la mía— corazón sollozando.

— ¿Qué más extrañas? vamos gritarlo sácalo vamos tienes que hacerlo es aquí ahora grítalo déjalo salir solo déjalo salir....... — razón con voz fuerte cada vez se volvía más tenue.

—Extraño su voz, su sonrisa tenía el poder de iluminar hasta el más oscuro rincón de mí ser, sus abrazos tan cálidos que eran capaz de sana cualquier cosa, me abrazaba tan fuerte que sentía como cada de pedazo de mí se comprimía construyendose de nuevo— lo grita el corazón exhausto.     

Las cartas que nunca entregué Donde viven las historias. Descúbrelo ahora