Capitulo 22

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El señor X arrojó la sierra sobre el banco de trabajo se limpió las manos con una
toalla.
Bien, diablos, pensó. El maldito vampiro había muerto. Había intentado por todos los medios despertar al macho, incluso con el cincel, y había revuelto completamente el granero durante el proceso. Había sangre de vampiro por todas partes. Al menos la limpieza le resultaría fácil.
El señor X se dirigió hacia las puertas dobles y las abrió. Justo en ese momento, el sol despuntaba sobre una colina lejana y una encantadora luz dorada se iba extendiendo
suavemente por todo del paisaje. Retrocedió cuando el interior del granero se iluminó.

El cuerpo del vampiro explotó con una llamarada, y el resto de la sangre que empapaba el suelo bajo la mesa se evaporo en una nube de humo. Una suave brisa matutina se llevó lejos el hedor de la carne quemada.
El señor X se dirigió hacia la luz de la mañana, mirando la neblina que empezaba a
disiparse sobre el césped de la parte trasera. No estaba dispuesto a asumir que había
fracasado. El plan habría funcionado si no se hubiera encontrado con esos policías y no
hubiera tenido que utilizar dos dardos suplementarios con su prisionero. Sólo necesitaba volver a intentarlo.

Su obsesión por la tortura hacia que se sintiera ansioso
Sin embargo, de momento tenía que detener los asesinatos de prostitutas. Aquellos estúpidos policías sirvieron también para recordarle que no podía actuar cuando le viniera en gana y que podían atraparlo.
La idea de encontrarse con la ley no le resultaba especialmente molesta. Pero se enorgullecía de la perfección de sus operaciones.

Por eso había escogido a las prostitutas como cebo. Suponía que si una o dos aparecían
muertas, no sería motivo de escándalo. Era menos probable que tuvieran una familia que las
llorara, por lo que la policía no estaría tan presionada para detener al asesino. En cuanto a la inevitable investigación, tendrían un amplio surtido de sospechosos entre los proxenetas y delincuentes que trabajaban en los callejones, donde la policía podría elegir.
Pero eso no significaba que pudiera volverse descuidado. Ni que abusara del Valle de las Prostitutas.

Regresó al granero, guardó sus herramientas y se dirigió a la casa. Revisó sus mensajes
antes de meterse a la ducha.
Había varios.
El más importante era de Wen Chao. Evidentemente, el muchacho había tenido un encuentro perturbador la noche anterior y había llamado poco después de la una de la madrugada.
Era bueno que estuviera buscando consuelo, pensó el señor X. Y probablemente había
llegado el momento de tener una conversación sobre su futuro.
Una hora después, el señor X se dirigió a la academia, abrió las puertas y las dejó sin
echar el cerrojo.

Los restrictores a los que había ordenado reunirse con él para informarle empezaron a
llegar poco después. Pudo oírles hablar en voz baja en el vestíbulo al lado de su oficina. En el
momento en que se acercó a ellos, se callaron y se quedaron mirándolo. Vestían trajes de
faena negros, sus rostros estaban sombríos. Sólo había uno que no se había decolorado. El
corte a cepillo del cabello negro del señor O destacaba entre los demás, al igual que sus
oscuros ojos castaños.

Según pasaba el tiempo que permanecía un restrictor en la Sociedad, sus características
físicas individuales se iban diluyendo progresivamente. Los cabellos castaños, negros y rojizos se volvían color ceniza pálida, los matices amarillentos, carmesí o bronceados de la piel se transformaban en un blanco descolorido. El proceso generalmente tardaba una década, aunque todavía se veían algunos mechones oscuros alrededor del rostro de O.

Hizo un rápido recuento. Todos los miembros de sus dos primeros escuadrones estaban allí, así que cerró con llave la puerta exterior de la academia y escoltó al grupo al sótano. Sus botas resonaron fuerte y nítidamente en el hueco de la escalera metálica.
El señor X había preparado el centro de operaciones sin nada especial o fuera de lo
común. Simplemente, se trataba de una antigua aula con doce sillas, una pizarra, un
televisor y una tarima al frente.
La escasa decoración no era sólo una tapadera. No quería ninguna distracción de alta
tecnología. El único propósito de aquellas reuniones era la eficacia y el dinamismo.

La hermandad oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora