4 - Solo una mala noche

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Corría por el pasillo a toda velocidad. Miraba al frente con el arma en las manos tratando de llegar lo más rápido posible hasta la puerta grande de madera. Una vez allí apoyó el hombro y acercó la oreja para escuchar dentro de la habitación. Oyó movimiento en el interior.

Sin esperar más tiempo abrió la puerta grande y lentamente entró mientras hacía reconocimiento del lugar. Era una sala grande con unos estantes de libros a la derecha y largos ventanales en el fondo.

En el medio de la sala había una figura desconocida. Era un hombre cubierto con una capa negra larga que llegaba hasta los pies. No se podía ver nada de esa persona salvo los ojos, rojos como el fuego. No hacía nada, se quedaba parado, inmóbil. 

Seguía apuntándole con el arma mientras caminaba lentamente, hasta que escuchó ruidos detrás de ella. Giró la cabeza y veía que Chris Redfield se acercaba a paso acelerado mientras le disparaba al hombre encapuchado. Éste cada vez que estaba a punto de ser golpeado por una bala la esquivaba con una velocidad que Jill nunca había visto.

Corría sin frenar mientras intentaba derribarlo por todas las fuerzas pero eran en vano. Jill veía atónita toda la escena sin entender qué era lo que sucedía: ¿Cómo había llegado ella ahí, y por qué Chris estaba en ese lugar también?

Fue una décima de segundo cuando la figura misteriosa finalmente se movió. Asestó una patada a media altura quitándole el arma de las manos a Redfield. Este no vio mejor opción más que recurrir a la fuerza bruta y comenzó a darle pueñtazos. Todo era en vano ya que el enemigo lograba esquivar cada golpe que le tiraba el grandulón; la paciencia de Chris se hacia cada vez más difícil de mantener frente a la impotencia de no poder tocarlo.

Intentó darle un golpe directo al pecho pero el desconocido lo bloqueó con la mano. Chris estaba confundido con lo que había pasado, y en el medio de la confusión el rival aprovechó la situación y lo acercó con la mano inmovilizada y con la otra le asestó un golpe en el pecho.

Jill gritó con todas las fuerzas cuando vio a su amigo ser perforado en el pecho por ese individuo, quien le golpeo con la mano cerrada y traspasó el cuerpo de Redfield hasta salir por la espalda. Chris se movía del dolor mientras lo levantaba del suelo y éste pataleaba tratando de liberarse. Cada vez las fuerzas lo abandonaban más, hasta que dejó de moverse y el fuego que lo mantenía con vida se apagó. Giró la cabeza hacia la izquierda para ver a su amiga, compañera, y le extendía el brazo para alcanzarla, pidiéndole ayuda.

"Jill" le decía, y ella estaba inmóvil en su lugar sin poder creer lo que veía.

El hombre bajó el brazo y finalmente dejó caer el cadáver de Chris, y la sangre brotaba de su cuerpo como una fuente de agua. Jill caminaba lentamente hacia Chris cuando se detuvo ni bien escuchó aplausos provenir desde el fondo de la sala.

—Verdaderamente magnífico, estuviste impecable, lástima que hubiera deseado ser yo quien le diera el golpe final— decía con una sonrisa en el rostro.

«No. No puede ser, él está muerto», pensaba Jill mientras veía a Wesker acercarse. Su corazón latía con más fuerza mientras podía sentir las piernas y los brazos temblar ante la presencia del rubio con lentes oscuros.

—Buen trabajo, Jill.

—No, es imposible, tú estas muerto.

—¿Muerto? Cariño, creo que estas confundida, aquí el único muerto es Chris. ¿No ves? Lo mataste— le decía con semblante tranquilo mientras miraba el cuerpo del grandulón.

—¿Yo?— preguntaba nerviosa y confusa Jill.

—Sí, tú.

Wesker se acercó al asesino de Chris y con la mano le quitó la capucha, dejando al descubierto la cara del hombre, o mejor dicho, mujer.

Recuperar el Tiempo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora