Sólo verde

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Peter nunca creyó que tendría que ponerse en la posición de haber tomado una decisión como esa, y aún así, ahí estaba, tratando de comprender qué es lo que lo había llevado y orillado a una decisión así. Se siente débil, como si aquello hubiese sido una decisión cobarde, a pesar de que sabe que es probable que no sea así.

Su nuevo lugar de residencia era una pequeña ciudad olvidada en el bosque, que más que una ciudad, era en realidad un pueblo chico.

La pequeña casa acomodada en la que había decidido que pasaría sus días y esperaba que todo su tiempo, era acogedora y de un color celeste, no la había visto nunca en persona, pero sabía que tenía que ser encantadora. Las fotos se veían así, como si fuese perfecta para alguien que busca paz solamente.

Su pequeño y viejo auto era de un color rojo opaco, no era un auto del año, pero era uno muy bueno que le había dejado su tía May.

La tía May.

Seguro aprobaría todo lo que había hecho, el cómo había manejado todo y lo que estaba decidiendo hacer ahora: seguir con su vida.

Tenía una licenciatura en lenguas muertas e historia, había sido un sorpresa haber sido aceptado... Aunque bueno, también debe aceptar que le sorprende debido a que no muchos requieren a alguien con su saber. Si bien la paga no es extravagante, él nunca ha sido precisamente un derrochador de dinero, solamente quiere lo justo para vivir hasta que... ¿Hasta cuándo? No lo sabe, no quiere pensar en eso.

Un hombre viejo y canoso le esperaba con una sonrisa. Pudo olerle al llegar, que era un tranquilo beta con una sonrisa cálida que no esperaba menos que darle las llaves a su nuevo hogar.

—Lo siento, ¿Estuvo mucho tiempo esperando?

—Para nada, muchacho, vivo a unas calles de aquí. Solamente me aseguraba de que todo estuviera en orden —. El hombre había bajado un par de escalones con dificultad y Peter se acercó con cuidado para ayudarle.

El hombre le dio las llaves.

—Eres muy joven para venir a este pueblo. ¿Tienes familia aquí?

Seguro sabe la respuesta, pero no hace daño que quiera preguntarme y saber, pensó mientras se acercaba a su auto para bajar sus pocas pertenencias.

Un par de maletas, una rota de la manija, y otra que tenía las ruedas chuecas. Cómo dice él: si funciona, no hay necesidad de comprar otra, sería un desperdicio de dinero. Pero es probable que su tía May y él tuviesen una definición distinto de lo que todavía puede usarse y lo que no.

—En realidad, no.

—Oh, es sólo que es raro que alguien venga aquí, sobretodo siendo tan joven. La mayoría es porque ya nacieron aquí o han vuelto por algún familiar... a veces vienen en familia.

El castaño no pudo decirle que se sentía de alguna manera parecido, sí estaba ahí por un familiar, pero no de la forma que él implicaba. Sonrió nervioso con las llaves en las manos.

—Nada de eso. Creo solamente que me gusta mucho la tranquilidad. La ciudad puede ser demasiado para cualquiera, además, este lugar se veía perfecto para cualquiera que desee una vida sin todos esos autos y olor a pizza por todos lados.

Mentira. Se pregunta cuántas tendrá que decir a lo largo de su estancia. Le gustaría que nunca vuelvan a preguntarle, porque le parecería triste tener que volver a hacerlo, consideraba que no había necesidad de sacar a relucir nada en su pasado, ni de mentir repetidamente. Lo que había sucedido, ya está, no hay forma de cambiarlo, hablar de ello solamente lo haría volver al pozo de dónde ha tratado con desesperación de salir.

The big bad Wolf | PARKHARA [Descontinuada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora