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Hasta hace un momento Yoongi se había estado riendo

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Hasta hace un momento Yoongi se había estado riendo.

El cielo estaba azul, las nubes esponjosas le decoraban, el aire iba lento por las copas de los árboles, el ruido de las suelas de los zapatos raspar la acera junto a el canto de algunas aves, los ladridos lejanos y el motor de algún auto pasar escuchándose a su alrededor. El día era bonito, con el sol brillante, hacía calor pero no era sofocante, no como lo fue verlo a él sentado en los escalones bajos de piedra al frente de su casa.

Deshizo el agarre que había estado manteniendo con los dedos del chico que iba a su lado y se quedó quieto en su lugar, ignorando la mirada curiosa de su acompañante y solo enfocándose en la silueta en su entrada. El muchacho junto a él se llamaba Bae Daesul y era alto, con los hombros anchos y manos grandes, tenía bonitos ojos marrones y rasgados, pequeños, con los labios gorditos y deseables, era atractivo, un guapo hombre con el que había estado coqueteando mutuamente durante un par de meses. Le gustaba, en definitiva lo hacía, era todo lo que podría pedir; gracioso, adorable, inteligente, sexy y bueno. Estudiaba biología, un completo amante de la naturaleza, cursaba su tercer año y era apasionado. Sobre todo, era realmente bueno en el sexo. Le gustaba tenerlo encima, sentir su peso y tener su carnosa boca recorrerle el cuerpo entero, pero también le gustaba ir de la mano a su lado, entrelazar los dedos, escucharle reír. Se sentía bien, querido, todo era perfecto.

Había estado bien.

Pero ver a Seokjin esperándolo en la entrada de su casa, teniendo sus expresivos ojos sobre él, fue suficiente para retroceder diez pasos. Su cuerpo reaccionaba a él tan fácil que era preocupante, de pronto le sudaban las manos de los nervios y su garganta se sentía seca. Sabía que había vuelto porque Namjoon le envió un mensaje justo el día anterior en la mañana sobre que habían regresado a Geochang durante el fin de semana, lo había leído y no le respondió.

Por una vez, decidió no ir corriendo como un necesitado hacia la casa de la familia Kim únicamente para verlo.

Tenía planes con ese apuesto chico al que le gustaba y no iba a cancelar por nada. Ni siquiera por Seokjin.

— ¿Pasó algo? — la voz suave le preguntó con curiosidad. Un tono bajo, no demasiado grueso, un poquito áspero pero manteniendo la dulzura adornando. Yoongi negó, todavía tenso, obligándose a dar media vuelta para apartar los ojos del cuerpo de su mejor amigo para enfocarse en Daesul, sonriendo.

— No es nada. Muchas gracias por acompañarme a casa, Dae.

— Siempre es un placer — le sostuvo de nuevo de la mano, una bonita sonrisa que decoró los labios y un coqueto hoyuelo apareciendo. Después se inclinó para besarle la boca, corto, suave, cariñoso. Tenía que agacharse un poco, porque su metro ochenta le obligaba. Yoongi sintió su corazón bombear alto como cada vez que le besaba, aunque nunca había sido intenso, nunca fue demasiado bueno. Pero estaba bien, porque le gustaba —. Nos vemos.

Solo agitó la mano para despedirse, sin querer voltear todavía para enfrentarlo, observando la manera en que el alto chico se desenfocaba hasta hacerse un borrón oscuro y desaparecer de su visión. Fue entonces que sintió su corazón martillear fuerte, rudo contra su pecho, los nervios sudándole las manos, tragó ruidoso, tomando una bocanada de aire para armarse de valor y tomar el toro por los cuernos.

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