Prólogo

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Dicen que la luna le habla a algunos animales, no es solamente el acto de un susurro, eso sería tan simple y humano, cuando en realidad la fauna silvestre es mucho más violenta y cruda.

La luna hiere, habla con brusquedad, domina, pero sobretodo, posee.

Miguel nació del producto de dos Alfas, algo poco conocido y hecho, puesto que la mayoría de la gente suele salir mal parada cuando esas combinaciones salen a la luz. Sus padres, ambos Alfas, su padre, fue el Delta, fue el que se sometió a su madre y se dejó marcar por ella.

A pesar de eso, nació del vientre de su mamá, y tuvo un parto difícil, inolvidable, y casi mortal. Pero era una alfa, la más fuerte que ha conocido, y él... nació distinto.

Tuvo dificultades para sobrevivir cuando era pequeño, su madre solía contarle que era tan pequeño como el cachorro de un perro, que creyeron no sobreviviría, y de la nada había comenzado a crecer, para que cualquier fiebre o resfriado que parecía querer hacerlo perecer, se hubiera esfumado, dando paso a un niño moreno de facciones marcadas y ojos rojos.

Dos alfas producen una anomalía, todos lo saben, y en un ser humano, eso no sería tanto problema. Pero, ellos no son humanos, y como tal, los padres, al ser los líderes de la manada, estaban preocupados. Quizá nunca debieron dejarlo nacer, pero ahí estaba. Y lo amaban desde haber sabido que venía al mundo.

El amor nos hace cometer acciones estúpidas, nos nubla la razón.

Ese fue el problema.

Cuando son pequeños, tanto los seres humanos, como ellos, impregnan a sus cachorros de sus aromas. El hombre lobo está diseñado para ser más violento, para controlar sus propias hormonas si eres un alfa, para atraer si eres omega, y para servir, si eres beta.

Miguel pensaba que para todos era igual, y cuando la incomodidad en su boca lo hizo quejarse y sentir que quería arrancarse cada uno de los dientes, sus padres celebraron, eso significaba que sus glándulas salivales y su veneno de lobo estaría comenzando a producirse. Significaba que Miguel "estaba bien", que no estaba nada mal con él y se desarrollaría como un cachorro normal.

Un alfa, repetía su madre siempre, en la ensoñación.

Hay muchas razones por las cuales las uniones entre dos alfas son mal vistas, y hasta sus 16 años, Miguel no había dado razones para pensar que aquellas ideas estaban en lo correcto, todos lo habían dejado ser.

Pero todo tiene consecuencia, y con ello, el lobo de Miguel lo resintió. No era el recuerdo de lo que era el lobo para los humanos, tan reprimido, tan diluido, casi sin existir. En cambio, era uno real, con garras y colmillos, con orejas puntiagudas y el pelo del lomo completamente erizado, dispuesto a desgarrar tendon a tendon, romper músculos con los dientes, a tragar sin compasión, sin pensar en si estaba o no crudo, en si era o no un ser humano en ocasiones.

Los omega siempre serían la casta hecha para fecundar, aquella de aromas dulces y llenos de azúcar en la nariz que te hace replantearte si hay algo realmente mal en el mundo es solamente una idea errónea.

Los alfa en su manada, suelen ser los primeros en gruñirse entre sí, llegan a los juegos bruscos y violentos, debido a su naturaleza mucho más dominante. Eran muy recelosos de sus Omegas, y aunque ya era el siglo XXI, no podían evitar que las costumbres siguieran en pie. No podían ignorarlo, eran criaturas de hábito, eso es lo que pasa cuando cuentas con siglos y siglos por delante.

Pero él no es solamente... eso. Es algo más.

Cuando lo supieron, por unos segundos, sus padres también lo pensaron... quizá debieron dejar morir al gran lobo malo cuando nació.

The big bad Wolf | PARKHARA [Descontinuada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora