Capítulo 38: La efimeridad del tiempo.

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❝ Darling, nobody said that it would last forever ❞ 

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❝ Darling, nobody said that it would last forever ❞ 

La agobiante sensación de encierro de la habitación del hospital y el frívolo tacto de Niss solo hacían de esta situación más difícil.

—¿Qué le compraréis? —preguntó él con la voz ronca.

—No sé, nunca sé qué quiere Airy por su cumpleaños —bufé.

—Pues aún te quedan dos días para pensarlo. —Se encogió de hombros.

Hice un puchero y me senté en la silla colocada al lado de su camilla. Apoyé mi cabeza sobre esta y Niss acarició mi mejilla mientras lo miraba.

Frío.

—Siempre puedo darle mi amor —murmuré.

—Estoy seguro que lo aceptará gustosamente —rió con cansancio.

—¿Estaría mal que te pidiese que me acompañaras a buscar algo si te dejan salir del hospital?

—Yo te acompañaría voluntariamente —resopló—. Además, si puedo salir de aquí, claro que iría.

Niss llevaba casi tres meses encerrado en esta odiosa habitación del hospital, con la opción de salir de vez en cuando y solo por unas horas. Sabía que era necesario para alargar su vida, pero ver cómo se marchitaba poco a poco también era una tortura para mí, para su familia y sobre todo, para él.

Su vitalidad había ido disminuyendo gradualmente y cada vez pasaba más tiempo dormido que despierto. De hecho, era casi un milagro que estuviéramos hablando. Sabía que se estaba esforzando por mantenerse despierto aunque intentara disimular sus bostezos, la forma en la que cabeceaba y la lentitud de sus parpadeos.

—Podríamos preguntar —musité.

A veces, siempre que era posible, intentaba sacarlo de aquí con excusas tontas como que necesitaba que me acompañara a algún lugar o cosas así. Airy hacía lo mismo y hasta su familia, a pesar de que los médicos lo desaprobaban.

Sin embargo, todos habíamos quedado en que preferíamos que Niss viviera menos pero disfrutando sus últimos días que triste y encerrado esperando la hora de su partida.

—Por favor.

Obedecí y fui a buscar a alguna enfermera que pudiera contactar con su doctor.

Esta me contestó que sí podíamos hacerlo, pero al día siguiente, pues tenían que prepararlo para su salida. Volví saltando de la emoción a la habitación, pero Niss no estaba consciente para verlo. Me mordí el labio inferior mientras me apoyaba en la camilla y apartaba uno de los mechones de su cabello hacia un lado.

Ya no lo tenía azul.

En una de esas salidas que habíamos hecho, cuando le había crecido el pelo, fuimos con su estilista para que se lo cortara y tiñera de negro, su color natural.

Aquella canción de invierno © [BL] ✓ #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora