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25 de Junio, 1898 

Estaba sentada en mi cama. Ya había pasado casi una semana desde que el crucero se hundió, y no conseguía conciliar el sueño por las noches.

Tenía pesadillas con mi hermano y con el mar. Ruby me intentaba animar, pero no creía que las cosas fueran a ser iguales desde que Mike no está.

¡No, no puede estar muerto! Tiene que haber alguna manera de tenerlo de vuelta...Mi familia...Mi única familia. ¡Era él! ¡Yo lo cuidaba y él cuidaba de mi!

Me negaba a aceptar la gran posibilidad de que él ya no viviera. Aún sentía su alma cerca de mi.

Invité a Ruby a tomar el té. Ella echaba de menos a Mike igual que yo. Pero dudo que entendiera mi posición en todo esto. Parecía mentira, no podía creerme que de verdad, una parte de mi, mi hermano, se hubiera ido, y la gran posibilidad que tenía este de no volver nunca más.

—Venga, Sarah, seguro que esta vez lo arreglaremos. ¡Eh, alomejor Carlos nos deja su barca!—dijo meneando mi hombro con la mano izquierda—Carlos es un amigo nuestro. Es pescador, igual que su padre. Tiene una barca a la que quiere mucho. Se la regaló su padre por su decimosexto cumpleaños.

—No lo creo, Ruby. Quiere más a su barca que a sí mismo. Ni siquiera sabemos si Mike está vivo o muerto...Y tampoco sabemos muy bien dónde fue o dónde ocurrió el accidente...Bueno, lo que sí sé es que se veían unas islitas a lo lejos.

—¡Pero, Sarah! ¡Si no lo intentamos nunca sabremos! Y, además, al menos sabemos lo de las islas...—Insistió Ruby.

—Bueno, por probar no pasa nada...—dije, rendida.

Y así, nos dirigimos a la playa. Carlos vivía cerca nuestro, bueno, ahora, quizás, solo mío, pero siempre estaba merodeando o pescando por las costas de nuestro pueblo.

Divisé a Carlos recogiendo conchas en la orilla. Es algo que a él le gusta mucho hacer.

Grité su nombre bien alto para llamar su atención.

—¡¡¡CARLOS!!!

Se giró.

—Quien me llam...¡Ah! ¡Sarah, Ruby, que sorpresa más agradable veros por aquí!

Fue corriendo hacia nuestra dirección.

—Y bueno, Sarah, ¿para qué me llamas?

Ruby se adelantó a hablar.

—Nosotras queríamos pedirte un favor...como ya sabes, el hermano de Sarah está perdido... o eso esperamos.

—¿Y? ¿Qué tengo que ver yo en eso?

—Necesitamos tu barca—acerqué mi cara a la suya.

—¡Pero si ni siquiera sabrías a dónde ir en caso de que estuviera vivo! Y tampoco sabéis cómo se usa una barca...

—¡Eh! Que Sarah tiene una idea de donde es...dice que vio unas islas a lo lejos cuando el barco se hundía. Y en cuanto a lo de la barca...

—¡Queremos que nos acompañes!— dijimos al unísono.

Carlos suspiró.

-Bueno, os diría que no, pero la verdad es que me aburro bastante...Y tengo ganas de aventura. ¿Cuándo empieza la búsqueda?

—Nosotras no tenemos nada que hacer...

—Bueno, pues podemos ir mañana. Antes se empieza, antes se acaba.

Y así, empezó la búsqueda.

Mike

El barco se hunde. El agua cada vez inundaba más partes del navío.

Miré angustiado como todos los botes partían. Pero ya no quedaban más. Aun quedábamos gente en el barco. Se oían los gritos de todos: mujeres, hombres, niños. Todos sentíamos el mismo terror. Miré al mar. Por un momento dejé de escuchar ruido. El bote en donde estaba mi hermana estaba ya muy lejos, pero me fijé en como me miraba. Sus ojos, asemejando cristal, se entristecían cada vez más quilómetros se alejaba el bote. Me estremecí al sentir el agua helada del Atlántico en la mitad de mis piernas. Sentía como si mi cuerpo se enfriara poco a poco. Fue un momento de shock, por llamarlo de alguna manera. El agua me cubre hasta por encima de las rodillas, y lentamente va subiendo, subiendo, y sigue subiendo. Por un momento dejó de subir y me enfoqué en mi alrededor. La cubierta rebozada de agua, gente flotando, muy posiblemente muerta, y niños, niños no había, si habían ya no quedaba ni uno vivo en aquella esquina de barco. Intenté alejarme del agua, pero de repente escuché un "crack". Ya no estaba caminando ni luchando por mover mis pies para crear pasos en mi camino, no, ahora ya prácticamente nadaba intentando no ser aplastado por las cosas que flotaban en todo mi alrededor. El barco entero comenzó a hundirse y me caí, fuerte, al agua. De golpe mi oído vuelve a oírlo todo, pero bajo el agua. Sentía los golpes de las cosas al chocar contra el agua, y por un momento era uno con el agua. Me había sincronizado con la forma de ese líquido libre, recubierto y helado del mar. Mi corazón comenzó a helarse, lo pude sentir, mi pecho y mis orejas latían al mismo son y uno de los pilares del barco comenzó a derrumbarse, para terminar golpeando en el agua, haciendo que mi cuerpo se desprendiera de mi alama provocando que dejara de sentirlo al comenzar a hundirme rápidamente tras la succión del agua. Me hundo hondo. No puedo respirar. Siento como si unos brazos me llevaran lejos y... mi alma regresó a mi cuerpo, pero esta vez, extrañamente completa, como si alguien llenara un vacío dentro de mi.

Me levanté con sed y empecé a escupir el agua ingerida antes. Bueno, mejor dicho, vomitar. Me rascaba mucho la garganta, el agua y la bilis de mi estómago ardían muy especialmente.

Me levanté, mojado, de la arena de un sobresalto al ver que habían hombres inconscientes amontonados, y otros despiertos y aturdidos, como yo.

Estábamos en una oscura cueva con un fuerte olor a mar. El suelo era arena húmeda y el tacto no era de lo más agradable, pero estaba vivo, que eso era lo importante. La cueva estaba oscura, pero agujeros en el techo de esta permitían ver el sol. Se notaba como un sol de mediodía muy joven. No estaba muy seguro de qué hora sería, pero mientras yo me preguntaba qué hora sería, otros chicos y hombres se iban despertando y tapaban la poca luz que les llegaba con la mano. Al parecer llevábamos mucho tiempo allí. En realidad yo también sentía cierta sensibilidad hacia el sol. La luz. La luz que pensé que no volvería a ver.

En unos diez minutos, la mayoría ya eran conscientes. Y entonces, llegaron a la entrada dos damas. ¿Mis salvadoras? 

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