Capítulo 3

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Destrucción

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Destrucción

No transcurrieron ni cinco minutos y Eliseo emergió de aquel espacio, dejando tras de sí un rastro de susurros ardientes. Las voces se entrelazaron en un coro de susurros excitados, cada uno hablando del joven director que había encendido una llama de deseo en el corazón de todos. Juliette no podía negar que la atracción hacia Eliseo había despertado en su interior, una atracción que la llevaba a territorios prohibidos y tentadores.

Pasaron quince minutos desde el anuncio de Eliseo y su presencia aún se aferraba a la mente de Juliette como un vicio adictivo. Su voz resonaba en cada rincón de su ser, envolviéndola en una red de deseo irrefrenable. Sus ojos grises, profundos como abismos de pasión, la habían atrapado en un torbellino de emociones contradictorias. Juliette sabía que era demasiado pronto para revelar su atracción, así que se guardó en silencio esos sentimientos turbadores, dejando que se fundieran en lo más recóndito de su ser.

Sin embargo, la noche no tardó en caer y, con ella, llegó el momento de reunirse con las otras cuatro elegidas que habían sido tocadas por la mano de Eliseo. Juntas, caminaron hacia el siguiente salón, donde Eliseo aguardaba como un dios del deseo envuelto en misterio y tentación.

Eliseo, de pie en medio de la penumbra, las observó con ojos ávidos y una sonrisa juguetona en los labios. En un susurro sugerente, reveló sus instrucciones.

-Sé que es un baile clásico, pero quiero que lo hagan. ¿Sabrán a cuál me refiero? Sí, al Lago de los Cisnes. Estaré observando cada uno de sus movimientos, cada expresión de su coreografía-, sus palabras fluían como un elixir de seducción, desatando la tensión sexual en el aire.

Las miradas de las chicas se entrelazaron, comprendiendo el desafío que se les presentaba. Aunque el baile podía parecer "común", era la oportunidad perfecta para mostrar la belleza y la sensualidad de sus delicados cuerpos.

La melodía del Lago de los Cisnes comenzó a llenar el ambiente, envolviéndolas en una sinfonía de pasión y deseo. Cada una se sumergió en la danza con una mezcla de excitación y ansias de cautivar a Eliseo. Pero Juliette, en lo más profundo de su ser, anhelaba llamar su atención de manera intensa.

Sus movimientos, deliberadamente rígidos, eran un llamado desesperado para que Eliseo la notara. Y él, como un cazador sediento de placer, cayó en la trampa. Se acercó a ella con pasos decididos, como un depredador acechante, y le preguntó su nombre. "Juliette", susurró con una voz embriagadora, reconociendo la magnificencia de una mujer tan maravillosa como ella.

Eliseo, consciente de que los ojos curiosos de los demás estaban sobre ellos, señaló los movimientos rígidos de Juliette, revelando su deseo de corregirlos. Las miradas se entrelazaron en un juego peligroso, mientras Eliseo colocaba sus manos sobre los brazos de Juliette, corrigiendo cada movimiento con una intimidad provocadora. Sus dedos expertos se deslizaban sobre su piel, buscando los lugares donde la rigidez se desvanecía en un deleite sensual. Era una danza prohibida de contacto y excitación, una tensión sexual que fluía entre ellos como una corriente eléctrica. Si no se detenían, algo trascendental y peligroso podría ocurrir.

Eliseo dio un paso atrás, quedando detrás de Juliette, su aliento acariciando su cuello, sus ojos bebiendo de la belleza que tenía delante. El deseo latente entre ellos se intensificaba con cada segundo que compartían.

Sin embargo, sabiendo que las miradas indiscretas aún los rodeaban, Eliseo se contuvo. Pero no había preocupación en su rostro, pues sabía que tarde o temprano obtendría lo que anhelaba con tanta pasión. Con un gesto suave, hizo que las otras cuatro chicas abandonaran el salón, dejándolos solos en una atmósfera cargada de deseo y secretos inconfesables.

 Con un gesto suave, hizo que las otras cuatro chicas abandonaran el salón, dejándolos solos en una atmósfera cargada de deseo y secretos inconfesables

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Juliette se movía con una cadencia lenta y deliberada mientras recogía sus pertenencias. Cada gesto, cada movimiento, parecía estar cargado de intenciones ocultas. Y Eliseo, con ojos llenos de lujuria y deseo, no podía apartar la mirada de ella. Juliette se deleitaba en el poder de ser objeto del deseo de un director tan prestigioso, saboreando la pasión prohibida que los envolvía.

Eliseo, consciente del juego de seducción que se estaba desarrollando, no pudo evitar detenerla con su voz. El sonido de su llamado retumbó en el aire, envolviendo a Juliette en una tensión erótica inconfundible. Ella se giró lentamente hacia él, con una mirada que desataba tormentas y despertaba los instintos más primitivos.

-Quisiera una última demostración-, susurró Eliseo con una mezcla irresistible de deseo y exigencia. "Necesito asegurarme de que esos movimientos incorrectos hayan desaparecido por completo", añadió, su voz resonando como una promesa sensual.

Juliette volvió a adentrarse en la danza, dejando que su cuerpo se fundiera con la música y se deslizara por el espacio en movimientos hipnóticos. Pero esta vez, un error se coló en su coreografía. No fue intencional, o al menos eso creía ella. El deseo que la consumía, el anhelo de sentir a Eliseo cerca, había nublado sus sentidos y la había llevado a un terreno prohibido.

Eliseo, incapaz de resistirse a la atracción que los envolvía, se acercó a Juliette con pasos lentos y decididos. Sus manos, suaves y cálidas, se posaron delicadamente en su cintura, enseñándole cómo debía ejecutar el movimiento con perfección. Lentamente, sus manos ascendieron, rozando el contorno de su torso, a punto de rozar sus pechos con una pasión desbordante.

Eliseo sucumbió ante la tentación y, con una delicadeza casi cruel, sus dedos acariciaron cada uno de los senos de Juliette. Ella no se resistió, se dejó llevar por la intensidad de esta pasión prohibida que los consumía. Había pasado tanto tiempo desde que alguien la tocaba, y mucho menos de una manera tan exquisitamente erótica como lo hacía Eliseo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, un suspiro apenas contenido escapó de sus labios mientras su cuerpo se estremecía con un placer incontenible.

Sin embargo, la conciencia de Eliseo lo embargó. Un atisbo de remordimiento se reflejó en su mirada, reconociendo que se había dejado llevar por sus deseos más oscuros. Se despidió de Juliette, deseándole una buena noche, y se alejó dejándola envuelta en una catarsis de emociones desbordantes. El anhelo de querer más, de explorar los límites de lo prohibido, se apoderó de ella, alimentando su deseo insaciable por la pasión y el placer desenfrenado.

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Bajo las Luces del Escenario: Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora