VALS DE LAS ESTACIONES SIN ANDENES

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(Radiografía de una alimaña autótrofa con movimientos pendulares)

Donde se nace y se muere por inercia cada nuevo cuerno de luz busca

[ su antigua testuz de sombra como husmea el hambriento invierno

[ las huellas aletargadas del otoño sobre el paisaje tapizado de tiempo.

Pero más que un frágil vestigio de pasto aislado, más que un fugaz legado

[ de brebaje extático es una coreografía de remolinos sin pausa

lo que olfatea el espectro agónico con su moqueante hocico de búfalo

[ a esa hora del éxodo catártico en que los rumbos del sueño bailan

[ erráticos ritmos de desconcierto.

Donde se vive y se muere por inercia cada nueva testuz de luz busca

[ sus viejos cuernos de sombra como rastrea el sediento verano

[ la baba fósil de la primavera sobre el deshielo perenne de tiempo.

Pero más que un caduco trago de savia mística, más que un frugal bocado

[ de pulpa ascética es una cadena perpetua de somníferos

lo que ventea la brújula del ciclo con las papilas rumiantes de sus mucosas

[ de bóvido a esa hora del viaje elíptico en que los huesos del baile sueñan

[ musculaturas de acompasada música.

Mientras los eslabones de comensales caníbales se suceden mordiéndose

[ los pasos y las fauces amorfas del tiempo satisfacen su insaciable sed

[ de forma en las fluctuantes mareas geométricas de los predios lunares,

los relojes oníricos amamantan prolíficos viveros de caos con el oro líquido

[ de los ríos de estrellas que desembocan sobre el perímetro abovedado

[ del alma,

las manecillas del cambio camuflan dedos de luz difusa bajo el grueso tizne

[ de sombra que encuaderna las páginas apócrifas del genoma de arena

[ negra de la madrugada.

Donde cohabitan memoria y olvido luces y sombras levantan fronteras

[ de indiferencia para no cruzar inútilmente raíces y bulbos

[ en un mecánico injerto de perspectivas sin fruto.

Y cada otoño es sombra vacua que precede al descarnado invierno,

y cada invierno protege con su sombra metálica los nudos de sangre

[ de la primavera,

y cada primavera les pone sombra arborescente a las llamas titilantes del verano,

y cada verano contrapesa su látigo de bronceada canícula con la anestesiante

[ sombra pálida del otoño.

Donde cohabitan realidad y ensueño coexisten sin mestizajes ni roces

[ la nieve, el viento, el fuego, la flor.

Pero aunque la bestia de luz náufraga perezca una y otra vez asfixiada

[ por los sahumerios tóxicos de la noche,

sobrevivirá su reverso oscuro en los surcos zigzagueantes que tatúan

[ la epidermis sombría del hueco;

aunque los estertores de la fiera de sombra se volatilicen succionados

[ por las sedentarias hélices magnéticas del silencio,

perdurará su anverso lumínico en las paradójicas cartas náuticas

[ de los pendulares oleajes fosforescentes de la luna.

Porque todo ha de cambiar para que los mismos preámbulos

[ puedan seguir incubando los mismos desenlaces.

Tratado de alquimia lunarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora