San

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Ninguno de los dos omegas tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban a abrazados dentro de aquel nido, con los rayos del sol de la tarde colándose por la ventana, y no les importaba en lo absoluto hasta que Iruka habló de nuevo, soltando lo que llevaba tiempo rondando en su cabeza.

—Vámonos de aquí, Naruto.

Ese suave susurro contra su cabello llamó la atención de Naruto, que se apartó ligeramente del abrazo de Iruka, levantando el mentón para mirarlo a los ojos.

—¿Irnos? ¿De Konoha? —preguntó casi sin voz y abrió la boca en una mueca sorprendida cuando Iruka asintió en respuesta y acarició su cabello.

—Por un tiempo —continuó el mayor, sin parar las caricias sobre el cabello de Naruto—. Hasta que sea tiempo de que conozcas a tu nuevo instructor, podemos alejarnos de la aldea, podría entrenarte en los bosques.

—¡Vamos! —respondió a voz en grito, levantándose sobre sus brazos con una gran sonrisa y los ojos brillantes.

Iruka sonrió de vuelta, eso era todo lo que quería.

—Es hora de que nos tomemos unas vacaciones de este lugar y sus aburridos aldeanos.

[...]

Ese mismo día Naruto e Iruka prepararon sus mochilas con todo lo que necesitaban para partir. Iruka dejó que Naruto volviera a su apartamento para recoger lo más esencial mientras él iba a la torre Hokage para pedirle permiso a tercero, supuso que eso fue lo primero que debió haber hecho, pero no le dio mayor importancia ya estando frente a la oficina del líder de la aldea, en algún momento tendría que enfrentarlo y prefería mil veces al hokage que a sus compañeros alfas sobreprotectores, sabiondos y mandones.

—Hokage-sama —saludó con una reverencia.

—Iruka —fue saludado de vuelta, levantándose de su escritorio para ir a su lado y salir de la oficina—. Vamos a tomar el té, parece que tienes mucho que contarme.

Iruka lo siguió hacia la sala de té que ya conocía como la palma de su mano gracias al tiempo que pasaba ahí y se sentó a la mesa con el viejo Hiruzen.

Tanto ese lugar como ese hombre habían sido su refugio y lugar de contención cuando era joven y estaba demasiado resentido para abrirse con cualquiera de sus compañeros o profesores, quería demostrar que no por ser un omega masculino era débil y frágil como todos parecían creer, que estaba completamente bien con la muerte de sus padres, aunque no hubiera forma de estar bien con ello. En el viejo beta Iruka siempre había encontrado palabras cálidas y sabias, silencios reconfortantes y cómodos y sobre todo, una escucha paciente y comprensiva, definitivamente no era lo mismo que tener a su madre omega o a su padre alfa para consolarlo, pero definitivamente fue la mejor de las opciones, en especial considerando cómo la habían pasado muchos de sus compañeros sobrevivientes de tragedias sin una compañía en quien recargarse, como sabía había pasado con Kakashi y muchos otros y como pudo pasar con el mismo Naruto.

—Me enteré de lo que sucedió esta tarde —comentó casualmente el anciano, agitando suavemente el contenido de su taza sin quitar la mirada del omega, que se tensó en su lugar—. Me alegra que no haya pasado a mayores.

Iruka asintió antes de hacer una nueva reverencia en su lugar.

—Me disculpo por eso, yo-

—No hay de qué disculparse —lo interrumpió Hiruzen—, no fue más que un omega respondiendo al llamado de un cachorro, no pudiste evitarlo, fue un alivio que hubieras sido tú quien acudió a su llamado.

¿Alguien más hubiera acudido? No pudo evitar preguntarse Iruka y no quería imaginar las repercusiones en el omega de Naruto si se hubiera visto abandonado por absolutamente todos en una situación como esa.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2024 ⏰

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