Invernalia

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- Pago cincuenta dragones de oro por tus pensamientos.- el príncipe Aegon Targaryen chasqueo los dedos frente a la cara de su hermana. 

Rhaenys Targaryen parpadeó. Miró a su alrededor, había vuelto a soñar despierta. Estaba frente al patio de entrenamiento de Invernalia, los sonidos de las espadas chocando entre sí y los gritos de los hombres la hizo suspirar. 

- Es mucho por saber mis pensamientos.- la princesa trató de aparentar tranquilidad. 

- Te daría un barco lleno de joyas por saberlos.- Aegon tenía la vestimenta de entrenamiento, mechones de su largo cabello plateado se le adherían a la frente debido al sudor. 

- Entonces aceptaré ese barco.- el combate entre Robb Stark y Jahaerys tenía muy animados a los presentes, vitores y aplausos encendían los ánimos. 

- Dime lo que soñaste esta vez.- la voz gruesa del príncipe sonaba muy seria. 

La princesa contempló a su hermano, sus ojos violetas brillaban intensamente. Levantó su mano enguantada y le apartó los mechones de cabello, colocándolos detrás de sus orejas. 

Ésto provocó que el heredero del rey Rhaegar I Targaryen se sonrojaran. 

- No soñé con nada especial, solo con el Mar Angosto.- dijo la mentira de manera convincente. 

Rhaenys retiró la mano del cabello de su hermano. Centró su mirada en el combate, sin prestarle atención a lo que ocurría. 

El joven de 17 años entrelazó sus dedos con los de su hermana mayor, se acercó tanto que aspiraba la dulce fragancia de su cabello azabache. 

Le recordaba al desierto, días cálidos en Dorne, entrenamientos con la lanza junto a su tío Oberyn, pero sobre todo a las noches en que compartía el lecho con ella. 

- Anoche soñé que estábamos saliendo del Septo de Baelor, mientras éramos aclamados por todos.- le susurró. 

La princesa se alejó despacio de su hermano.  Nadie les prestaba atención, los presentes solo tenían ojos para el entrenamiento entre el futuro señor de Invernalia y el príncipe. 

- Un bonito sueño. Tal vez pensaste que era yo, a lo mejor te confundiste y quién estaba a tu lado en ese sueño era tu prometida.- a pesar de estar bien abrigada sentía mucho frío. 

Desde su llegada al Norte el frío no cesaba, sino todo lo contrario. Y eso que estaban en pleno verano. 

- No me hables de esa niña, no la amo ni lo haré jamás. Eres la única mujer que quiero tener a mi lado.- el desagrado en su voz era palpable, al recordar a su prometida Sansa Stark. 

Rhaenys Targaryen se adentro en el castillo seguida por su hermano. Los criados que se cruzaban en su camino, se detenían para hacerles un reverencia. 

Siguió hasta llegar a sus aposentos, que se encontraban a solas en esos momentos. El príncipe de Rocadragón cerró tras de sí la puerta, dispuesto a lanzarse a sus brazos. 

Ella lo detuvo antes de que se acercará. La calidez dentro del castillo era notable, en comparación con el exterior. 

- Mañana todos irán de caza al Bosque de Lobos, no iré. Les diré que me encuentro indispuesto, así podremos estar juntos antes de que regresen.- dijo aún contrariado por su rechazo. 

La joven de 19 años no dijo nada. Desde que habían salido de Desembarco del Rey, evitaba a toda costa compartir el lecho con su hermano. 

Pronto se casaría con la hija mayor del Guardián del Norte, a pesar de lo que dijera, su deber como heredero era obedecer las decisiones de su padre. 

Aegon siempre se salía con la suya, pero esta vez fue la excepción. Durante días protestó a su padre por el compromiso, diciendo que él mismo debía escoger a su esposa y futura reina. 

Todos lo que conocían al rey Rhaegar, sabían que era un hombre paciente y le toleraba muchas cosas a su hijo.

Sin embargo, cuando Aegon le dijo que tenía intenciones de casarse con su hermana, una furia desconocida hasta ese entonces en el rey, hizo que la Guardia Real detuviera lo que hubiera terminado en tragedia. 

Exilió unas cuantas lunas a Aegon a Rocadragón, para que los dos se calmaran después del incidente. Luego le permitió volver para emprender el viaje al Norte, dónde recogerían a su prometida para llevarla a la capital y casarse en el Septo de Baelor. 

La presencia de Rhaenys en ese viaje no era parte del plan inicial, pero dos días antes de partir, soñó y el rey escuchó. 

Los sueños de Rhaenys siempre le habían revelado hechos que se harían realidad o no. No les gustaba llamarlos proféticos porque en su gran mayoría no lo eran. 

El rey Rhaegar que desde su juventud estuvo inclinado por la parte mágica, creía en los sueños de su hija al pie de la letra. Por ello, cada mañana debía entregarle un pergamino con lo soñado durante la noche. 

No importaba sí tenían sentido o no, los tomaba muy enserio. Una razón importante para mantener a su hija en la corte y retrasar el momento de decidir con quién se casaría. 

- Hay un lugar que llaman la Torre Rota, está abandonado. Podríamos ir a...- la voz de Aegon la devolvió a la realidad. 

- Deberías ir a casar venados con los Stark y con padre.- ella se alejó hasta la ventana del fondo. 

- Desde hace días que no estamos juntos. ¿Por qué me rechazas?

- Lo único que quieres es follar. Te recuerdo que pronto te casarás y debes respetar a tu futura esposa, también el hogar de su familia. Si quieres estar con una mujer en Las Inviernas hay burdeles.- su tono era duro al igual que su mirada. 

Aegon quiso replicarle, pero su expresión decidida y determinante lo hizo echarse atrás. Conocía muy bien a su hermana, cuando adoptaba esa postura lo mejor era dejarla sola. 

Así hizo. Sin decir nada, salió de sus habitaciones, cerrando con suavidad la puerta al salir. 

Rhaenys se quitó los guantes y la piel de malta de sus hombros. No deseaba ser dura con Aegon, desde que eran niños se tuvieron uno al otro. 

A medida que iban creciendo, compartieron muchas cosas entre ellas la perdida de su madre. Aunque él fuera un bebé de brazos cuando fue asesinada. 

Se sentó en la orilla de la cama, las imágenes del sueño recurrente volvieron a ella. Soñó con nieve, mucha nieve, un frío extremo pero lo que más le daba miedo fueron ojos azules, que se abrían en la oscuridad. 

Muerte. Esos ojos representaban a la muerte.

Los Hijos del Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora