Parte diez

87 10 17
                                    

Aviso de contenido sensible: este capítulo aborda temas de violencia doméstica, consumo de sustancias y abuso. Se recomienda discreción.

                                                                                                ✯✯✯

Desmond Styles era un hombre serio. Su semblante era duro, como el de una persona amarga y poco amigable, que tenía un estilo de vida que le impedía sonreír con frecuencia. Lo único verdaderamente vivo en él eran sus ojos, de un verde intenso que parecía resplandecer incluso en la oscuridad. Era alto, fornido, y a leguas podía notarse su rango de alfa. Harry no podía sino sentirse intimidado con su presencia.

Jamás pensó que conocería a su padre. En todas las veces que lo había imaginado, jamás había podido crear una representación de como actualmente lucía él.

Hacía aproximadamente unas tres horas, su madre había hablado con ese hombre por teléfono. El comisionado Desmond Styles. En menos de dos horas el hombre había aparecido, junto con un montón de personas en uniformes negros.

Cuando el alfa llegó, lo hizo rodeado por otros oficiales. Lo primero que Harry notó fue la medalla brillante en la parte superior derecha de su pecho, un águila dorada rodeada por estrellas resplandecientes. Su rostro era como el de un hombre común y corriente, de los que salían en la televisión conduciendo autos lujosos.

Aquel era su padre.

La imágen de un americano promedio se rompió en mil pedazos en cuanto comenzó a dar órdenes a todos los presentes, una línea profunda creándose en medio de sus cejas. Los oficiales que lo habían estado acompañando se desplegaron, en una maniobra que se veía claramente practicada. Entraron en su casa, en cada habitación, siguiendo las instrucciones de su superior.

Su madre había hecho que se sentara en el sillón junto a ella, tomando su mano entre las suyas, y mirando el suelo. Media hora después, su casa volvía a estar vacía... A excepción de ellos, y Desmond, que tomó asiento en el feo sofá café de la sala.

Nadie habló por unos segundos.

Los enormes ojos de Harry seguían fijos en la figura de su padre, que solo parecía poder mirar a su mamá.

— Es tiempo –soltó el alfa, rompiendo el silencio y mirando fijamente a Anne. Su voz era áspera, pero a diferencia de hacía unos minutos, se notaba mucho más calmada.

Su madre, por otro lado, parecía estar demasiado nerviosa. No dejaba de removerse en su asiento, y acomodar su pelo. Viéndolos interactuar, pocos pensarían que el comisionado y la mujer habían tenido un matrimonio, que incluso había tenido como resultado un hijo. Lucían mas bien como dos extraños, dos personas unidas únicamente por su pasado... Y por Harry, claro.

— Todavía no. Acabamos de llegar aquí, él ha empezado a adaptarse, ha estado mejorando mucho –respondió Anne, mirando al menor de reojo, y luego al alfa que tenía frente a sí.

Desmond estaba sonriendo ahora. Pero no era de esas sonrisas que detonan felicidad, sino todo lo contrario. Era una mueca cargada de desdén y sarcasmo.

— ¿Mejorando? El niño no puede ni formular una oración completa –respondió Des, sus brazos cruzados sobre su pecho mientras su mandíbula se tensaba. Ahora lucía molesto, y había un ligero picor en el aire que le decía a Harry que ese alfa definitivamente no estaba feliz. — Y ese imbécil que tienes metido en tu casa le ha estado propinando paliza tras paliza.

Eso hizo que Anne se estremeciera. No había estado orgullosa cuando su hijo había intentado hablar con ella, y sus oraciones habían salido completamente cortadas por el tartamudeo. Claro que ella se culpaba por eso, tal vez si no hubiera sometido a Harry a tanta presión, el menor no tendría problemas para comunicarse.

𝑶𝒗𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔𝒆 • l.s. [HT+LB] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora