Miercoles

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—Evans.―susurró James mirando hacia Lily, la pelirroja siguió durmiendo por lo que el merodeador le dio un pellizco en la mejilla, Lily le dio un manotazo y se giró hacia el otro lado de la cama escondiendo su rostro bajo las mantas.

Al ver como su primera alternativa fracasaba estrepitosamente, decidió poner en marcha el plan B. Apartó las sábanas que cubrían a la pelirroja y se rió por lo bajo. Lily al igual que él se había olvidado de ponerse el pijama y dormía con el uniforme puesto. Se colocó a su lado y le tapó la boca con una mano mientras con la otra le tapó la nariz. Al cabo de unos segundos Lily empezó a moverse tratando de conseguir oxigeno hasta que abrió los ojos encontrándose con un sonriente James.

Apartó a James de un empujón y se sentó mientras trataba de que el oxigeno entrase de nuevo a sus pulmones.

—¡¿Estás loco?! ―preguntó Lily levantando la voz por lo que James colocó sus dedo índice sobre los labios para indicarle que guardase silencio.

Lily entrecerró los ojos enfadada y miró a su alrededor, los otros tres merodeadores aún continuaban durmiendo, James tiró de ella y la obligó a levantarse.

—¿Se puede saber qué mosca te ha picado? ―quiso saber Lily al ver como el merodeador rebuscaba como loco dentro de su baúl.

Lily se sentó en el suelo apoyando la espalda sobre el baúl, bostezó y buscó el reloj; no era normal que tuviese tanto sueño aunque una vez que localizó el reloj de mesa y vio la hora tuvo las cosas más claras; ¡eran las dos de la mañana! ¿Por qué Potter la había levantado de madrugada para ponerse a rebuscar en su baúl? ¿Qué era tan importante para no poder esperar unas horas? Hundió la cabeza entre sus rodillas, tenía tanto sueño.

—Evans, no te duermas de nuevo. ―la voz de James la devolvió a la realidad por lo que levantó la cabeza y se encontró con el castaño con una capa vieja en la mano. ―Vamos a las cocinas.

—¿¡Qué!? ―gritó Lily tapándose la boca inmediatamente debido a la mirada de reprimenda que le dedicó James, ambos miraron hacia las camas de los demás merodeadores pero por suerte ninguno se había despertado. ―De eso nada, yo me vuelvo a la cama.

—Ya sé que estás deseando volver a dormir abrazada a mí, pero tengo hambre. Así que vamos a ir a las cocinas quieras o no. ―respondió James de forma contundente, obligó a Lily a ponerse en pie y la arrastró escaleras abajo mientras la pelirroja murmuraba todo tipo de maldiciones e insultos. ―Deja de cuchichear.

—No quiero.

—¡Dios, eres imposible!

Cuando estuvieron frente al retrato de la Dama Gorda, James colocó la capa sobre ellos y ambos abandonaron su sala común en completo silencio. Los pasillos estaban completamente desiertos a excepción de por algún fantasma que paseaba por allí. Bajaron hasta el gran comedor y pasaron por la puerta de la derecha de la escalera del salón de entrada y continuaron por un corredor hasta llegar al cuadro de un frutero. James levantó la mano y le hizo cosquillas a la pera, la cual se convirtió en una manivela. Una vez dentro Lily salió de debajo de la capa de invisibilidad y admiró el lugar, la habitación tenía los techos altos y una chimenea en un extremo de la cocina, también habían montones de ollas y cacerolas apiladas en las paredes.

—No puedo creer que tengas una capa de invisibilidad.―dijo Lily mirando a James con los brazos en jarras, él se encogió de hombros y se puso a examinar el lugar.

—¿Y los elfos?

—Durmiendo, ¿no pretenderás que te hagan de comer? ―justo en ese momento las tripas de James rugieron y Lily soltó una carcajada. James avergonzado miró al suelo mientras con el pie dibujaba pequeños circulitos.

Una semana contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora