El Encamamiento

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El principe Aegon terminó su quinta copa de vino del Rejo. Embriagarse era su plan para celebrar el "feliz" enlace. 

El salón de la Torre de la Reina estaba repleta, el ambiente era alegre y distendido. Un bardo cantaba en ese momento la canción de Florian y Yonkil. 

La felicidad de Sansa no podía ser mayor. Se había casado con el príncipe más guapo del mundo, todos estaban felices a su alrededor, se convertiría en reina en un futuro y viviría en la capital. 

Le dolían las mejillas de tanto sonreír. Se prometió a sí misma, que sería buena con todos sus súbditos y le daría hijos fuertes a su esposo. 

Viserys Targaryen observaba con atención el banquete. Había muchos norteños para su gusto e hizo un gesto de desagrado. 

"Que bajo ha caído la Corona" pensó mientras su sobrino, el futuro rey de Poniente, llenaba de nuevo su copa. 

- Me complace verte aquí, Viserys.- Rhaegar le susurró al oído. 

- Una ocasión cómo está no podía perderme. Aunque me parece un poco extraño que Rhaenys no estuviera presente en el día más importante de su hermano. 

- Está en Invernalia. Permanecerá un tiempo en el norte.- el rey hablaba bajo para que sus invitados próximos a él, no escucharan. 

- Rhaenys en el Norte, Aegon casado con la hija del Guardián del Norte, tu hijo menor mitad norteño. ¿No le estás dando demasiado poder a los Stark?- Viserys agitó su copa, observando con detenimiento a su hermano. 

Rhaegar incómodo con el comentario, se acomodó en su silla. 

- Los Stark son nuestros aliados más próximos. No veo problema al estrechar lazos con ellos. 

- Las demás casas de Poniente creerán que los favoreces por encima de ellos.- dijo con malicia. 

- Trato a todas las casas por igual. Tengo un vínculo fuerte con los Stark por razones conocidas, pero no les estoy dando más poder del que piensas.- el rey alzó un poco la voz para dejar clara su posición. 

Una sonrisa burlona se dibujó en el rostro de Viserys, que dejó en la mesa la copa de vino. 

-¿Con quién casarás a Rhaenys? Espero que no se la entregues también a los Stark. Una princesa Targaryen como ella, es muy valiosa para dejarla en un lugar tan salvaje y aislado. 

- Estoy evaluando a los candidatos. 

- Una mujer tan bella como Rhaenys merece al mejor. Cuando te pedí su mano, ¿pensaste que no sería bueno para ella?- su sonrisa burlona desapareció, mostrando una expresión fría. 

Rhaegar por un instante pensó que tenía a su lado a Aerys II, su enloquecido padre. Su hermano menor era idéntico a él. Jamás le hubiera entregado a Rhaenys como esposa, lo conocía muy bien. 

Por su propio bien y el de su hija, lo mandó lejos de la Corte. 

- Tu compromiso con Ariadne Martell era un hecho antes de que pidieras casarte con Rhaenys. ¿No te agrada tu esposa? 

- Estoy satisfecho con ella. ¿Sabes, hermano? Creo que otro no está contento por tu elección. Dejar de lado las tradiciones de nuestra familia es una blasfemia. 

Rhaegar miró a su heredero. No había dejado de tomar vino desde el comienzo del banquete de bodas. No lucía feliz, sino todo lo contrario. 

- Tenemos que cumplir con nuestro deber. Incluso mi heredero debe hacerlo por más que le cause malestar. Además esas tradiciones fueron lo que llevaron a la decadencia de los Targaryen. 

Viserys hizo una muñeca de desagrado ante el comentario. 

El rey se levantó del asiento con una copa en alto, pidió silencio en el salón. El bardo se calló al igual que los invitados. 

Anunció el momento en que la pareja debía estar a solas y consumar el matrimonio. Los hombres del salón aplaudieron, los norteños de levantaron de sus asientos y se dirigieron hacia Sansa. 

Tanto Eddard como Catelyn asintieron, mirando con orgullo a su hija. 

Entre risas y vitores la sacaron del salón, dejando trás de ellos una que otra prenda de su vestido.

Algunas mujeres quisieron hacer lo mismo con el príncipe, pero este se levantó antes y salió lo más rápido que sus piernas y la embriaguez le permitieron. 

Cuando Aegon llegó a sus habitaciones, su esposa ya se encontraba sentada en la orilla de la cama. Se había puesto una bata y desecho el elaborado peinado que tenía.

Su cabello rojizo se encontraba suelto. 

Al verlo, bajó la cabeza y su cara se puso colorada.

- Mi señor.- dijo ceremonialmente. 

El principe tambaleándose se apoyó del dorsel de la cama. 

- Te lo diré cómo en Invernalia. No me gustas y jamás te amaré. La única mujer que amo es Rhaenys. Métete esto en tu cabeza hueca y roja.- le dijo arrastrando las palabras. 

Sansa levantó la cabeza, sus ojos azules mostraban confusión. 

- Pero, usted dijo que...

- Me casé contigo porque mi padre dijo que no heredaría el trono, solo por eso. No te hagas ilusiones. Si yo no soy feliz en este matrimonio, tú tampoco lo serás. 

Aegon se dirigió a la mesa más cercana. En ella, una jarra de vino tinto lo esperaba, la agarró junto con una copa y se apoyó en un diván frente a la cama. 

La norteña no podía creer lo que su perfecto esposo le había dicho. Lágrimas brotaron de sus ojos en una cascada interminable. 

Los Hijos del Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora