Capitulo 8: Katherine Van Helsing. Boda durante la Luna Negra

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Me casaré hoy.

Hoy me casaré con un monstruo.

Lo recito varias veces mientras me arreglan las criadas bajo la luz de la mañana que se infiltra en las ventanas: sin poder creer en esas palabras. El peso que tienen esas frases en mi boca, el sabor extraño al pronunciarlas. Todavía no lo asimilo, tampoco sé cómo debería sentirme ante tal idea al considerar los sucesos y las causas que me condujeron a este momento. Se siente irreal. Extraño. Un huracán de emociones crece en mi pecho en tanto que transcurre los segundos: Vacío, tristeza, odio, esperanza, dudas y temor. En vano intento poner en orden mis sentimientos caóticos y los pensamientos agitados al son de mis acelerados latidos; tratando de impedir que la máscara inexpresiva que mantengo en mi rostro no se quiebre por el dolor de las espinas que yacen en mi corazón, culpa de las semillas que germinan en mi mente y descienden como enredaderas venenosas hasta mi pecho, oprimiendo con dureza cada recuerdo que inútilmente desecho.

Inmóvil como una estatua permito que me quiten la ropa para reemplazarla por el conjunto de novia y reina que luciré en este día, pues no solo seré la esposa del Rey del Continente Sin Nombre, Drácula; también gobernare a su lado, seré reina del Clan de los Monstruos, la raza maldita y aborrecida por los mortales y dioses. La mera ida me llena de odio, tristeza, dudas y un poco de orgullo. Es decir...me indigna como llegue a esta situación. Me entristece ser solo una moneda de intercambio para conservar la supervivencia de los mortales, sin esforzarse ellos en salvarme en lo más mínimo, ni siquiera mi familia, quienes se hallan ausentes después de que me engañaran para entrenarme contra mi voluntad por un propósito irreal y efímero.

No tenía idea del vacío y la decepción que me causaría, ni de las dudas que iban a revoletear tanto a mi alrededor como moscas ante el hedor del miedo y el temor que nacen tanto por las palabras dichas de parte de Abraham Van Helsing, tanto como las del Príncipe de la Oscuridad, Drácula. No puedo olvidar sus palabras. Sus propósitos que tienen como clave mis acciones. Sus planes. Sus órdenes. Sus regalos...o lo que parecen ser regalos de su parte, porque Abraham me regaló la capacidad de usar el Don de la Diosa que bendijo nuestro linaje, así como la promesa de Drácula: darme una nueva vida.Y mi venganza a cambio de su extinción. Aquello me causa un poco de orgullo, pues presiento que, por muy egoísta que sean mis acciones, estaré ejecutando mis propias elecciones. Solo yo tomaría mis decisiones sin necesidad de que alguien decida por mí, una sensación tanto placentera como atemorizante: pues no creí que el hecho de elegir, sea cual sea las razones, tendrían efectos permanentes en nuestras vidas: Queramos o no, cada decisión tiene sus consecuencias y, dicha elección, puede ayudarnos a elevarnos o a hundirnos.

La Ultima Reina: El Ascenso al Trono del Fénix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora