La servidumbre pasada frente a la puerta con sonrisas de alegría, después de todo, cada vez que pasaban por ahí, unas risas cómplices se escuchaban de manera estruendosa.
Obviamente, era aquella pareja de futuros casados compartiendo un pequeño momento de diversión entre ellos.
Meira estaba sentada sobre el escritorio de Hajime, con él sentado en su asiento frente a ella, cruzado de brazos y con una gran sonrisa gatuna dibujada en sus labios, como la pelirroja estaba sentada sobre la mesa, Hajime debía levantar la mirada para poder ver su rostro, a ambos les encantaba la posición en la que se encontraban.
Ella estando sobre la mesa con sus piernas cruzadas y los brazos a sus costados para recargar su cuerpo sobre la madera, movía los labios contando una que otra anécdota, que muy seguramente aquel chico ya había escuchado, pero que no le daba importancia, le encantaba oírla hablar, ver como sus carnosos labios se movían con lentitud, o como relamia estos cada vez que se secaban, la voz de la ojiverde era una fina y armoniosa melodía para los oídos de Hajime, quien se sentía no merecedor de escuchar.
Pasando los minutos, la pelirroja miró el reloj colgando en aquella oficina y se levantó rápido para acomodarse el vestido, sus clases estaban por comenzar.
Su compañero de aventuras la miró perplejo al ver su acción, la sujetó del antebrazo para detenerla, al mismo tiempo que también se levantaba y la acorralaba contra la mesa.
— ¿A dónde crees que vas?— Preguntó juguetonamente al ver como ella se ponía nerviosa por aquella posición tan dominante en la que los puso.
— Mis clases empiezan en diez minutos.— Anunció mirando el mentón de chico, no quería mirarlo a los ojos.
El pelinegro hizo un mojin con los labios y la miró examinando su pequeño rostro.
— Pero como emperador ordené que mi reina venga conmigo.— Aclaró mirándola fijo — ¿Por qué no puedes quedarte?—
Meira sonrió divertida y lo abrazó por las caderas, apoyando su mentón en el pecho de Hajime, esto hizo que ella levantara la cabeza para mirarlo.
— Porque para ser buena emperatriz, debo asistir a estas clases.— Le recalcó — Además, ni si quiera soy la reina todavía.
Dicho esto, iba separándose con lentitud de él, una gran sonrisa esbozada en sus la labios al ver el semblante triste de Hajime.
— Pero lo serás.— Volvió a aclarar el pelinegro por última vez.
Fue el final de su conversación pues Meira ya se encontraba fuera de la habitación, su dama de compañía, quien la esperaba afuera, la siguió hasta el cuarto donde comenzaría su última clase del día.
Al llegar la pelirroja saludó a su institutriz de manera cordial antes de sentarse. En esas cuatro paredes los minutos pasaban con lentitud, hasta que el atardecer se asomó por la ventana anunciando el final de su jornada.
Como de costumbre, Meira se despidió de su tutor, agradeciéndole por su trabajo durante este periodo, era su última clase ya que luego se convertiría en emperatriz.
La ojiverde salió del salón acompañada de su dama. No recorrieron mucho antes de que una suave voz llamara su atención.
— Meira.— La hermana mayor de los Inui se encontraba frente a ella con un impecable vestido.
La menor le devolvió el saludo con cortesía, esperando que la rubia continuara, eran muy escasas las veces en la que le hablaba a su hermana de manera tan amigable.
— Sabes, quisiera que hablemos como hermanas, me gustaría enmendar mis errores por comportarme tan mal contigo ¿Crees que podrías hablar?— Preguntó la mayor con suavidad, luego miró rápidamente a la dama a un lado. — A solas.
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¡APAGAME! | TK
Fanfiction" El fuego es cálido, es tan hermoso como peligroso. No hay nada mejor que ver sus brasas carmesí bailando entre ellas mezclándose al compás de ese anaranjado tan distintivo. El fuego es ardiente, se lo conoce por destruir todo a su paso, una vez qu...