La mujer valiente se desploma, pero se vuelve a levantar, como el ave fénix, como la sonrisa de su madre después de una plática nocturna o cómo esa vez que logró lo que buscaba.
Son las 12:43 p.m., me despido de mi mundo de sueños inducidos por la efectiva anestesia, no morí pero todo esto duele tanto como si pasara, pasaron cuatro horas de mi operación, la verdad no me interesa el discurso del doctor que logro escuchar a distancia, sólo quiero mantenerme dormida o al menos eso es lo que va pasar.
Creo que dicen que perdí suficiente sangre durante la operación, por lo que tendrán que transfundirme, así que requieren tres donadores y llenar los formatos de rigor para poder tener acceso a mi nuevo viaje en este hospital, en este maldito bendito hospital.
El olor a cloro es más penetrante, veo a mis padres, a mi hermana, a mi lindo admirador y paradójicamente, está él, mi médico interno, aún en las tinieblas de mi tormentoso frenesí post- operatorio, tengo la fuerza para mantener los ojos abiertos y verlo, verlos, estar...
¡Qué noche caótica!, las enfermeras están llegando como si hubiese una oferta en venta de pánico, mi catéter central es mi nuevo amigo intocable que permite que los medicamentos ya no lastimen mis venas. Comienzo a recordar, mi médico interno, estaba antes de la operación, no quiso proceder a colocarme el catéter y recuerdo que fue rápidamente a buscar a alguien que lo hiciera. Ese sentido de protegerme me anima y me complace, pero dura realidad, sólo soy una paciente más, sí me besó, nada más...tristemente nada más.
Fiebre y dolor, mariposas con hiel, impaciencia total, ya es un nuevo día.
Lo peor pasó ya, yo ya me quiero ir, pero mi nivel de leucocitos no se eleva, mi hemoglobina en 8; todos están hablándome pero sólo quiero respirar profundo y tomar una ducha, me incomoda esta bata verde desgastado con vestigios de olor al perfume de hace ya más de 30 días.
El subdirector médico indica categóricamente que puedo irme por fin de aquí, ya han pasado cinco días desde la operación, me han retirado el catéter central y sólo sé que la vida es distinta, duele, pero de manera distinta. La ironía de la vida, la chica de mi médico interno, es quien me retira el catéter, la trato con una sutil hostilidad casi imperceptible, ella cree que es por la lucha que me ha tocado vencer para lograr cada paso de mi recuperación, la verdad es que además del catéter, me quito la posibilidad de soñar por un rato, desde aquella vez que entró a mi habitación acompañada de él. Se despide cortésmente, yo asiento con la cabeza y simulo intentar descansar.
Me invade una profunda nostalgia, estas personas se habían vuelto amigos y otros confidentes de paso ante la lenta agonía de la incertidumbre, ya la vida no será la misma sin ver desde el ventanal, la existencia pasar y los días correr a través de mi Smartphone. Tomo la última ducha en esa regadera que fue mi remanso de hogar, cuando todo me recordaba ser ajena y fuera de toda posibilidad de salir hacía más de un mes. Un enfermero, quien se convirtió en mi compañero de la cotidianidad, me lleva la silla de ruedas que será mi vehículo alegórico para despedir cada recoveco este hospital. De aquella oportunidad de transformar mi vida y todo por aquel idiota que chocó, ¡gracias idiota!¡ ahora después de una columna profanada tengo también un corazón roto"!
Me voy de aquí, soy libre, con una cicatriz nueva por cerrar pero otras ya en el olvido, quiero comerme el mundo de un solo bocado pero por ahora sólo avanzo al coche de mi padre, quien me espera con alegría y lagrimas en los ojos, su bebé como hace años, la vuelve a ver caminar.
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ADELA
RomantikAdela, una mujer con todo un mundo y una vida...que la llevará a descifrar los misterios de sí misma. Un viernes, música, lluvia y una coincidencia...los elementos de la travesía más impactante de su vida.