Capitulo 33

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-¡Wangji! - Wei Ying acudió cojeando.
-Me... han dado, mi amor.
-Oh, Dios. -Se arrancó la bata, y la apretó contra su estómago-. ¿Dónde está tu teléfono?

Él levantó una mano débilmente mientras rodaba sobre un costado.
-En el bolsillo.
Wei Ying cogió el móvil y marcó el número de la casa de Feng Mian. -¿Wen Ning? Wen Ning! ¡Ayúdanos!
¡Le han disparado a Wangji en el estómago! No... no sé dónde estamos...
-Carretera 22 -murmuró Wangji-. Un rancho con un Hummer negro al frente.
Wei Ying repitió sus palabras, presionando la bata en la herida. -Estamos en el granero. ¡Ven rápido! Está sangrando.

A su izquierda oyó un gruñido.
Wangji miró hacia allí al mismo tiempo que Wei Ying. El pitbull superviviente, ensangrentado pero aún furioso, avanzaba hacia ellos.
Wei Ying no lo dudó. Desenfundó una de las dagas de Wangji y, se puso en cuclillas.
-Ven pronto, Wen Ning. Ahora. -Cerró la tapa del teléfono y lo dejó caer-. Acércate, maldito perro inmundo. ¡Ven aquí! -El perro dio un rodeo, y Wangji pudo sentir su mirada fija en él.
Por alguna razón, el animal lo quería a él, seguramente porque estaba perdiendo mucha
sangre. Wei Ying siguió los movimientos del pitbull con los brazos abiertos.
La voz le tembló.

-¿Lo quieres a él? Vas a tener que pasar sobre mi cadáver. -El perro saltó sobre Wei Ying, y como si hubiera sido entrenado para matar, el se aplastó contra el suelo y enterró el cuchillo hacia arriba en el pecho del animal, que cayó al suelo como una piedra.
Dejó caer el cuchillo y se apresuró a volver junto a su esposo. Temblaba tanto, que sus manos parecían tener alas cuando levantó de nuevo la tela para colocarla en el estómago de
Wangji. -No me duele -susurró él, oliendo las lágrimas.
-Oh, Wangji. -Le agarró la mano, apretando fuerte. -Estás conmocionado.

-Sí, es probable. No puedo verte, ¿dónde estás?
-Estoy aquí. -Le pasó los dedos por la cara-. ¿Puedes sentirme?
Apenas, pero fue suficiente para mantenerlo vivo. -Desearía que estuvieras embarazado -dijo él con voz ronca-. No quiero que estés solo.
-¡No digas eso!
-Pide a Zi Xuan y Yan Li que te lleven a vivir con ellos.
-No.
-Prométemelo.
-No lo haré -dijo el con voz áspera-. Tú no irás a ninguna parte.
Él pensó que estaba muy, equivocado respecto a eso. Podía sentir que había llegado su hora.
-Te amo, mi amor.
Wei Ying empezó a sollozar. Sus gemidos ahogados fueron los últimos sonidos que él escuchó mientras luchaba contra la marea de la inconsciencia.

Wei Ying no levantó la vista cuando el teléfono empezó a sonar. -¿Wangji? -repitió una vez
más--. ¿Wangji?
Puso una oreja sobre el pecho del vampiro. Su corazón aún latía, aunque muy débilmente, y. su respiración se había vuelto lenta y pesada. El estaba desesperado por anudarlo, pero no podía practicarle la respiración artificial hasta que su corazón se detuviera por completo.
-Oh, Dios...
El teléfono seguía sonando.
Lo recogió del suelo, tratando de ignorar el enorme charco de sangre que se había formado alrededor del cuerpo de Wangji. -¡Qué!
-Wei Ying! Soy Wen Ning. Estoy con Xingchen Llegaremos en un momento, pero necesita hablar contigo.

De fondo podía oír un ronroneo, como el motor de un coche.
La voz de Xingchen era nerviosa:
Wei Ying, esto es lo que tienes que hacer. ¿Tienes un cuchillo?
El miró la otra daga que todavía estaba enfundada en el pecho de Wangji.
-Sí.
-Quiero que te cortes la muñeca. Hazlo verticalmente en el antebrazo, no horizontalmente, o llegarás al hueso. Luego pónsela en la boca. Es la única opción que tiene para sobre vivir hasta que le consigamos ayuda. -Hubo una pausa-. Suelta el teléfono, y coge el cuchillo. Yo te iré diciendo lo que hay que hacer.

Wei Ying extendió el brazo y extrajo el cuchillo de la funda de Wangji. No vaciló al abrirse la herida en la muñeca. El dolor le hizo dar un grito ahogado, pero olvidó de inmediato la sensación ardiente y puso la herida sobre la boca de Wangji. Recogió el teléfono con la mano libre.
-No está bebiendo.
-¿Ya has hecho el corte? Buen chico.
-No está..., no está tragando.
-Esperemos que le esté cayendo algo por la garganta.
-También está sangrando por ahí.
-Santo Dios..., llegaré tan rápido como pueda. Wen Ning localizó el Hummer.
-¡Ahí!

La hermandad oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora