PRÓLOGO

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BOOKTRAILER DE NINFA:

"Aprendí que en la lujuria no hay fronteras. Que no es oro todo lo que reluce y que incluso un dios con rostro de ángel esconde secretos"

Roberta Monticelli (Berta)

—Roberta, bambina... —oigo la voz enronquecida de mi padre llamándome desde el piso de abajo.

¿Cosa vuoi, papà?

Le grito a todo pulmón mientras que permanezco sentada en el escritorio de mi habitación, con la espalda relajada en mi silla de oficina y con los pies en alto.

—¡Bambina! —su imponente voz llamándome nuevamente.

Pongo los ojos en blanco, pero no me inmuto ni con su segundo grito, todo lo contrario, pulso el botón del ratón y cambio de página en la revista online de Vogue.

Suspiro entusiasmada.

Me encanta admirar cada corte, textura y color de la nueva temporada, búscando desesperada cualquier fallo que yo pueda corregir en la multitud de diseños. Mientras escaneo las diferentes colecciones una por una, me limo las uñas y vuelvo al respaldo de la silla. Miro con fijeza las prendas diseñadas por los mejores diseñadores de la historia y esbozo en mi mente los mismo modelos que percibo a través de la pantalla, pero creados a mi manera.

¡Qué ridícula aquella moña, rompe el corte y le resta elegancia! , pienso una vez que mis ojos detectan un enorme lazo, poco estiloso, el cual queda sujeto en medio de un precioso vestido rosa.

—¡Robertaaaa!

¡Cazzo! —grito ahogada.

De momento doy un salto involuntario en la silla, al escuchar la voz de mi padre a solo unos metros, de manera que casi me veo comiéndome el jodido suelo.

—¿Pero qué haces?

Me lanzo hacia el ordenador Apple de sobremesa y cambio rápidamente de sitio web. Un documento repleto de número infinitos que tienen que ver con los mercados financieros y la facturación queda fijo en la pantalla en menos de un segundo.

—Estudiar, papá —le digo molesta y le aparto la mirada a la vez que me vuelvo a sentar en la silla y adopto la postura intelectual, y esa es: agarro las gafas del escritorio y empiezo a apuntar algo —que ni yo sé lo que es— en una pequeña agenda.

—¿Estudiar, Roberta?

No le miro, y eso hace que le hable con enojo mientras se apróxima a mi escritorio, arrastrando los pies y analizándome a la vez.

¡Fanculo! —espeta en italiano—. ¿Otra vez con la tontería de la ropa?

Me gruñe y se inclina más sobre mí.

—¡Papá! —giro mi cabeza en su dirección, intentando mantener la calma. Conozco muy bien a mi querido orangután, que es mi padre. Puede gruñír y gritar, pero en el fondo es un oso Panda—. A ver... —empiezo y me coloco las gafas sobre la punta de la nariz, mientras me cruzo de piernas—. No tiene nada de malo mirar los diseños, recuérda que estudio Administración y Finanzas.

Mi padre me mira con una mueca de consternación, posiblemente intentando averiguar qué mosca me ha picado. Acto seguido, cruza los brazos por encima de aquella enorme barriga cervecera que le sale a los varones después de los cuarenta. Y a los italianos más.

NinfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora