El Ataque

87 3 1
                                    

La oscuridad se extendía más allá de El Muro hasta donde llegaba la vista solo se podía ver las copas de los árboles del Bosque Encantado. 

Una brisa helada enfrió el rostro de la princesa Targaryen. Estar en la cima del Muro le hizo tener sentimientos encontrados, por una parte le fascinaba como se veía el lugar desde esa altura. 

Por otra parte, un miedo a lo desconocido le agitaba el corazón. La muerte se acercaba poco a poco a ellos y no podía estar más temerosa al respecto. 

A su lado, Robb Stark observaba embelesado el paisaje salvaje y misterioso. Le gustaba verlo tan serio y pensativo. 

Cada momento que pasaba a su lado, se sentía más atraída hacía él. 

- Es difícil creer en leyendas que la Vieja Tata me contaba de niño.- dijo trás un largo silencio. 

- Lo sé. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que Los Otros volvieron. Es normal creer que son cuentos de vieja. 

- Soy norteño y aún no puedo creerlo. Pero tú lo creías antes de llegar aquí. Tienes un don poderoso. Tal vez tengas una conexión con el norte.- la miró fijamente. 

- No lo dudo. El Norte me parece un hermoso lugar a pesar de esta amenaza. Es mágico.- miró detrás de ella, hacía el yermo terreno que precidia al Castillo Negro. 

- Entonces quédate conmigo en invernalia.- volvió a centrarse en sus ojos azules. 

Robb se acercó despacio a la princesa, rodeó con sus brazos su cintura y posó con suavidad los labios sobre los de ella. No había timidez en su beso, sino una pasión que fue creciendo a medida que permanecían unidos. 

El miedo de Rhaenys desapareció por completo, olvidando por un instante, la gran amenaza que se cernía sobre la humanidad. 

El aire helado los azotaba desde el verdadero Norte, pero la calidez de sus cuerpos los mantenía concentrados uno en el otro. 

Abajo, Viento Gris comenzó a aullar. 

- Es hermoso ver a una pareja enamorada incluso en este lugar tan hostil.- dijo alguien con mucho sarcasmo. 

La pareja se separó. Un hermano de la guardia con una antorcha en las manos, se bajó la capucha de la capa. Su cabello rubio se agitó con la brisa fría, sus ojos verdes parecían fuego valyrio iluminados por las llamas. 

-¿Ser Jaime?- Rhaenys reconoció al antiguo Guardía Real, lucía más viejo aunque conservaba sus rasgos característicos. 

- Es un honor volver a verla, princesa.- hizo una leve reverencia con la cabeza. 

Robb se puso rígido. Cubrió con su cuerpo a la princesa, puso su mano derecha sobre la empuñadura de la espada que le colgaba del cinto. Se preparó ante cualquier movimiento que su adversario hiciera.

Jaime Lannister al verlo solo pudo reírse con mucha sorna. 

- No le haré daño a la princesa. ¿Por qué piensas que lo haré?- la antorcha se agitó.

- Me temo que la fama lo precede, Matarreyes.- enfatizó mucho la última palabra.

- Esa mirada es muy propia de Eddard Stark. Se nota que es su heredero. Cálmate, joven lobo. Ahora pertenezco a la gloriosa Guardia de la Noche y mis crímenes fueron perdonados. 

- Espero que recuerde sus votos, Matarreyes.- el norteño se relajó un poco, pero aún siguió apoyando la mano sobre el pomo de la espada.
- Votos, promesas, juramentos... La Guardia de la Noche no se diferencia mucho de la Guardia Real. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 28, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los Hijos del Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora