Capitulo 11

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Wei Ying se recostó en la silla, estirando los brazos. La pantalla de su ordenador brilló.
Vaya, Internet estaba siendo muy útil.
De acuerdo con el resultado de la búsqueda que había efectuado, el 816 de la avenida Wallace pertenecía a un hombre llamado Fritz Perlmutter. Había comprado la propiedad en 1978 por algo más de 200.000 dólares. Cuando buscó en Google el nombre Perlmutter, se encontró con varias personas con la inicial F en su nombre, pero ninguno de ellos vivía en Caldwell. Después de comprobar algunas de las bases de datos gubernamentales y no encontrar nada que mereciera la pena, le pidió a Tony que entrara furtivamente en algunas páginas web.

Resultó que Fritz era una persona de vida intachable, respetuosa con la ley. Sus cuentas bancarias eran impecables. Nunca había tenido ningún problema con el fisco ni con la policía.
Tampoco había estado casado. Y era miembro del grupo de clientes privados del banco local, lo cual significaba que tenía dinero en abundancia. Tony no pudo averiguar nada más.
Haciendo cálculos, concluyó que el señor Perlmutter debía de tener alrededor de setenta años.
¿Por qué diablos alguien como él se codearía con su merodeador nocturno?
Tal vez la dirección era falsa.

Eso sí que la habría sorprendido. ¿Un tipo vestido de cuero negro armado hasta los dientes dando información falsa? ¿Quién lo hubiera pensado?
Aun así, el 816 de Wallace y Fritz Perlmutter eran lo único que tenía.
Repasando los archivos del Caldwell Courier journal's, había encontrado un par de artículos sobre la casa. La mansión estaba en el registro nacional de lugares históricos, como un extraordinario ejemplo del estilo federal, y había algunas historias y artículos de opinión sobre los trabajos que se habían realizado en ella inmediatamente después de que el señor Perlmutter la hubiese comprado. Evidentemente, la asociación histórica local había estado tratando de acceder a la casa durante años para ver las transformaciones que podía haber hecho, pero el señor Perlmutter había rechazado todas las solicitudes. En las cartas al director, la airada frustración que mostraban los entusiastas de la historia se mezclaba con una aprobación a regañadientes hacia las restauraciones, efectuadas con bastante exactitud, en el exterior.
Mientras releía uno de los artículos, Wei Ying se metió un antiácido en la boca, masticándolo
hasta formar un polvo que le llenó los intersticios de los molares. El estómago volvía a molestarle, y a la vez tenía hambre. Estupenda combinación.
Tal vez era la frustración. En resumen, no sabía mucho más que cuando empezó.
¿Y el número de móvil que el hombre le había dado? Imposible de rastrear.
Ante aquel vacío de información, se encontraba todavía más decidido que antes a mantenerse alejada de la avenida Wallace. Y en su interior había surgido una necesidad de ir a confesarse.

Consultó la hora. Eran casi las siete.
Como tenía hambre, decidió ir a comer. Era mejor no detenerse en la iglesia de Nuestra Señora e ir a alimentarse con algo más material y palpable.
Ladeando la cabeza, miró por encima del panel que separaba su cubículo de los demás.
Tony ya se había ido.
La verdad es que no quería estar solo.
Siguiendo un absurdo impulso, agarró el teléfono y marcó el número de la comisaría.
-¿Ricky? Soy Wei Ying. ¿Está por ahí el detective  Wen Ning? Bien, gracias. No, ningún mensaje. No, yo... Por favor no lo llames. No es nada importante.

Era igual. El Duro no era realmente la compañía sin complicaciones que estaba buscando.
Se quedó mirando su reloj de pulsera, ensimismada en el movimiento del segundero alrededor de la esfera. La noche se extendía ante el como una carrera de obstáculos, y tenía que ser capaz de soportar y vencer aquellas horas.
Ojala transcurriesen rápidamente.
Quizá comiera algo y después fuera a ver una película. Cualquier cosa para retrasar la vuelta a su apartamento. Pensándolo bien, probablemente sería más sensato pasar la noche
en un motel. Por si el hombre volvía a buscarlo.
Acababa de apagar el ordenador cuando sonó su teléfono. Respondió al segundo tono.

La hermandad oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora