Parte dos

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Enero del 2003

Jay Deakin había decidido regresar a casa dos semanas después del cumpleaños de su hijo. Lucía más demacrada de lo normal, pero había atravesado la puerta delantera con una sonrisa resplandeciente, su aliento oliendo ligeramente a brandy mientras sostenía una caja pequeña de pastelillos entre sus manos, jurando que ese mismo día era el cumpleaños de Louis.

El chico siempre había sido algo reservado con los extraños, no era especialmente amable ni mucho menos, pero tenía una debilidad por su mamá. Eran él y ella contra el mundo, no tenía a nadie más. Ni tías, ni tíos, ni abuelos vivos, y que decir de su padre, que lo único que le había dado antes de desaparecer había sido su apellido. Por esa razón sonrió al recibir los pastelillos, y no mencionó el hecho de que aborrecía el chocolate, sino que simplemente le agradeció, tomando una buena mordida mientras lo hacía. Sabía que le iba a ser físicamente imposible comer más de uno, incluso después de una mordida podía sentir el excesivo sabor azucarado en su lengua y paladar.

— ¿En dónde estuviste? -–preguntó Louis, tratando de ocultar la preocupación en su voz.

— Oh, ya sabes, me encontré con unos amigos en el club esa noche, y de repente me invitaron a este lugar fantástico... –comenzó a narrar su madre, abriendo la nevera para darse cuenta de que estaba completamente vacía. El chico no entendía como ella podría creer que su refrigerador podría estar en cualquier otro estado.- Y una cosa llevo a la otra, en fin, fue muy divertido, pero sabía que debía volver pronto.

Hablaba con tanta simpleza, como si no hubiera desaparecido durante un mes entero. Sabía que debía de sentirse molesto, furioso, pero las desapariciones de su madre eran tan comunes que cuando volvía llena de sonrisas y abrazos cálidos Louis no podía sacar fuerza suficiente para sentirse enfadado, el alivio de tenerla en casa otra vez y no estar solo lo apaciguaba.

— ¿Sabías que tenemos nuevos vecinos? Tal vez deberíamos pasar a saludar más tarde -siguió Jay, cerrando la puerta del refrigerador mientras hacia una mueca. —También deberíamos ir al súper mercado.

Él solamente se sentía aliviado de que hubiera dinero para ir a comprar comida de verdad. Se había acabado los sobres de café amargo. No creía ser capaz de tomar cualquier tipo de café por un tiempo, la bebida lo ponía inquieto y le dificultaba dormir.

Ir a visitar a sus vecinos le parecía una buena idea, sobre todo porque tenía curiosidad sobre como sería la mamá y el padrastro de Harry. Quería saber que clase de madre podría criar a un chico que podía ser tan tímido pero al mismo tiempo tan orgulloso, y de su padrastro... Bueno, sabía que era un idiota llamado Jeff, y por lo que había pasado hace algunos cuantos días, podía adivinar que era un alfa. Eso aumentaba al doble la curiosidad que sentía por él.

Fueron al súper mercado más cercano a comprar algo de comida, y su madre estaba de tan buen humor que incluso compró harina para hornear en lugar de alcohol. Pasaron el mediodía horneando un pan de naranja, que olía tan bien que a Louis se le hizo agua la boca en cuanto salió del horno. Su madre le dio un golpecito a su mano cuando él intentó pellizcar un pedazo del pan, mirándolo con cierto deje de alegría.

— Debemos cortar un pedazo para nuestros vecinos, no es correcto presentarnos con las manos vacías –explicó Jay, cortando una rebanada generosa y poniéndola sobre un refractario, para después envolverla con un pedazo de tela suave. — Vamos.

(...)

Habían pasado varios días desde la última vez que Harry había visto a Louis. El menor solía asomarse por su ventana por las tardes, tratando de ver si acaso su vecino daba señales de vida... Pero no. Tal vez el chico era alguna clase de vampiro, y como la luz del sol lo lastimaba le era imposible salir a menos de que fuera de noche.

𝑶𝒗𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔𝒆 • l.s. [HT+LB] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora